Литмир - Электронная Библиотека
A
A

Así se encola uno a sí mismo. Gerti tiene que abrir la boca y aspirar esa aparición. Por lo demás, está bien ir en trineo, pero nunca, por favor, de verdad nunca entre los esquiadores: no pueden soportar ser insultados y molestados, ellos, los últimos erguidos de este mundo, por alguien que va en cuclillas sobre una única tabla perdida. Sus patines de clase media están, muy suyos, en los aparcamientos, y se abren para sus propietarios, a los que el fuego les ha cogido un poco tarde, y se han puesto un tanto morenos. Precisamente aquí puede encontrarlos, ¡mire el mapa adjunto! Usted sólo tiene que creer en algo apropiado y romperle los dientes a alguien por ello. Y dentro de Gerti sigue chisporroteando un hermoso fuego, representado por la figura de un metro de embutido en su boca. ¡Bueno, señores y héroes míos, déjenme echar un vistazo a la pantalla, cada uno de ustedes tiene un miembro emocionante!

No, por el momento no hay repuestos. La tormenta que parte de nuestro dios, el sexo, nos hará correr a todos hacia nuestra perdición por el camino más corto. ¡Pero dejemos al hombre los sentidos, para que pueda meditar en calma sobre sí mismo! Nosotras, las mujeres, simplemente tenemos que arreglarnos mejor y escuchar después el silencio, que retumba a lo lejos, de sus inanimados aparatos, señores, aparatos que aún tiemblan bajo la suave tensión del certificado de garantía esperando que su plazo no expire. ¡En nosotras los hombres sólo piensan en último lugar! Como un extraño penetró Michael, y como un extraño vuelve a salir. Despreciativo, escurre un poco su medio tieso en el rostro de Gerti, que no ha logrado ponerse a salvo a tiempo. Las amigas y amigos, con las frentes hirviendo de risas y de vida, se retiran también a regiones más cálidas, y tiran un poco más de sus fuerzas antes de convertirse en fuerza de trabajo de alto nivel. No hay nada que hacer. ¡Por eso, ve del bar a la vida y no te preocupes! El ábrete Sésamo de Gerti vuelve a la lámpara. Michael, que ni siquiera ha podido entrar en calor para la obertura, ríe de todo corazón. Ahora, como una resfrescante corriente, todos van a apostar a bajar de los Alpes. Así provocan la guerra en este aire claro, sólo para, hijos del valle, poder fustigar una vez más en torno con sus colas. Se alinean impacientes entre aquellos que pronto expirarán en silencio. ¡Den un paso adelante, los que nacieron pobres no les guardan rencor! ¡Conocen bien a los mensajeros por sus padres! Para que no haya malentendidos: Delante de la estación del telesilla, donde el suelo está cubierto de vasitos de plástico. Estos estúpidos que han ido a tierra extraña y se encuentran allí son echados ahora a empujones a un lado, tienen que volver hacia sí mismos. Tener paciencia con los hermosos casetes de larga duración que han coleccionado a lo largo de toda una vida. ¡Sus señores cantan ahora en el coro, y mucho más fuerte! Aparte de esto, la juventud va por libre, y ni siquiera mal.

Comprendo, y usted se siente muy caliente.

No son hijos de la tristeza. Ayudan a la mujer a ponerse de pie, le sacuden el polvo, la nieve cruje riendo debajo de ella. Gracias a estos hijos, no ha tenido que sufrir demasiado. Alguien le aprieta en la mano las bragas mojadas, una postal para que tenga un recuerdo. Incluso le abrochan el abrigo. El ciclo de sus productos corporales empieza a volver a engrasar su cabello como es debido. Ya ha firmado el cheque, habrá que arreglarse los vestidos nuevos en la boutique. Ha querido revestir de nuevo su cuerpo, y sin embargo cada día siente más los pesados sacos que tiene que cargar su piel. No era eso lo que pensaban los chicos y chicas, esos huevos de oro en los nidos de las escuelas de formación general. ¡También a nosotros pueden arrancarnos en cualquier momento de nuestro débil tronco! Entonces, caeríamos como hojarasca en los hermosos jardines de los propietarios, atacados por el mildiú, y la señora directora podría contar y contar, sin reunir un montón decente que poder quemar. Sólo los niños, guiados por el divino, cantan a coro cuando entran a esta casa, y sus padres se mueren de risa sobre una magnífica alfombra. Después no lo oiremos. Ahora, cuando es demasiado tarde, Michael está dispuesto a hablar. Echa mano, con estrépito, a su abrigo y a su vestido, tironea y retuerce riendo sus pezones. La otra mano, la desliza entre las nalgas. Después, le mete una lengua sabia en la boca. El mismo ha retirado voluntariamente el rabo, para reelaborarlo. Siempre está contento cuando puede echarle mano. ¡El tipo siempre está desparramándose! No ha pasado nada más que el tiempo. Las puertas de los coches suenan al cerrarse, y ellos hablan de amigos y alegrías por las que han pagado, en los que se ha confiado como en los aparatos de gimnasia, a los que se posee o que uno mismo tiene que concebir. ¡Pero en vano! Los divinos nunca serán iguales a los hombres, sólo ellos pueden alegrarse de volver a sí mismos. Con desvalimiento, a la gente le baja lo que ha bebido, y le sube también. ¡Si reposara en ellos! Vomitan sobre la nieve, apoyados en sus coches. Las mujeres arman ruido, los niños se lamentan. Bien, el coche se va, pero el contenido de estas personas se queda aquí, y duerme en la Naturaleza, donde ocurre lo verdadero y las mercancías se ven estafadas por sus propias etiquetas. Todos gritan furiosos por durar siempre y poder tener siempre en los brazos a alguien atractivo. Pero los Señores sólo dan de comer una vez al mes, y después nosotros nos derrochamos demasiado, el tiempo lo demostrará.

Gerti es colocada en su coche. ¡Silencio! Se me ayuda a decir: Ha estado en manos y lenguas de la violencia. Casi ha salido corriendo, cambiando furiosa las marchas del tacataca con el que va por la vida. Los cinturones de seguridad son lo que menos sirve para sujetarla, otros encadenados se lo han dicho. Como el artista va hacia el arte, así vienen los niños del pueblo a recibir sus plagas rítmicas de esta mujer. El niño se inclina sobre el violín, el hombre sobre el niño, para castigarlo. El coro de la fábrica canta los domingos para expresar su personalidad. Cantan demasiados, pero lo hacen como una unidad. Este coro existe para que sus miembros tiren como un solo hombre de sus cuerdas vocales, mientras la fábrica escucha en lo alto. De vez en cuando tiene sed, y acoge el rebaño de modo que los postes eléctricos, en el país profundo, oyen el susurro de las pobres gentes que forman la fila. Como niños. Muchos han venido, pero pocos serán los elegidos para cantar un solo. El director tiene el hobby de su trabajo, por eso se encuentra a gusto. Los jóvenes se lanzan a sus vehículos, ahora hay que ir a la residencia de vacaciones, donde podrán meter más en sí mismos y de sí mismos. Todas las habitaciones están reservadas. Una encantadora carretera, que corre por mitad de la llanura, para que todo el mundo tenga su descanso menos los propietarios colindantes, a los que les sangran los oídos de tanto ruido, hasta que ellos mismos pueden irse de vacaciones.

La mujer se lanza a toda velocidad por la carretera. Su razón rabia en su cabeza, y choca contra las paredes del cráneo en que está contenida, es decir, con sus límites. Es perseguida por los esquiadores, que por su parte, en su coche-nido de pájaros (¡a veces son casi tan grandes como armarios, y dentro sólo estos tontitos!), son devueltos piando a sus jaulas. Contemplamos la paz que la Naturaleza ha sembrado en nuestros corazones, y nos la comemos enseguida quitándole el papelito. Solitarias, las bombillas nos alumbran. Se recogen los últimos desechos. Los padres de familia caen, siguiendo sus caprichosas ocurrencias, sobre sus nada allegados, y se ponen en celo al final del día, buscando algo más que llevarse a la boca. Entonces, del apagado bosque sale un reno, enseguida lo llevamos con nosotros, lo vamos a engrasar con la mantequilla de nuestros bocadillos. Mastican una y otra vez, y después se calman con un hermoso libro y un programa torcido. Los últimos incansables suben una vez más la estrecha senda para enseguida precipitarse abajo, mientras por las orillas del río ya se deslizan los animales, a los que el paisaje será entregado a las 17 horas. Por pereza, los nativos se quedan en sus casas, los hombres se entregan al aparato de televisión, en el que contemplan animales y paisajes y pueden aprender algo sobre sus propias e insensatas costumbres. Las mujeres no tienen trabajo. El viento sopla sobre las cumbres y calma el dolor, lo necesario para poderse distraer con una serie sobre cerveceros y aceiteros. Sí, la televisión es casi demasiado rápida para el caso, es decir: para el botón con el que ellos se desconectan y el aparato se conecta.

El día ya no mantiene seriamente la intención de ser azul. Por el camino, Gerti descansa a fondo en una taberna. Qué maravillosa se ve venir la nieve desde lejos. Ella bebe por inclinación a beber, otros beben por obligación, bien distintos de los amores, que piden alegremente algo de beber como piden que el aire juegue con ellos cuando bajan silbando pendiente abajo. Un rebaño entero, que culmina el día, se apretuja en el mostrador y se llena hasta los topes. La Naturaleza vuelve a ser sencilla y monocroma. Mañana volverán a despertarla las voces humanas y, con alegres martillazos, su público bajará dando golpes por las pistas. Sí, el público se ha retirado por entero de la alfombra de la Naturaleza, pero el colorido de la jornada está todavía pegado a él, el local está lleno hasta los topes de estos turistas. El germen de una pelea por el abrevadero de los hombres es ahogado por la posadera. Qué bien, venimos de la alegre lejanía, hemos sido lanzados de la montaña al valle y ya estamos repletos de cerveza. Un par de leñadores, los servidores más queridos de las montañas, alborotan ya, atizados por los urbanitas, en el local, antes de cortar como hachas a sus mujeres la única pierna que les queda. Gerti se sienta silenciosa, con el ceño fruncido, entre los clientes, que tienen que embutir su propia merienda y una guarnición de ensalada. Mañana mismo, o esta noche, esta mujer estará ante la residencia de vacaciones de Michael y atisbará por las ventanas cómo sus amigos utilizan sus bienes. Y ella, la rechazada, desaparecerá en la lejanía, nadie sabe dónde, como un alegre pensamiento. Mientras su marido rotura la comarca y asesina la música. Tengo frío. Los unos se han metido en los otros, hurgando todos en la basura en busca de la imagen amada que ayer se abrió ante ellos en la tienda de fotos. Ayer aún. Y hoy ya están buscando una nueva pareja, para conjurar mágicamente una sonrisa en su rostro, antes de abrazarla. ¡Sí, nosotras! Nos presentamos llenas de pena, y queremos estar guapas también para otros, porque nos lo hemos gastado todo en nuestra ropa, que ahora nos falta, cuando tenemos que desnudarnos y derrocharnos ante nuestro amante. Pero por lo pronto esta mujer se alimenta de alcohol; y la cosecha de otras personas, que también se atiborran en su abigarrada variedad, no les aporta nada. Se alza una ligera controversia en torno a su abrigo de nutria, que un esquiador ha pisado, pero pronto se calma. Esta multitud bajo la lámpara rústica: cómo imponen sus formas en los

32
{"b":"94205","o":1}