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El chico respondió:

– A mí me da la impresión de ser de los Paquetes Postales. Ganesh dijo:

– ¿Lo ves como todos dicen que parece que eres de los Paquetes Postales? Venga, a sentarse y a portarse como uno de los Paquetes Postales. Siéntate y tranquilízate. Un poquito de Coca-Cola. ¡Anda! ¿Dónde están los vasos?

Léela dio un patadón en el suelo.

– No pienso darles Coca-Cola a estos analfabetos en mis vasos, con lo bonitos que son. Swami dijo:

– Perdón, maharaní.

Pero Léela ya había salido de la habitación.

Partap dijo, al tiempo que se sentaba:

– Perdón, pero los errores son fidedignos. Se me había olvidado el nombre de la revista de Narayan, nada más.

– ¿Qué os parece The Sanatanist? -preguntó Swami.

El chico contestó:

– No.

Ganesh le miró.

– ¿No?

– Es fácil darle la vuelta -dijo el chico-. Sería muy fácil cambiarlo por The Sanatanist the Satanist. Y además, mi padre no es sanatanista. Nosotros somos arios.

Así que los hombres se pusieron a pensar otra vez.

Swami le preguntó al chico:

– ¿Has pensado algo ya?

– ¿Qué crees que soy? ¿Pensador profesional? Partap dijo:

– No te pongas así. Si se te ocurre algo, nos lo cuentas, Ganesh dijo:

– Somos hombres hechos y derechos. Vamos a olvidarnos del chico.

El chico dijo:

– Vale, no os preocupéis más. Es fácil. El nombre que andáis buscando es The Dharma, la fe.

Ganesh escribió el nombre en la parte superior de la primera página y sombreó las letras.

El chico dijo:

– Me sorprende que unos hombres hechos y derechos estén aquí venga a beber Coca-Cola y hablando de su experiencia y que no se preocupen de los anuncios.

Aún nervioso, Partap se puso locuaz.

– Estaba yo hablando con el jefe de los Paquetes Postales la semana pasada, sin ir más lejos, y me contó que en América e Inglaterra -él estuvo allí de permiso antes de la guerra- tienen hombres hechos y derechos que se pasan el día escribiendo anuncios.

Swami dijo:

– Yo es que ya no tengo los contactos que tenía antes para lo de los anuncios.

Ganesh le preguntó al chico:

– ¿Tú crees que nos hacen falta? Intervino Swami:

– ¿Por qué le preguntas al chico? Si quieres mi consejo, pues mira, te lo digo bien claro: que una revista, a no ser que lleve anuncios, no parece nada y la gente piensa que nadie la lee.

Partap dijo:

– Si no ponemos anuncios, hay que llenar más columnas. Dos y dos son cuatro, y con las cuatro columnas de la última página nos ponemos en ocho, y una en la primera…

Ganesh dijo:

– Pondremos anuncios, y yo conozco a alguien que seguro que quiere anunciarse. Beharry. Almacenes Beharry. En primera página.

– ¿A quién más conocéis? -preguntó el chico. Partap arrugó la frente.

– Lo mejor va a ser nombrar un administrador. Swami sonrió a Partap.

– Qué buena idea. Y yo pienso que el más adecuado para el cargo es el pandit Ganesh. El voto fue unánime. El chico le dio un codazo a Swami, y Swami dijo:

– Y pienso que tenemos que nombrar un subdirector. El más indicado es aquí el chico.

Aquello quedó solucionado. Después decidieron que, en la primera página de The Dharma, Swami figurase como director general y Partap como director adjunto.

Durante los dos o tres meses siguientes, hubo veces en que Ganesh se arrepintió de haberse metido en el periodismo. Las distribuidoras de películas tenían una actitud muy grosera. Decían que ya tenían suficientes anuncios, como si dudaran de que una crítica de The Dharma , por favorable que fuese, pudiera estabilizar la industria cinematográfica de la India. Eso argumentaba Ganesh: "La industria cinematográfica india no es tan saneada como parece", decía. "Que se acaben las consecuencias de la guerra y entonces, ¡pum!, las cosas se pondrán feas." Los ejecutivos le aconsejaban que se limitara a la religión y dejara en paz la industria cinematográfica.

"De acuerdo. Ni una crítica. Ni una palabra", amenazó Ganesh. "The Dharma hará caso omiso de la existencia del cine indio." Recapacitó rápidamente al ver que las dos columnas sobre cultura de la página dos se quedaban en blanco y se ablandó. "Siento haberme enfadado", escribió. "Pero mi actitud hacia ustedes no estará influida por su actitud hacia mí." Sin embargo, las distribuidoras de películas siguieron negándose a dar entradas gratis a The Dharma y Ganesh tuvo que darle dinero al chico para que fuera a ver dos películas y escribiera la crítica.

Ser el administrador le resultaba embarazoso. Suponía ir a ver a una persona que ya conocía y hablar sobre la situación en la India antes de lanzarse a pedirle un anuncio. Y además no era muy sensato, porque Ganesh no quería que se supiera que tenía una relación demasiado estrecha con The Dharma.

Acabó por abandonar la idea de poner anuncios. De los clientes que eran tenderos sacó dos o tres centímetros de publicidad; pero después decidió publicar anuncios no solicitados. Pensó en todas las tiendas y redactó anuncios para ellas. Un asunto complicado, porque casi todas las tiendas eran muy parecidas y no resultaba satisfactorio escribir algo como "Los mejores productos a precios sin rival", o "Artículos de primera calidad a precios competitivos". Al final se lo inventó, con descripciones de gangas superlativas en tiendas ficticias de pueblos desconocidos. Swami estaba contento.

– Una obra maestra, sahib. Partap preguntó:

– Este sitio del que hablas, Los Rosales, ¿dónde está?

– ¿Saldos Keskidee? Recién abierto. La semana pasada, sin ir más lejos.

El chico entregó críticas difamatorias sobre las películas.

– Mira, esto no lo podemos publicar -dijo Ganesh.

– Para ti es muy fácil hablar. Tú lo único que haces es ir por ahí buscando anuncios. Yo me tuve que pasar seis horas viendo esas dos películas.

Hubo que volver a escribir las críticas.

El chico dijo:

– Pandit, es tu revista. Si me haces mentir, es cosa tuya.

– ¿Qué pasa con lo de tu artículo sobre el Fondo para los Indigentes, sahib?

– Aquí lo tengo. Narayan va a ser el hazmerreír de todos. Y con la crónica de Léela que voy a publicar al lado, Narayan se va enterar de lo que es bueno.

Les enseñó la crónica.

– ¿Qué son todas estas manchas? -preguntó el chico.

– Para corregir los signos de acentuación.

– Pues es una crónica bien bonita, sahib. Swami lo dijo en tono melifluo. Decía lo siguiente:

CRÓNICA DE MIS ACTIVIDADES BENÉFICAS

Léela Ramsumair

1. En noviembre del pasado año atendí con toda humildad a 225 indigentes, en forma de dinero y refrigerios. Los gastos de tal invitación fueron cubiertos con aportaciones, donadas de buen grado, de particulares de Trinidad.

2. En diciembre atendí a 213 niños pobres. Los gastos fueron cubiertos por mi marido, Pandit Ganesh Ramsumair, licenciado, místico, y por mí.

3. El 1 de enero el doctor C. V. R. Swami, periodista hindú y organizador religioso, me abordó con una petición de ayuda monetaria inmediata. Había organizado una reunión religiosa de siete días, dando de comer a una media de hasta 200 brahmanes per diem, además de otras 325 personas, aproximadamente (según los cálculos del doctor Swami). Se le terminó la comida. Le presté ayuda económica. Por consiguiente, el día 7 y el último día de la reunión religiosa, pudo dar de comer a más de 500 brahmanes, además de 344 indigentes.

4. En febrero fui a la finca de Sweet Pastures, donde me vi ante unos 425 niños. Todos eran indigentes. Les di comida, y juguetes a 135 de los más pobres.

5. En marzo, en mi residencia de Fuente Grove, atendí a más de 42 niños de los más pobres. Considero que debo declarar que, si bien di de comer a todos, sólo pude entregar ropas a 12 de los más pobres.

6. Al presentar esta incompleta crónica al público examen de los trinitenses, deseo que sea públicamente sabido que es mucho lo que debo a los particulares trinitenses que de tan buen grado donaron dinero para el consuelo y alivio de los niños más pobres sin distinción de raza, casta, color o credo.

The Dharma fue a imprenta.

El chico se encargó de la composición con gran entusiasmo. Puso un titular en letras grandes en la primera página y otro en la tercera. En la parte superior de la tercera insertó, en bastardilla del veinticuatro:

Hoy en día, el avión es algo que se suele ver desde cualquier sitio y también se suele creer que el progreso en este terreno se remonta a los últimos cuarenta años. Pero unas diligentes investigaciones están demostrando que no es así, y en este docto despacho, el doctor C. V. R. Swami muestra que hace dos mil años ya existía…

Y en enorme negrita:

LA AVIACIÓN EN LA ANTIGUA INDIA

Se lo sabía todo sobre los encabezamientos y los ponía cada dos párrafos. El último párrafo de cada artículo iba en bastardilla, y el último renglón en negrita.

Basdeo, el impresor, le dijo más adelante a Ganesh:

– Sahib, como me vuelvas a mandar a ese chico con algo para imprimir, le retuerzo el pescuezo.

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