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Pero la visión se vuelve cada vez más resplandeciente y más cercana se acerca como la realidad un día se acercó al sueño, y sí, «sueños de toda una vida pueden hoy ser realidad», se dijo Johann al tener un día a Carla en sus brazos, pues por pocos instantes a su alcance hubo «labios de tibio coral que tiernamente besar, y ojos de verde esmeralda -el mar en ellos está- y yo en él sumergido busco ¿qué? lo que en él se ha de buscar, ¿qué es lo que los amantes buscan allá en el fondo del mar?» Esa es la pregunta que sigue coreando feliz en la explanada toda Viena, la ciudad que sabe amar y conoce la respuesta a la pregunta del vals, y Johann, que nunca la supo, no se puede unir al coro, en cierto modo porque está algo sordo debido a la edad y principalmente porque lo entristece morir sin saber lo que tanto quería saber, es tal la pena, que maldice a este mundo y al otro.

Pero poco a poco la visión transparente de Carla en color cuyo nombre no se sabe se torna tan cercana, pero tan cercana, que Johann de repente piensa que si él le pregunta como se llama ese color que no existe sobre la tierra, ella lo va a oír y ls va a contestar.

XIV Anónimo dirigidlo al regente del internado del colegio «George Washington», 1947

Me parece que esta vez te equivocaste feo, jefe. Porque no está bien que propongas, como se chimenta, al santito Casals para mejor alumno del año.

Permitime que te abra un poco los ojos, los libros te están dejando chicato de tanto leer, vaya a saber. La cosa es que el quilombo que se está armando vos no te lo imaginas, porque la piba de sexto grado primario Leticia Souto está que no sabe dónde esconderse, lo mismo que la otra, Beatriz Tudalian, desde que Casals y Colombo les dieron una cita en el Parque un sábado a la tarde, después de anunciarles a todos los muchachos del internado que las pibas habían dado ya el sí tan suspirado, ¿junás, pibe? las susodichas habían prometido dejarse pirovar, según los dos caballeros nombrados. La cuestión es que la cita tuvo lugar y las pibas no se dejaron tocar la epidermis ni por equivocación, a pesar de lo cual los dos canallitas a la noche contaron de que se las habían morfado.

El lunes a la mañana, en la clase de alguno de los ilustres maestros que vos conoces, a las mentadas les pasaron el cuento y ahí nomás la Souto se largó a llorar. La cuestión se está poniendo fea, pibe. Porque el chisme se está corriendo, y si el hermano más grande de la Tudalian se llega a enterar, SE ARMA. Y ya de esto hace unos cuantos días, la bombita de tiempo puede estallar en cualquier minuto.

Así que ese es el candidato tuyo para mejor alumno, que a todos nos daba lástima por su amor no correspondido hacia la rusa cosaca que nos cayó este año, y que niega ser judía pero debe ser más israelita que la sinagoga, porque difícil que sea rusa y no judía, ¿no te parece? Bueno, pero volvamos al pendejo Casals, ese degeneradito que además es adicto a costumbres raras, y si no pregúntale a Adhemar, que está podrido de que el pibe le diga que quiere ser igual que él, y el grandulón qué más quiere que le digan que es lindo. Y el pibe Casals lo mira y le pregunta cómo hizo para desarrollar el pecho y los músculos y le pregunta a Adhemar cuántas pajas hay que hacerse por semana para que le crezca la pija igual que a él. Y el pibe se estará haciendo tantas pajas que por eso se le está perdiendo la razón. Cuando empezó el colegio no lo niego que era un pendejo inteligente pero ahora está como Colombo, que vos sabés bien que no necesita presentación. Te felicito con ganas, vos que sos el padre espiritual de los muchachos del internado, por los hijos que te están saliendo…

XV Cuaderno de pensamientos de Herminia, 1948

«Mary Todd de Lincoln fue una de las mujeres más admiradas y envidiadas de América, hecho natural ya que pocas mujeres como ella, encontraron campo tan favorable al desarrollo de la personalidad. Mientras fue sólo Mary Todd se desenvolvió en círculos intelectuales de la entonces incipiente cultura americana, en los que se la conocía por su inteligencia así como por su carácter impetuoso, podía ser profunda en la reflexión y repentinamente apasionada en las decisiones. Después de un noviazgo borrascoso con Abraham Lincoln pasó a ser Primera Dama de los Estados Unidos, dando evidencia de su vitalidad y raro poder intuitivo, por lo cual se le atribuyeron injustamente actos de brujería. Pero era amada como mujer y respetada como esposa del presidente, se puede decir que para ella el mundo tenía siempre todas las luces encendidas, como en días de fiesta. Fue precisamente durante una celebración, una función de teatro, que el Presidente Lincoln, sentado al lado de su esposa en un palco, fue asesinado por un tiro de revólver. Mary Todd de Lincoln vio apagarse todas las luces aquella noche, y algunos años después una junta de médicos la declaraba víctima de insania total y por consiguiente la desposeía del uso de sus bienes.»

Esta breve referencia periodística me apena y al mismo tiempo me hace reflexionar. No sé en este momento si es mejor ver todas las luces encendidas aunque sea por poco tiempo, y con el peligro de pasar a la oscuridad de un momento para el otro, o como en mi caso -caso tedioso y vulgar de la solteronía- ver apenas una luz débil aUá por la primera juventud, que se va apagando poco a poco. Tengo treinta y cinco años y ya estoy arrumbada en un rincón. Creo que a los cuarenta perderé el poco de esperanza que me queda y eso será la oscuridad total.

En un artículo de la edición dominical de La Prensa el pensador dinamarqués Gustav Hansen, cuya obra tengo que confesar que ignoro, pero que ya ha escrito para la misma sección de rotograbado, como decía, Gustav Hansen, habla de la inmensidad de lo material en contraposición a la insignificancia de lo espiritual.

Tal aserción provenía de las impresiones que había tenido en una visita a los alaoríes, raza indígena de la Polinesia. Allí había sido acompañado hasta una de las viviendas reliquias de la tribu, en la que estaba intacto el trozo de pan cortado por el patriarca momentos antes de abandonar la casa a causa del terremoto que asoló a la población y sepultó la nombrada casa, hasta que un mismo alaorí la descubriera siglos después. Dice Hansen que había detalles conservados con una frescura impresionante: el doblez de una especie de mantel, las formas humanas impresas en almohadones, manchas en ios mismos almohadones, etc. Aquí Hansen apunta que se vio tentado, en un momento en que el guardián no lo vigilaba, a dejar la propia huella de su paso por ese lugar, e hincó los dientes en una repisa de madera y clavó la uña del pulgar derecho en una mesa, en la que describió un torpe círculo. Y pensó en las impresiones tan profundas que le habían causado esas ruinas y el vibrar de su espíritu, ¿pero qué más?, esas emociones pasarían, y aunque las recordara mientras viviera, después de muerto pasaría su ser a fundirse en un orden divino desconocido, mientras que esos garabatos y ese mordisco impresos en algo material permanecerían indelebles por siglos y siglos.

Bien, me molestó mucho esa digresión, no porque no sea verdadera, lo es, pero ahora que hace unos días que leí el artículo, se me han ocurrido cosas que si bien no me permiten rebatir a Hansen por lo menos me hacen ver que en no todos los casos tiene razón. Este año se cumplen 17 años que recibí la Medalla de Oro del Conservatorio, después de tocar el preludio de «Tannhauser» en la versión arreglada para piano. Si yo los hubiera escuchado a todos, y les hubiese creído los elogios y las predicciones, me habría llevado la desilusión más dura.

Pero hubo una razón que no me permitió ilusionarme, no es que yo me dejé vencer antes de luchar, porque ya el médico había dicho que con mi asma había que dejar Buenos Aires. De asma en realidad no se muere nadie, pero puede atacar al corazón si no se toman cuidados, y del corazón se puede morir cualquier concectista. Como compensación el aire seco de la pampa vallejense hace vivir hasta los noventa a las profesoras de piano, aunque sufran de asma.

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