Adam se despertó en medio de la noche, con la sensación de tener un recuerdo al alcance de la mano, pero en cuanto vio el reloj digital, que marcaba las 03:35, lo perdió.
Sin embargo, era importante. Sabía que era importante, algo que tenía que recordar.
Algo para Rowan.
Se levantó y se preparó un vaso de leche. El sueño era el mismo. Se encontraba en casa de Rowan, en el momento de la puesta de sol, mirando los maravillosos colores y escuchando el mar. Algo lo distrajo.
Algo. ¿Qué era?
Estaba decidido a recordarlo. Comenzó a repasar mentalmente aquel día. Una y otra vez, desde el principio hasta el final. Se había despertado. Tomado leche. Cereales. ¿Qué tipo de cereales? Rice Krispies. Sonrió. ¡Snap, crackle, pop!
No desvaríes. ¡Tienes que recordarlo, Adam!
Cereales. Después, lavó los platos. Rowan le había dicho que era importante hacer el aseo. Había visto una parte de Ataque de la mujer gigante en DVD antes de salir para el estudio. Le encantaba aquella película.
Había ido al trabajo. ¿Qué había hecho? Piensa. Piensa. Preparó la bolsa de sangre para la escena del duelo. No era la película de Rowan sino otra, una película de acción, y Barry le dejó ayudarle. Barry decía que seguía bien las instrucciones.
¿Por qué no podía recordar aquella cosa que él sabía era importante? ¡Piensa, imbécil!
Se quedó sentado, pensando. Y cuando llegó mentalmente al final de ese día y no se acordaba, volvió a empezar.
Eran las 04:50. Y los minutos corrían.
Se reunieron en el cuartel general del FBI a las tres de la tarde. John no cabía en sí de angustia pensando en Tess. Aunque Collins había hablado con MacIntosh horas antes y un rato breve con Tess, Bobby era demasiado volátil, violento e impredecible. Hasta podría haberle pegado un tiro justo después de colgar.
Sin embargo, John intuía que seguía viva. Tenía que estar viva. Era responsabilidad suya proteger a su hermana y le había fallado.
La operación estaba montada. El equipo de los SWAT ya había ocupado sus posiciones. Roger escoltaría a la mujer señuelo hasta el punto de intercambio y Bobby se había mostrado de acuerdo con que acompañara a Tess.
John quería conducir el coche de Roger, pero éste asignó esa tarea a Quinn, y ordenó a John que se quedara en el centro de mando que habían instalado en el camino. Si algo salía mal… Roger no tenía que decir más.
Volver a donde estaba Rowan y esconderla.
Nada saldría mal, se dijo John. No si estaba Tess en medio de una toma de rehén. No con Tess en manos de un asesino.
No con Rowan esperando su regreso.
Por favor, perdona por haberte dejado. Es por tu seguridad. Esperaba que Rowan lo hubiera aceptado a esas alturas. Que entendiera que era la mejor solución.
Sin embargo, incluso él tenía sus dudas. ¿Hacían lo correcto al mantener a Rowan en la casa de seguridad? Ahora estaba a salvo pero ¿cuánto tiempo duraría así? Si aquello salía mal, ¿quién la protegería?
Te amo.
Tenía no pocas razones para salir vivo de aquello, y salvar a Tess no era la menor. Eso sí, también era importante crear algo a partir de esa precaria relación con Rowan. No quería perderla.
Así que se quedó en el centro de mando con Colleen Thorne, la agente compañera de Quinn Peterson, y esperó. Otros dos agentes y una pareja de los SWAT se ocupaban del equipo de comunicaciones, pero todo estaba tranquilo, aunque la tensión se acumulaba, caliente y silenciosa bajo la superficie.
El punto de intercambio era un campo en barbecho en las afueras de Ventura, un lugar accesible desde cualquier lado. La tierra estaba seca, dura y convertida en terrones, un tipo de terreno donde era imposible apostar a personal de apoyo. Bobby había insistido en que Collins y Rowan llegaran al campo desde el norte y, cuando él los viera, llegaría con su rehén.
Los equipos del SWAT y del FBI se habían puesto unos monos oscuros de camuflaje, pero no podían acercarse demasiado, apenas lo suficiente para efectuar un disparo certero.
Muchas cosas podían salir mal. John permanecía rígido en el límite del centro de mando improvisado, donde podía observar y oír lo que se decía. Estaba acostumbrado a ser el responsable de sí mismo y de su pequeño equipo de leales. No soportaba no estar al mando.
Eran casi las seis. Había llegado el momento de la acción.
– ¿Han localizado al sospechoso? -preguntó la agente Thorne al comando sobre el terreno.
– Negativo -dijo el comandante-. Esperad. -Alguien hablaba por su auricular.
A John se le erizaron los pelos. Había llegado el momento.
– Tenemos un objetivo posible acercándose desde el noroeste. Un sedán verde oscuro.
John frunció el ceño y miró el mapa. Esa parte del campo era intransitable para un coche. Se necesitaría un cuatro por cuatro para pasar por el terreno accidentado y las zanjas de irrigación.
– No es él. El coche se ha detenido. El conductor ha bajado, está solo. Es una mujer.
– ¿Tess? -preguntó John, aunque dudaba que Bobby la hubiera soltado.
– Negativo. -El comandante dio una descripción-. Mujer de un metro setenta, lleva pantalones vaqueros y chaqueta de color beis. Rubia.
Rowan. John dio un puñetazo en la mesa.
– ¡Maldita sea!
Roger Collins llamó desde el extremo norte del campo.
– Dieciocho cero cero horas -anunció-. Vamos a proceder hacia el punto de intercambio.
– Señor, acabamos de divisar a una mujer sola a pie, a unos ochocientos metros de su ubicación, que puede ser Rowan Smith -dijo la agente Thorne.
Habló el comandante.
– Posible vehículo sospechoso se aproxima desde el sudoeste. Un SUV, ventanillas tintadas, matrícula de Arizona. Se dirige recto al punto de intercambio.
Silencio.
– ¿Flynn? -ordenó Collins.
John ni tenía que oír la pregunta.
– Ahora mismo salgo.
El sedante había tardado bastante más de lo que Rowan había calculado en hacerle efecto al agente Reggie Jackman. Reggie bebía café como quien bebe agua, y se había tragado dos cafeteras a lo largo de la noche, sin dar ni la más mínima cabeceada. Al final, Rowan agregó más píldoras para dormir molidas directamente en la cafetera. Hacia la una de la tarde, Jackman estaba fuera de combate. A la una y cuarto, Rowan cogió su coche y se dirigió al condado de Ventura.
En Santa Bárbara la sorprendió el atasco habitual de las tardes y acabó a unos ochocientos metros del campo justo antes de las seis. Quería llegar a la hora, pero no quería aparcar más cerca. Era lo más cerca que se podía llegar desde su posición, pero no había manera de que pudiera cruzar otra zanja de irrigación. Casi se había quedado en la última.
Comprobó sus armas y se puso un cortavientos ligero de color beis para camuflarse con el terreno. Detestaba sentir el peso de las chaquetas, por ligeras que fueran. Era un día caluroso, y el calor que irradiaba el suelo seco parecía hacerlo aún más caliente, sin una brisa que arrastrara los aires más fríos del océano Pacífico. El aire empalagoso se le quedaba pegado en los pulmones y, al respirar por la boca, sentía el sabor de la tierra.
Se dirigió al campo a pie, manteniéndose agachada.
Divisó a uno de los grupos del SWAT a unos cien metros del campo, pero no vio a otros hombres. Era buena señal. Ya había llegado un SUV, y sería Roger. Lo vio en el asiento del pasajero. Esperando. Esperando a Bobby.
No tenía manera de escapar. Al menos en teoría. Todo aquel plan de intercambio tenía algo de podrido. Bobby no vendría hasta aquí si no supiera que podía salir. Tenía a una rehén, lo cual aumentaba sus posibilidades, pero era probable que hubiera docenas de tiradores esperando el momento para tenerlo en la mira. Y Bobby debía sospecharlo.
Bobby tenía un plan, y Rowan temía por la vida de Tess.
Y por la de John. No lo había visto pero intuía su cercanía. Tess era su hermana. Era suya la responsabilidad de cuidarla. Como había sido suya la responsabilidad de cuidar de Dani.
A Dani le había fallado, pero no le fallaría a Tess. Puede que John se sintiera culpable, pero Rowan sabía perfectamente quién era la responsable. Y no podría vivir consigo misma si Tess moría.
Avanzó, agachada, y se acercó. A su derecha, vio que otro vehículo grande se acercaba levantando una polvareda.
Bobby había llegado. Sintió que el estómago se le retorcía al pensar que pronto se encontraría cara a cara con su hermano asesino, pero siguió avanzando.
Alguien tenía que detenerlo.
John vio a Rowan agachada a su izquierda al mismo tiempo que el SUV de Bobby MacIntosh se le acercaba por la derecha a escasa distancia. John se aplastó contra el suelo, con la pistola en una mano, esperando una oportunidad para disparar, pero sabiendo que no podía arriesgarse sin saber exactamente dónde estaba Tess.
Miró al conductor, y no era Bobby sino Tess. En el breve instante en que alcanzó a ver su rostro tenso, vio que estaba aterrorizada.
Bobby tenía que ir en el asiento del pasajero. Transmitió la información al puesto de mando.
– ¿Ha tenido contacto visual con el sospechoso?
– Negativo. Debe ir en el asiento del pasajero.
– Mantenga su posición.
– Y una mierda -masculló John.
Para su gusto, Rowan se había acercado demasiado al punto de intercambio. Avanzó siguiendo una línea paralela a sus pasos. Era difícil mantenerse pegado al suelo, pero la maleza y los arbustos bajos lo ocultaban, a él y a Rowan también.
A unos cien metros de donde se encontraban, Tess detuvo el SUV. John aguantó la respiración, pero sintiéndose sorprendentemente sereno. Al fin y al cabo, se trataba de un operativo, algo para lo cual lo habían entrenado. Si era capaz de separar sus emociones de sus acciones, todo iría bien.
La puerta del pasajero del SUV de Roger se abrió y el director adjunto bajó y se quedó parapetado detrás. Se llevó el móvil a la oreja. A través de su auricular, John escuchó la conversación.
Y se puso a sudar frío, a pesar del calor seco.
– Diga.
Era Bobby MacIntosh al teléfono.
– Estamos listos.
– Yo también. Quiero ver a Lily.
– Yo quiero ver a Tess Flynn.
– ¿No puedes verla? Acaba de llegar.
– Quiero asegurarme de que está bien.
Bobby suspiró.
– ¿Qué pasa? ¿No confías en mí? -Su voz era burlona, estaba demasiado seguro de sí mismo.