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Si Colombo no viene a la cena lo hago volar de una patada, ¿de qué se las tira? Si no viene es que se afanó un sánguche del bar de la estación, o lo convidó alguno de los que jugaban al billar. Esta me la paga.

XII Diario de Esther, 1947

Domingo 7. – Tendría que estar contenta y no lo estoy, una pena que no es honda pero es pena quiere anidar en mi pecho. ¿Será la luz mortecina de este crepúsculo de domingo? Ya se va el domingo, con su bagaje de doradas promesas, y las promesas no cumplidas… de noche no brillan más, como mi broche de lata. La «E» de Esther, la llevo prendida al pecho. ¿«E» de esperanza? Mi inicial recién comprada brillaba como de oro y ahora todo lo que tengo es una letra de lata prendida al corazón, porque es su puerta cancel «¡Esther!» me dicen con dulzura, ¿y yo como una tonta abro paso a cualquier voz? ¿sincera y afectuosa? ¿o engañadora y artera?

Ya cayó la noche en mi suburbio, así como en la esquina más aristocrática de la urbe porteña, para todos se ha puesto el sol, uno de tantos consuelos del pobre. Al libro de Geometría ni siquiera lo abrí, antes de la cena podría estudiar, Esther…Esther… no te comprendo, tenés una hermana buena que antes del cine ya dejó preparada la cena, tu sobrinito es un ángel que no te da trabajo, pobrecito, si me pudiera recibir pronto de médica lo primero que le compraba era la bicicleta, entre que termino el bachillerato y siete años de facultad… pobre pibe. Sentadito en la vereda, mientras el chico de al lado da cuatro vueltas a la manzana porque tiene bicicleta. Cada cuatro vueltas se la presta una. Qué le va a hacer… si nació pobre, ¿y la tía tuvo acaso bicicleta?, nos tocó a nosotros no tenerla, pero se va a cortar la racha, Dardito, tu tía tuvo una dicha inmensa, Dios la señaló entre todos los chicos de su escuela, una populosa escuela de nuestro arrabal bordado de yuyos. Soltaría el lápiz y te llevaría hasta allá, si agarramos por el medio del baldío (¿sabes una cosa?, con vos no tengo miedo, sos un hombrecito), pisando por el estrecho sendero, esquivando las ortigas, después que saltemos la tranquera enfrente nomás podes pasar entre el alambre de púa y cruzar las vías del ferrocarril y delante de la estación está la escuela, forja de los hombres del mañana. «Una humilde niña de nuestro partido escolar, ejemplo de aplicación al estudio, compañerismo, aseo personal y asistencia, en un año de tantas lluvias y tormentas como este, no faltó un solo día a clase: la niña Esther Castagno es la ganadora de la nueva beca ofrecida por el Colegio Incorporado George Washington, de la vecina localidad de Merlo»: la directora entró en el aula de sexto grado y anunció la ganadora de la beca. Para un ilustre colegio de ricos. Pero mis hijos van a tener bicicleta, aunque nosotros no la hayamos tenido. ¿Y acaso qué? ¿Acaso fui al centro hoy domingo? Vine a tu casa, Dardito, a pasar el día, para cambiar un poco de aire… a cinco cuadras de casa. Y pasamos bien el día, aunque nos hayamos quedado solitos, tu mamá se fue a pasar toda la tarde al cine y tu papá atendió a sus deberes concurriendo al comité. Pícaro, si no hubiese sido por ti yo lo habría acompañado ¿pero cómo te iba a dejar solo?

Laurita y Graciela son ricas, claro que habrán ido al centro, como se lo tenían preparado, al cine de las tres y media, y nada de ver un programa de tres películas, o ni siquiera de dos, ¡no!, una sola, de estreno, bien cara, termina a las cinco menos cuarto y así tienen tiempo de ir a gastar más, como si fuera poco, a tomar café con leche con panqueques norteamericanos de dulce de leche. Dice Casals: «no es un panqueque arrollado como lo hacen en mi casa, y finito: es chato, redondo y grueso sin arrollar, y en el medio te sirven como un kilo de dulce de leche que vos vas repartiendo con el cuchillo por todo el panqueque, ¿y qué, ahí terminó todo?, no mocosas mejor que se aprendieran a limpiar el traste que a lo mejor todavía no saben, bueno, no, a eso de las cinco y media o seis se van a escuchar la jazz «Santa Anita» al Adlon ¡Adlon, Adlon, Adlon!, ¿qué es ese bendito Adlon? Dice Casals: «es la confitería donde van todas las chicas y todos los muchachos, y ahí se sientan juntos y toman copetines de todos los colores: el "Primavera" es jugo de frutillas con un alcohol fuerte». ¿Y dónde está el famoso Adlon que pasé por la calle de todos los negocios de lujo que me dijo Casals y no lo pude encontrar? Él me explicó lo siguiente: «Frente a esa joyería grande, no del lado de los candelabros de plata bien en frente de donde están las pulseras, anillos y todo lo de oro, y al fondo de esas vidrieras de pieles está la puerta de Adlon.» Pero yo no hubo caso de que la encontrara. También mi hermana a qué tenía tanto apuro con sus sábanas, que lo mismo íbamos a llegar a tiempo a la liquidación. Vendían a precios regalados sábanas blancas con una guarda celeste bordada en las fundas y otra guarda celeste en la sábana de arriba, y nada más, eso era todo, ¿pero para qué se necesita más?

Lunes 8 – ¡Yo sabía! Algo me anunciaba esto por algo la mano del destino me atenazaba ayer, para ahogarme casi, mano que no es mano porque es garra. ¿Se va nuestro director? ¿porque está enfermo? ¿es cierto o no? ¿qué infamia hay detrás de todo esto? En el silencio de la prueba escrita no sé cómo pude ahogar ese grito que arrancaba de lo más hondo de mis entrañas, allá donde un vigía está siempre alerta: mi agradecimiento.

Yo hubiera gritado «¡queremos a nuestro director! ¡no queremos que se vaya!» y si acaso hubiese yo podido conmover a esos niños, que otra cosa no son, esos niños inconscientes, que osaron alegrarse porque nuestro director podía ser destituido, y todo porque un día les habrá colocado alguna amonestación que otra.

Pero quien todo le debe todo haría por él. Un día un viejo maestro de ilustre carrera estampó su firma en una circular, notificando que la ganadora de la beca anual era una humilde niña de una escuela de barrio, hija de obreros, depositó su confianza en alguien a quien no conocía, poniendo así en peligro una brillante trayectoria en el magisterio, porque yo podría haber sido una mancha en el legajo de su vida. Una beca para primer año, que será renovada para segundo (y lo fue) si la alumna lo merece, y para tercero, y así año tras año, hasta que la niña deje de ser tal, pues ese día será bachiller.

Iba a contárselo a mamá pero el corazón me subió a la garganta y no pude, para qué preocuparla, ella revolvía la leche en la cacerolita nada más que para mí (¿no soy una holgazana sin perdón?) como la había revuelto apenas un rato antes para el resto de la cría. Mamá déjame de nata, ¡no quiero la leche con nata! Me guarda la nata, se cree que me gusta, y que la necesito más que nadie porque soy la que estudia, ¡pero no me gusta!, a nadie le gusta. En casa de Laurita la tiran. Es ordinaria y fea la nata ¿te crees que si la tiras vamos a ser más pobres todavía? ¿te crees qué? ay, mi hermana a lo mejor comprendía todo mi tormento, o tal vez no, pero mis estudios peligran, a alguien necesito contarle, y total quedarme toda la tarde en estas cuatro paredes para ni abrir el libro, y ahora ya es tarde, tarde, mi mamá me mata si ve que tomo frío a sacarme el camisón y vuelta a vestirme. Si alguien me acompañara todavía, pero de vuelta el Dardito me puede acompañar, pero ya debe estar frito durmiendo. Total él de vuelta se corre las cinco cuadras en un santiamén, esas patitas de conejo.

Y no estudié y no se lo conté a mi hermana, ¿y si este año no me renuevan la beca qué hago? Yo no comprendo nada, ¿por qué 5 en Zoología, 4 en Matemáticas y 5 en Historia? ¡porque la señorita no estudia!, abre su libro de texto, se encierra, hace apagar la radio a su pobre padre,…y en el silencio con olor a puchero que hierve pacientemente hora tras hora los ojos recorren los renglones de la lección del día, mientras la mente emprende su propio viaje. Es el viaje sin meta y si ti premio de una chiquilina más.

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