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10 La derrota de Narayan

"Si necesitara otra prueba de la mano de la Providencia en mi trayectoria, sólo tendría que fijarme en los sucesos que desencadenaron la caída de Shri Narayan", escribía Ganesh en Los años de culpa .

En Trinidad no es de buena educación mirar mal a una persona porque se sepa que no utiliza bien los fondos públicos. En cuanto se le descubre, el pobre es objeto de tal ridículo que hasta le dedican letrillas. Después de que apareciera The Dharma, Narayan ya no tuvo salida.

– Es tu oportunidad para rematarle, pandit -dijo Beharry-. Dos o tres meses para recobrarse y ¡zas!: la gente deja de reírse y vuelve a hacerle caso.

Pero nadie era capaz de trazar un plan.

Léela dijo:

– Yo haría lo que mi padre: unos buenos zurriagazos. Beharry sugirió más conferencias. El chico dijo:

– Pandit, secuestra a ese hijo de perra.

Swami y Partap pensaron un montón, pero no se les ocurrió nada.

Era la época de las bodas hindúes, y la Gran Eructadora estaba muy ocupada.

La mooma de Suruj seguía pensando cuando, para desgracia de Narayan, intervino el Destino.

Dos días después de la publicación del Primer Volumen, Número Uno de The Dharma, se anunciaba en The Trinidad Sentinel que un industrial hindú de la India había ofrecido treinta mil dólares para la mejora del nivel cultural de los hindúes de Trinidad. El dinero lo tendría en depósito el gobierno de Trinidad hasta poder entregarlo a un grupo hindú competente.

Narayan se apresuró a proclamar que la Asociación Hindú, cuya presidencia tenía el honor de ocupar, era suficientemente competente como para hacerse cargo de los treinta mil dólares.

Léela dijo:

– Si se les deja, se podrían hacer cargo de mucho más.

– El propio Dios nos envía esta oportunidad, pandit -incitó Beharry-. Pero tienes que actuar rápido. La Asociación de Narayan celebra su segunda asamblea general dentro de cuatro semanas. ¿No podrías hacer algo allí?

– No paro de pensar en ello -contestó Ganesh, y durante unos momentos Beharry reconoció al Ganesh de antes, el de los tiempos premísticos.

Cuatro días más tarde, el corresponsal de The Sentinel en San Fernando informaba de que el pandit Ganesh Ramsumair, de Fuente Grove, estaba planeando la formación de una asamblea representativa de los hindúes de Trinidad que se conocería como Liga Hindú.

Aquel mismo día, Narayan aseguraba en una entrevista que la Asociación Hindú era el único grupo representativo de los hindúes de Trinidad. Tenía un buen historial en actividades benéficas, estaba fundada mucho antes de que ni siquiera se pensara en la creación de la Liga y todas las personas honradas sabían que la Liga se iba a formar únicamente por la perspectiva de los treinta mil dólares.

Las cartas de ambos bandos llegaron volando a The Sentinel.

Por último, se anunció que la reunión inaugural de la Liga Hindú se celebraría en la residencia del pandit Ganesh Ramsumair en Fuente Grove. Tendría carácter privado.

Aquel sábado por la tarde, en la planta baja de la casa de Ganesh se reunieron unos cincuenta hombres, la mayoría antiguos clientes. Entre ellos había abogados y procuradores, pasantes, taxistas, dependientes y obreros. Sin querer correr riesgos, Léela les sirvió Coca-Cola aguada en tazas de esmalte.

Ganesh se sentó sobre unos cojines de color naranja en una tribuna bajo una talla de Hanuman, el dios mono. Recitó una larga plegaria en hindi, y después roció a los asistentes con agua de un jarro de latón sirviéndose de una hoja de mango.

Sentado con las piernas cruzadas en un charpoy junto al chico, Partap dijo en hindi:

– Agua del Ganges. El chico replicó:

– ¡Vete a Francia!

Ganesh les hizo prestar un terrible juramento de secreto.

Después se levantó y se echó la chalina verde sobre el hombro.

– Lo que quiero decir hoy es muy sencillo. Queremos emplear bien el dinero que se nos dé, y al mismo tiempo impedir a Narayan que siga creando problemas. Dice que es competente para hacerse cargo del dinero. Nosotros lo sabemos.

Hubo risas. Ganesh tomó un sorbo de Coca-Cola de un vaso de los bonitos.

– Para conseguir el dinero, no sólo tenemos que eliminar a Narayan. Tenemos que formar un grupo unido de hindúes. Se oyeron gritos de aprobación.

– La Asociación Hindú no es un grupo muy grande. Aquí somos más que en la Asociación Hindú. Quieren captar más miembros, y os he reunido hoy aquí para rogaros que forméis vuestras propias secciones de la Asociación Hindú.

Murmullos.

El chico dijo:

– Pero yo creía que hoy íbamos a formar la Liga Hindú.

Ganesh levantó una mano.

– Hago esto únicamente por la unidad de los hindúes de Trinidad.

Varias personas gritaron en hindi:

– ¡Larga vida a Ganesh!

– ¿Pero y la Liga? -insistió el chico.

– No vamos a formar la Liga. Dentro de menos de tres semanas la Asociación Hindú celebrará su segunda asamblea general. Se elegirán muchos cargos y espero veros a todos vosotros entre ellos.

Los asistentes aplaudieron.

Swami se puso de pie con dificultad.

– Señor presidente Ganesh, ¿puedo preguntarle cómo piensa que va a ocurrir tal cosa?

Los asistentes aplaudieron otra vez y Swami volvió a sentarse.

– Ese es el problema: ¿cómo ganar las elecciones en la asamblea general de la Asociación? La solución: teniendo más delegados que nadie. ¿Cómo tener delegados? Formando más secciones. Espero que los cincuenta aquí presentes formen cincuenta secciones. Cada sección enviará tres delegados a la asamblea.

Swami volvió a ponerse de pie.

– Señor presidente Ganesh, ¿puedo preguntarle cómo nos va a proporcionar a todos y cada uno de los aquí presentes tres delegados, sahib?

– Hay… hay cientos de personas dispuestas a hacerme un favor. El chico se levantó entre los aplausos dirigidos a Swami y Ganesh.

– Sí, parece buena idea. Pero, ¿cómo sabemos que Narayan no va a hacer lo mismo?

Murmullos: "El chico es pequeño pero listo" y "¿De quién es hijo?".

Swami se levantó casi en cuanto se hubo sentado. Le dedicaron más aplausos. Sonrió, tocó la carta que llevaba en el bolsillo de la camisa y extendió una mano para que cesara la ovación.

– Señor presidente Ganesh, sahib, con su permiso, sahib, voy a contestar a la pregunta del chico. Al fin y al cabo, es mi sobrino, el hijo de mi hermana.

Ovación estruendosa. Gritos de: "¡Chist! ¡Chist! ¡Vamos a oír qué dice!"

– Me parece a mí, señor presidente Ganesh, que la pregunta del chico casi se contesta a sí misma, sahib. En primer lugar, ¿quién va a tomarse a Narayan en serio? ¿Quién le va a hacer caso? Señor presidente Ganesh, yo soy el director general de The Dharma. Esa revista ha convertido a Narayan en el hazmerreír de todos. En segundo lugar, sahib, Narayan no tiene cabeza para hacer una cosa así.

Risas.

Swami volvió a levantar una mano.

– En tercer y último lugar, sahib, está el factor sorpresa. Ese es el factor que va a derrotar a Narayan.

Gritos de: "¡Larga vida a Swami! ¡Larga vida al sobrino de Swami!".

Partap preguntó:

– ¿Y el transporte, pandit? Estaba pensando que podría coger varias furgonetas de los Paquetes Postales…

– Yo tengo cinco taxis -replicó Ganesh-. Y muchos amigos que son taxistas.

Los taxistas allí presentes se rieron. Ganesh pronunció el discurso de clausura.

– Recordad: sólo estamos luchando contra Narayan. Recordad: luchamos por la unidad de los hindúes. -Y antes de que se dispersaran, gritó para infundir ánimos-: ¡No olvidéis que os respalda una revista!

Al día siguiente, domingo, The Sentinel informaba de la creación de la Liga Hindú. Según el presidente, el pandit Ganesh Ramsumair, la Liga ya tenía veinte secciones.

El martes -The Sentinel no se publica los lunes-, Narayan anunció que la Asociación Hindú tenía treinta secciones. El miércoles, la Liga anunció que tenía cuarenta secciones. El jueves, la Asociación había doblado el número de miembros y tenía sesenta. La Liga guardó silencio el viernes. El sábado, la Asociación aseguraba contar con ochenta secciones. Nadie dijo nada el domingo.

El martes Narayan declaró en una conferencia de prensa que saltaba a la vista que la Asociación Hindú era el grupo hindú más competente y que iba a presionar para obtener la dotación de treinta mil dólares inmediatamente después de la elección de cargos en la segunda asamblea general del domingo.

La Asociación Hindú se reuniría en Carapichaima, en el salón de la Sociedad de Socorro Mutuo, un edificio grande, como una escuela de misión con columnas de más de tres metros de altura y tejado piramidal de hierro galvanizado. De cemento en la planta de arriba y enrejado alrededor de las columnas en la de abajo. Un gran letrero negro y plateado proclamaba con elocuencia las ventajas de la Sociedad, que incluían "el entierro gratuito de sus miembros".

La segunda asamblea general de la Asociación Hindú debía comenzar a la una del mediodía, pero cuando llegaron Ganesh y sus seguidores en varios taxis, alrededor de la una y media, sólo vieron a tres hombres vestidos de blanco, entre ellos un negro alto de larga barba con aspecto de santo.

Ganesh había advertido de que podía haber intercambio de golpes, en cuanto el taxi llegara a Carapichaima. Swami, armado con un grueso bastón poui, se sentó en el borde del asiento y gritó:

– ¿Dónde está Narayan? Narayan, ¿dónde estás? ¡Hoy quiero verte la cara!

Después se tranquilizó.

Los hombres de Ganesh invadieron inmediatamente el lugar. Dando muestras de una iniciativa que sorprendió a Ganesh, Swami se unió al grupo de avanzadilla.

– Narayan no está -dijo el chico con alivio.

Swami golpeó el suelo cubierto de polvo con el bastón.

– Es una trampa, sahib. Y hoy es el día que quería ver a Narayan. Después volvió Partap, con la noticia de que los delegados de la Asociación Hindú estaban comiendo en una habitación del piso de arriba.

Ganesh, con Swami, Partap y el chico cruzaron el patio de tierra y asfalto, hasta la escalera de madera en un lateral del edificio. El chico dijo:

– Más os vale protegerme como es debido, ¿entendido? Como me peguen, lo vais a pagar muy caro. A mitad de los escalones Swami gritó:

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