y el morado vértigo
fue lo recogido."
"En los filos altos
del alma he vivido:
donde ella espejea
de luz y cuchillos,
en tremendo amor
y en salvaje ímpetu,
en grande esperanza
y en rasado hastío.
Y por las cimeras
del alma fui herido."
"Y ahora me llega
del mar de mi olvido
ademán y seña
de mi Jesucristo
que, como en la fábula,
el último vino,
y en redes ni cáñamos
ni lazos me ha herido."
"Y me doy entero
al Dueño divino
que me lleva como
un viento o un río,
y más que un abrazo
me lleva ceñido,
en una carrera
en que nos decimos
nada más que "¡Padre!"
y nada más que "¡Hijo!"
Recados
"RECADOS"
Las cartas que van para muy lejos y que se escriben cada tres o cinco años, suelen aventar lo demasiado temporal -la semana, el año- y lo demasiado menudo -el natalicio, el año nuevo, el cambio de casa-. Y citando, además, se las escribe sobre el rescoldo de una poesía, sintiendo todavía en el aire el revoloteo de un ritmo sólo a medias roto y algunas rimas de esas que llamé entrometidas, en tal caso, la carta se vuelve esta cosa juguetona, tirada aquí y allá por el verso y por la prosa que se la disputan.
Por otra parte, la persona nacional con quien se vivió (personas son siempre para mí los países) a cada rato se pone delante del destinatario y a trechos lo desplaza. Un paisaje de huertos o de caña o de cafetal, tapa de un golpe la cara del amigo al que sonreíamos; un cerro suele cubrir la casa que estábamos mirando y por cuya puerta la carta va a entrar llevando su manojo de noticias.
Me ha pasado esto muchas veces. No doy por novedad tales caprichos o jugarretas: otros las han hecho y, con más pudor que yo, se las guardaron. Yo las dejo en los suburbios del libro, "fuora dei muri", como corresponde a su clase un poco plebeya o tercerona. Las incorporo por una razón atrabiliaria, es decir, por una loca razón, como son las razones de las mujeres: al cabo estos Recados llevan el tono más mío, el más frecuente, mi dejo rural en el que he vivido y en el que me voy a morir.
RECADO DE NACIMIENTO PARA CHILE
Miamigo me escribe: "Nos nació una niña."
La carta esponjada me llega
de aquel vagido; y yo la abro y pongo
el vagido caliente en mi cara.
Les nació una niña con los ojos suyos,
que son tan bellos cuando tiene dicha,
y tal vez con el cuello de la madre
que es parecido a cuello de vicuña.
Les nació de sorpresa una noche
como se abre la hoja del plátano.
No tenía pañales cortados
la madre, y-rasgó el lienzo al dar su grito.
Y la chiquita se quedó una hora
con su piel de suspiro,
como el niño Jesús en la noche,
lamida del Géminis, el León y el Cangrejo,
cubierta del Zodíaco de enero.
Se la pusieron a la madre al pecho
y ella se vio como recién nacida,
con una hora de vida y los ojos
pegados de cera…
Le decía al bultito los mismos primores
que María la de las vacas, y María la de las cabras:
"Conejo cimarrón", "Suelta de talle"… [29]
Y la niña gritaba pidiéndole
volver donde estuvo sin cuatro estaciones…
Cuando abrió los ojos,
la besaron los monstruos arribados:
la tía Rosa, la “china”Juana,
dobladas como los grandes quillayes
sobre la perdiz de dos horas.
Y volvió a llorar despertando vecinos,
noticiando al barrio,
importante como la Armada británica,
sin querer aplacarse hasta que todos hubiesen sabido…
Le pusieron mi nombre,
para que coma salvajemente fruta,
quiebre las hierbas donde repose
y mire el mundo tan familiarmente
como si ella lo hubiese creado, y por gracia…
Mas añadieron en aquel conjuro
que no tenga nunca mi suelta imprudencia,
que no labre panales para osos
ni se ponga a azotar a los vientos…
Pienso ahora en las cosas pasadas,
en esa noche cuando ella nacía
allá en un claro de mi Cordillera.
Yo soñaba una higuera de Elqui
que manaba su leche en mi cara.
El paisaje era seco, las piedras,
mucha sed, y la siesta, una rabia.
Me he despertado y me ha dicho mi sueño:
– "Lindo suceso camina a tu casa."
Ahora les escribo los encargos:
No me le opriman el pecho con faja.
Llévenla al campo verde de Aconcagua,
pues quiero hallármela bajo un aromo
en desorden de lanas, y como encontrada.
>Guárdenle la cerilla del cabello,
porque debo peinarla la primera
y lamérsela como vieja loba.
Mézanla sin canto, con el puro ritmo
de las viejas estrellase.
Ojalá que hable tarde y que crezca poco;
como la manzanilla está bien.
Que la parturienta la deje
bajo advocación de Marta o Teresa.
Marta hacía panes
para alimentar al Cristo hambreado
y Teresa gobernó sus monjas
como el viejo Favre sus avispas bravas…
Yo creo volver para Pascua
en el tiempo de tunas [30] fundidas
y cuando en vitrales arden los lagartos.
Tengo mucho frío en Lyon
y me abrigo nombrando el sol de Vicuña.
Me la dejarán unas noches
a dormir conmigo.
Ya no tengo aquellas pesadillas duras
y vuelta el armiño, me duermo tres meses.
Dormiré con mi cara tocando
su oreja pequeña,
y así le echaré soplo de Sibila.
(Kipling cuenta de alguna pantera
que dormía olfateando un granito
de mirra pegado en su pata…) [31].
Con su oreja pequeña en mi cara,
para que, si me muero, me sienta,
pues estoy tan sola
que se asombra de que haya mujer así sola
el cielo burlón,
y se para en tropel el Zodíaco
a mirar si es verdad o si es fábula
esta mujer que está sola y dormida.