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– Abuelita ¿por qué Violeta se pinta los ojos de negro?

– Ya empezó a meterse en líos con el jefe nuevo que le pusieron.

– El padre va a estar contento con el pollito. Quién sabe cuánto tiempo hace que no comen pollo.

– A mí me da pena decírselo pero peor es que no le diga nada y que se siga complicando más todavía con ese hombre.

– Pobre madre, si se levantara de la tumba.

– Violeta se dio cuenta de que no le llevamos más los zapatos al padre.

– Cada vez que iba a buscar los zapatos tenía que volverme sin nada. No es posible que prometa que lo hace para el martes y después el martes no están listos, aunque sea un simple taco. Así ha ido perdiendo todos los clientes, por estar pensando en otra cosa.

– No ensayan más a la noche en el local de la Sociedad Italiana, es inútil, la ópera es muy difícil, si las voces no son más que buenas se vuelve un mamarracho.

– Un día lo invita uno, otro día lo invita otro. Tu padre mismo le paga alguna vez alguna copa, no lo quiere contar pero estoy segura de que sí.

– Mita y Sofía Cabalús se tuvieron que ir del ensayo porque se tentaron de la risa.

– ¿Qué podría hacer de cena esta noche?

– En el cantero del fondo ya tenés que empezar a cortar la lechuga porque las puntas se están poniendo moraditas.

– Puedo hacer unos bifes con mucha ensalada. Tu padre se puede terminar el puchero del mediodía si no está lleno. ¿Por qué tiene que regalarle un pollo a ese zapatero?

– Al padre de Violeta le escriben de Italia más que a nosotros.

– Es hora de que me vuelva a casa; de cena voy a hacer croquetas, que le gustan a los nenes y Tito las come si se las pongo en la mesa sin decirle nada.

– Yo no sé por qué no va a ver al médico.

– Papá quiero que me mates un pollo para el domingo.

– Yo he comido siempre de todo y nunca he tenido nada.

– Qué hombre más cabeza dura, te crees que todos pueden comer como bueyes como vos, qué cabeza dura.

– Tito tiene el estómago arruinado, a la fuerza tiene que cuidarse.

– Y el hermano es igual, ya se ve que son delicados de estómago, de familia ya vienen así.

– No de familia, fue la cuñada que le terminó de arruinar el estómago a Tito, ya de novio se me quejaba de ias digestiones, yo le preguntaba qué había comido y siempre era lo mismo: comidas fuertes.

– Cuando Tito vivía con el hermano ya se quejaba del estómago.

– Mi cuñada veo que les sigue haciendo esos guisos mal hechos, le da gusto a la comida a fuerza de pimentón, lo único en que piensa es en ponerle pimentón.

– Está siempre en la calle esa mujer, ¿qué tiempo le puede quedar para la cocina?

– Un guiso bien hecho tiene que llevar tiempo, y vigilancia. Vos mamá no sabés cómo ayuda tener plantas de verdura acá en tu casa, porque si no resultan mucho las cosas que hay que tener en cuenta para comprar, toda clase de verduras y condimentos que no sean pesados. No te tiene que faltar albahaca, romero, y montones de perejil. Y ella nunca tiene nada en la despensa, así que a último momento le echa pimentón a la olla y cualquier comida le sale pesada, aunque gaste un dineral en carne sin grasa.

– Mita no sé cómo se arreglará porque Berto tiene un estómago muy delicado también.

– Si come tranquilo digiere cualquier cosa. Dice Mita que es todo nervioso, en realidad Berto no es de estómago delicado como Tito.

– Abuelo fue a llevarle el pollo al padre de Vicleta. ¿Me dejás ir con él, mami?

– Se fue con el delantal gris puesto. Si lo viera Mita que sale a la calle con ese delantal gris se pondría furiosa.

– Clara, el gusto de tu padre es andar con ese delantal.

– Mita no la defendería más a Violeta si supiera lo que dijo de ella.

– Mami, abuelito ya había cruzado la calle, así que no lo pude seguir.

– Pero Adela no podría haber estudiado con la vista tan mala. Acordate del dolor de cabeza que le atacaba.

– Es interminable ese horario, y tiene que trabajar con la luz prendida.

– Quién sabe si Mita se viniera a vivir a La Plata le volvería el entusiasmo por la carrera. El padre de Sofía la podría ayudar para entrar a la Facultad como ayudante de alguno.

– Qué ganas tengo de ver el nenito de Mita.

– No, porque lo que quiere Berto es que Mita no trabaje más, ni bien las cosas de él se le arreglen un poco.

– Estoy rendida del cansancio.

– Violeta se creía que trabajabas de 9 a 6, y se tuvo que ir a hacerle la cena al padre. Te dejó saludos.

– ¿Me tenía que decir algo?

– A Clara le empezó a contar de un hombre de la oficina.

– Yo tenía ganas de hablar con Violeta, pobre. El padre se hace la cena solo, quién sabe adonde se fue Violeta.

– Dijo que tenía que ir a hacerle la cena al padre, se fue antes de las siete.

– Mamá, estoy rendida del cansancio ¿qué hiciste esta tarde?

– Yo quería haber limpiado la alfombra de la escalera pero como vino Clara nos sentamos a coser un poco.

– ¿La convenciste de que le hiciera el cubrecama a Mita?

– Le va a mandar todos los dibujos. Qué ganas tengo de ver al nenito de Mita.

– Queda muy lindo el mosaico del piso encerado, mientras te esperaba en el zaguán que me abrieras la puerta veía al trasluz que brillaba todo desde el zaguán hasta el fondo del jol.

– Clara tenía razón, pero no la voy a dejar que me lo encere otra vez cuando se vaya el brillo, bastante tiene ella con su casa y los nenes y el marido. Como a él le gustan las croquetas y no puede comer frito, Clara tiene la paciencia de hervirle la carne, la pica y la condimenta con romero y queso y le da un golpe de horno, hasta que las croquetas quedan doradas y parecen croquetas fritas de verdad: le engaña la vista y no le hace mal al estómago.

– Si para el otro sábado hay que encerar, yo te puedo encerar todo a la tarde.

– Violeta no sabía que tenías un horario tan largo.

– Hubo muchísimo trabajo hoy.

– Violeta se quejaba de que tiene la máquina de escribir sobre una mesa alta, y la cansa.

– En la oficina de ella no hay la mitad de trabajo que en la mía.

– Tenía los ojos pintados como una gitana. Se habrá ido a encontrar con el hombre ese.

– Pero si es casado él debe estar cenando en la casa a esta hora.

– Se debe haber encontrado con algún otro.

– ¿Qué querés que haga? Si vuelve a la casa lo único que encuentra es al padre.

– Yo a veces pienso si las madres levantaran la cabeza de la tumba.

– Primero hay que barrer, después pasar el trapo así el piso queda bien limpio para recibir la cera. Después vas mojando de cera el trapo, sin empaparlo, y desparramando una capa de cera bien pareja por todo el mosaico. Después se deja secar un poco y ya viene la parte más cansadora, que es sacarle brillo caminando sobre los trapos.

– No hubiese sido así si la madre viviera.

– En verano desde el zaguán no solamente se va a ver el mosaico lustrado del zaguán y el jol, porque estando abiertas las puertas que dan del jol al patio cubierto se va a ver todo el mosaico hasta el fondo del patio cubierto.

– Mita dice que no le da gusto de arreglar la casa que tiene alquilada porque es tan vieja.

– Lo peor es que en Vallejos las plantas cueste tanto hacerlas crecer.

– Es lindo tener esta casa grande pero también es mucho el trabajo que cuesta tenerla limpia.

– Pobre Mita no la pudo aprovechar nunca.

– Fuera del gallinero no quiero que vayas con ese delantal.

– Papá, pone la mesa que estoy muy cansada. Me duele la espalda.

– ¿Cuánto hace que no escriben de Italia?

– Vino carta de Mita ayer y nada más. Me gustaría mandarles una foto de la casa a los de Italia.

– ¿De qué era el paquete que se llevó Clara? -De pan duro para rallar.

– ¿No mandaste ninguna foto a Italia de la casa? Mándales que siempre están deseando tener noticias.

– Yo voy a escribirles aunque ellos no hayan escrito.

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