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Sí, carajo. Ya era hora de que cambiara su suerte. Por fin le ha tocado ganar en la vida.

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En cuanto a Alicia, tras haber sufrido una gran decepción con Fernando, sigue batallando. El supuesto heredero, hombre de negocios de gran futuro, resultó ser un mitómano insolvente, un pobre diablo que la puso a vivir en condiciones indignas, muy por debajo de sus esperanzas. Pero como mujer emprendedora, dispuesta a timonear su propio destino, Alicia permaneció con Fernando sólo trece días.

Como amante de un tal Gamboa, rico industrial, su vida ha dado un salto cualitativo. Sus cosas van mejorando día a día.

Dispone de un pisito elegante en la calle Corrientes, y sobre todo, de algo que ella considera muy valioso y a lo que espera sacarle un gran partido… Ha conseguido una invitación permanente en un elegante club de equitación de San Isidro, donde acaba de inaugurar, para asombro de muchos, un estilo que está causando sensación. Usa los estribos extremadamente cortos, y en vez de valerse de la clásica inmovilidad corporal que caracteriza la hípica más canónica, Alicia, ¡caribeña, al fin! no puede dejar de imprimir a sus nalgas de amazona un cierto movimiento rotatorio, que le ha valido ya nuevas e interesantes propuestas…

Y gracias a un accidente absolutamente casual, ocurrido en un bosquecillo aledaño, por culpa de un estribo que se le desprendió inexplicablemente, también ella está a punto de lograr sus sueños.

De aquel accidente regresó a su pisito de la calle Corrientes, acompañada de un quincuagenario dueño de una cadena de supermercados y de tres mil hectáreas de campo en la Provincia de Santa Fe.

Casualmente, Margarita había preparado ese día un arroz a la cubana, que el salvador de su niña tuvo que probar, además de un par de daiquirís.

El millonario ha vuelto cada vez con mayor frecuencia, a interesarse gentilmente por la salud de Alicia. Y tuvo la delicadeza de enviarles un aire acondicionado, pues el de la alcoba de Alicia se había roto casualmente el día en que él recibía allí su primera clase de baile horizontal.

El hombre, a duras penas consiguió que Alicia le aceptara el ofrecimiento. Ella se molestó mucho. Era una inmigrante, no tenía donde caerse muerta, pero no aceptaba regalo de los hombres. En fin, a ella un tipo le gustaba y se lo dormía, pero se preocupaba mucho por su dignidad, por su imagen. Bueno, sí, claro, al final, por no herirlo, se dejó convencer y aceptó el regalo.

Tal como van sus cosas, Alicia vaticina que en pocos días volverá loco al millonario. Hasta ahora sólo le ha enseñado el danzón y el chachachá, y el tipo está completamente arrebatado, planeando divorciarse. Cuando le haya enseñado los meneos del son y del mambo, si la suerte la acompaña un poquitico, habrá logrado en Buenos Aires, gracias a los estribos, lo que no consiguió con los pedales en La Habana.

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