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A

– rebosa mano, rebosa boca-,

y a la Pampa que es de su viento

y al alma hija del Dios tremendo…

Te digo adiós y aquí te dejo,

como te hallé, sentada en dunas.

Te encargo tierras de la América,

¡a ti tan ceiba y tan flamenco,

y tan andina y tan fluvial

y tan cascada cegadora

y tan relámpago de la Pampa!

Guarda libre a tu Argentina

el viento, el cielo y las trojes;

libre la Cartilla, libre el rezo,

libre el canto, libre el llanto,

el pericón y la milonga,

libre el lazo y el galope

¡y el dolor y la dicha libres!

Por la Ley vieja de la Tierra;

por lo que es, por lo que ha sido,

por tu sangre y por la mía,

¡por Martín Fierro y el gran Cuyano [33]

y por Nuestro Señor Jesucristo!

Biografia

Seudónimo de Lucila Godoy Alcayaga (1889-1957), poetisa, diplomática y además una destacada educadora, que manifestó una temprana vocación por el magisterio y llegó a ser directora de varios liceos fiscales a lo largo del país. Su fama como poetisa comenzó en 1914, luego de haber sido premiada en unos Juegos Florales por sus Sonetos de la Muerte. A este concurso se presentó con el seudónimo que la acompañaría toda su vida.

Viajó por el mundo cooperando con la educación, estudiando las escuelas y métodos educativos de diversos países. Profesora invitada de las universidades de Barnard, Middlebury y Puerto Rico. A partir de 1933 y durante veinte años, desempeñó el cargo de cónsul de Chile en ciudades como Madrid, Lisboa y Los Angeles, entre otras. Su poesía llena de calidez, emoción y marcado misticismo, ha sido traducida al inglés, francés, italiano, alemán y sueco.

Sus diversos poemas escritos para los niños se recitan y cantan en diversos países del mundo. En 1945 se convirtió en la primera, entre escritoras y escritores latinoamericanos, en recibir el Premio Nobel de Literatura. Posteriormente, en 1951, se le concedió el Premio Nacional de Literatura. Entre sus obras más famosas se cuentan Desolación (1922), Ternura (1924), Tala (1938) y Lagar (1954).

[1] Salomón.

[2] Cuantos trabajan con la expresión rimada, más aún con la cabalmente rimada, saben que la rima, que escasea al poco andar se viene sobre nosotros en una lluvia cerrada, entrometiéndose dentro del verso mismo, de tal manera que, en los poemas largos, ella se vuelve lo natural y no lo perseguido… En este momento, rechazar una rima interna llega a parecer… rebeldía artificiosa. Ahí he dejado varias de esas rimas internas y espontáneas. Rabie con ellas el de oído retórico, que el niño o Juan Pueblo, criaturas poéticas cabales, aceptan con gusto la infracción.

[3] No sólo en la escritura sino también en mi habla, dejo por complacencia, mucha expresión arcaica, sin poner más condición al arcaísmo que la de que esté vivo y sea llano. Muchos, digo, y no todos los arcaísmos que me acuden y que sacrifico en obsequio de la persona anti-arcaica que va a leer. En América esta persona resulta siempre ser una capitalina. El campo americano -y en el campo yo me crié- sigue hablando su lengua nueva veteada de ellos. La ciudad, lectora de libros doctos, cree que un tal repertorio arranca en mí de los clásicos añejos, y la muy urbana se equivoca

[4] San Francisco de Sales.

[5] La chilenidad en su aspecto fuerte y terco.

[6] Nombre popular de los cerros que tienen un crucifijo en Europa.

[7] Albricia mía: En el juego de las Albricias que yo jugaba en mis niñeces del valle de Elqui, sea porque los chilenos nos evaporamos la s final, sea porque las albricias eran siempre cosa en singular -un objeto escondido que se buscaba- la palabra se volvía una especie de sustantivo colectivo. Tengo aún en el oído los gritos de las buscadoras y nunca más he dicho la preciosa palabra sino como la oí entonces a mis camaradas de juego.

La feliz criatura que inventó la expresión donosa y la soltó en el aire, vio el contenido de ella en pluralidad, como una especie de gajo de uvas o de puñado de algas, y en plural la dio, puesto que así la veía. El sentido de la palabra en la tierra mía es el de suerte, hallazgo o regalo. Yo corrí tras la albricia en mi valle de Elqui, gritándola y viéndola en unidad. Puedo corregir en mi seso y en mi lengua lo aprendido en las edades feas -adolescencia, juventud, madurez-, pero no puedo mudar de raíz las expresiones recibidas en la infancia. Aquí quedan, pues, esas albricias en singular…

[8] " La Aventura " quise llamarla; mi aventura con la Poesía…

[9] Ya otras veces ha sido (para algún místico), el cuerpo la sombra y el alma la "verdad verídica". Como aquí.

[10] El llamado “bálsamo del Perú”.

[11] Nombre indígena de Yucatán.

[12] Castellanizo la palabra ajena Rock.

[13] La Pirámide del Sol en México.

[14] Bárbaros, en su recto sentido de ajenos, de extraños.

[15] El Cauca y el Magdalena.

[16] "Chasquis", correos quechuas.

[17] Puelche viento de la Patagonia.

[18] Quetzalcóatl, la serpiente emplumada dc los aztecas.

[19] Espíritus juguetones del agua.

[20] Alusión al fresco del maíz de Diego Rivera llamado "Fecundación".

[21] Cactus cirial simple.

[22] "Milpa", el maizal en lengua indígena.

[23] Especies coloreadas del maíz

[24] Dios máximo de los quechuas.

[25] Falta la rima final, para algunos oídos. En el mío, desatento y basto, la palabra esdrújula no da rima precisa ni vaga. El salto del esdrújulo deja en el aire su cabriola como una trampa que engaña al amador del sonsonete. Este amador, persona colectiva que fue millón, disminuye a ojos vistas, y bien se puede servirlo a medias, y también dejar de servirlo…

[26] El español dice foete; nosotros, fuete.

[27] Esta imaginería tropical vivida en un valle caliente, aunque sea cordillerano, tenía su razón de ser. El hacendado don Adolfo Iribarren -Dios le dé bellas visiones en el cielo-, por una fantasía rara de hallar en hombre de sangre vasca, se había creado, en su casa de Montegrande, casi un parque medio botánico y zoológico. Allí me había yo de conocer el ciervo y la gacela, el pavo real, el faisán y muchos árboles exóticos, entre ellos el flamboyán de Puerto Rico, que él llamaba por su nombre verdadero de "árbol del fuego" y que de veras ardía en el florecer, no menos que la hoguera.

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