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La madre de Paquita irá este año a Córdoba, después del casamiento de la hija. Me quisiera poner en su pellejo y volver a ver las sierras. A casi una hora del hotel donde estábamos se podía ir en sulki hasta un pueblito antiguo con ruinas de las misiones y una iglesia vieja hecha por los jesuítas. Cada piedra parece que con los años se hubiese vuelto viviente, e impregnada de fe. Los tañidos de las campanas de la mañana dan el sonido más afinado que ningún instrumento pueda dar. La madre de Paquita entrará a misa con el marido, y los dos darán gracias a Dios por una vida llevada a cabo con sacrificio pero tocada por la bendición de Dios. Será el primer viaje de la madre de Paquita, y la primera vez que el padre salga de Vallejos desde que llegó de España. Pero verán que todos sus sacrificios, han sido premiados, han cumplido su misión, de criar una criatura y darle una educación y encaminarla en la vida. El padre de Paqui es un hombre que no dice ni una palabra, no tiene conversación para nada, pero a la hora que uno pase por la sastrería está ahí cosiendo sin moverse.

Me habría gustado tener un marido callado, me parece que debe tener cierta riqueza espiritual. Qué aventura será para una mujer casarse con un hombre y poco a poco ir desentrañando su alma. La madre de Paqui cuando llegue a esa iglesia, pues se la voy a recomendar con todo entusiasmo, se va a hincar y no va a poder pensar que «Dios es una fuerza sádica que se regocija en la contemplación del sufrimiento». Ella va a rezar dando gracias por todos los bienes recibidos, y hasta es posible que de felicidad se sienta en deuda con Dios y le ofrezca alguna pequeña dádiva o promesa.

Aun en el caso de que la madre de Paqui fuera como yo, o digamos directamente, si la madre de Paqui fuera yo, con mis amarguras por dentro, y mis dudas con respecto a lo que Dios se propone, aun en ese caso habría una solución, porque yo seguiría el ejemplo de mi marido, que es un hombre lleno de silencio, de aceptación de su destino, lo cual lo hace tan trabajador. Con un ejemplo así en la casa basta, y apoyando mi cabeza sobre su hombro cada noche al dormirme, algo de su calma y fortaleza se me contagiarían.

Por eso me repito que la belleza de las sierras, el agua cristalina, las campanadas, la música de Chopin, y la del pobre Schubert, existen en la tierra, así como indudablemente existen mujeres que logran descansar toda la noche, con la cabeza apoyada en el hombro de un marido que a la mañana se levantará para trabajar y dar a su familia todo lo que pueda. Tal vez yo esté idealizando demasiado, todas las mujeres casadas se quejan de la vida que llevan, pero yo, como de costumbre, no puedo decir nada, porque no sé cómo sería vivir al lado de un hombre para toda la vida. Me moriré sin saber nada de la vida. De alguna de esas cosas lindas le querría hablar a Toto, pero todo argumentado de una manera que descarta su tesis. Por dentro algo me dice que la tesis de Toto no es cierta, pero no sé cómo atacársela. En realidad es un atrevimiento de mi parte ponerme a filosofar, y lo mismo de parte de el. No me quiere decir de qué autor sacó su famosa tesis, pues ya aclaró que no era de una película; cuando se apareció a mostrarme la fotografía que le mandaron sus compañeros del «Washington» (seguramente para hacerme rabiar de que él tenía alguien que le escribía y yo no) se lo pregunté y no me quiso decir.

En la foto está su famosa Tatiana, dos chicas más de su división, más bonitas que Tatiana, que me pareció un poco desteñida, y un muchacho que según Toto es celador y ya se está recibiendo de abogado, y otro muchacho más, rubio, buen mocísimo. Pero todos parecen ser grandes para ser amigos de Toto, y Tatiana me parece ya una señorita hecha, no para Toto.

Este estaba inflado como un pavo real, orgulloso de su foto: entró sin mirarme, tenía la mirada perdida en un punto equis del espacio, como el profesor de Armonía del Conservatorio, Toto cada vez me hace recordar más a ese antipático invertido, está muy afeminado de modales. Que Dios me perdone el mal pensamiento pero los veo muy parecidos, aunque no le deseo esa desgracia, si todos los invertidos son como el de Armonía resultan una peste, gente venenosa y llena de chismes y favoritismos. A las alumnas mujeres nos daba una vida de perros, y delante de todos miraba al muchacho de la limpieza, que pasaba con la pala y la escoba, un tipo de las cavernas, y lo miraba pasar como a una corista del bataclán. Se sentía atraído por el tipo cavernario, porque los extremos se tocan. Qué desgracia.

Esa mala idea se me puso en la cabeza cuando Toto vino con la foto, antes jamás se me había ocurrido, y me avergüenzo de mi maldad. Pero le pregunto a Todo quién era el muchacho rubio y me contestó que no lo conocía, y se puso colorado como un tomate. Yo mirándolo fijo en los ojos le pregunté por qué se había puesto colorado. Me contestó lo siguiente: «Me daba vergüenza decirte pero resulta que es el más buen mozo del colegio y una chica me dijo que yo me parecía a él, y que ai llegar a quinto año yo voy a ser como él». Bien, basta de malignidad, es cierto que las solteronas tienen la imaginación más negra que haya. Lo que debo hacer es no permitirme más cierto tipo de discusiones, si yo tengo mi fe es porque la tengo, quién es él para venir a inspeccionarla. También me irritó su nueva idea de irse al Tibet; según él no se dará paz hasta ir a conocer el Tibet. Siempre pidiendo lo imposible.

Yo me conformaría con ir a conocer Mar del Plata, ya que nunca vi el mar. Pero en realidad me parece que lo que más satisfacción espiritual me daría es otra cosa. Claro que si la pido estaré también yo pidiendo lo imposible. Yo simplemente querría quedarme aquí en Vallejos, y conocer a un hombre de bien. Hablo de un hombre simple, alguien como el padre de Paquita que trabaje largas horas sin queja, en silencio, para mis hijos. Sé que estoy pidiendo lo imposible, pues nadie me quiso cuando joven, y menos me van a querer a los treinta y cinco años, con la palabra solterona inscripta en la frente.

Quién sabe qué recompensa espera a las solteronas en el otro mundo, o qué torturas. Yo no he hecho mal a nadie, ni bien tampoco, no sé qué pensará hacer Dios con mi alma. Le será difícil juzgarme, porque de la conducta de Herminia la solterona no hay nada que decir, ni bueno ni malo, mi vida es una página en blanco.

Yo me conformaría con que la muerte fuera simplemente un descanso, como dormir. A veces en la oscuridad total es lindo abrir los ojos y descansar la vista, pero sólo por un rato, porque si no el descanso degenera en insomnio, que es la peor tortura. Cuando digo descanso me refiero a dormir. Sería una bendición que la muerte fuera como dormir eternamente, y no acordarme más de que existió Herminia.

XVI Carta de Berto, 1933

Querido hermano:.

Aunque sin tener ninguna tuya a la que contestar, me pongo a escribirte esperando que estés bien y que tu mujer se haya repuesto con el aire de España. Ni sabemos si le sentó el viaje en barco, como de costumbre has dejado de escribir por mucho tiempo: no te voy a pedir que en el telegrama pusieras muchos detalles, pero por lo menos lo más. importante, y desde entonces ni una línea.

Aquí estamos con mucha lucha pero bien. Mita bien, mi Toto precioso, ya va para los ocho meses, es una bolita de grasa. En cuanto a tu hijo estamos muy contentos con él, Hectorcito se porta muy bien y ya está entrando en confianza en la casa. Yo no sé si habrás sido vos el de la idea de que «para tirarse un pedito», como dice él, se tiene que bajar los pantalones y sentarse en el inodoro. Mita vio que se metía a veces en el baño y no tiraba la cadena, hasta que se dio cuenta del asunto, nos hemos tirado al suelo de la risa. Qué hijo educado te salió, no se parece al padre.

La verdad es que no te perdono que no me hayas escrito durante tanto tiempo, pienso que estás de paseo sin nada que hacer y no encuentro ninguna excusa para que no escribas, vos sabés que a veces uno quiere tener noticias, y alguna palabra de aliento, porque a los perros flacos no les faltan pulgas y con la sequía de este año en Vallejos no sé por dónde empezar a rascarme. Te acordarás de lo que pasó en el año 27, lo mismo está pasando ahora, se están muriendo los animales en el campo, los bancos no dan plata y los que se benefician son los que tenían queso malo sin vender del año pasado, tenés que ver a qué precios venden la mercadería. Cuando me viene a la mente la plata que perdimos aquel año porque no me quisiste hacer caso, me golpearía la cabeza contra la pared. Yo al campo lo conozco y sé cuando se prepara una sequía, malditas sean, ese año si me hubieses hecho caso de comprarle la producción a todos los tamberos, con la amistad que te tenía el gerente del Banco, estaríamos llenos de oro.

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