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XIV. INTENTAR APARIENCIAS

Don Juan quiso que hiciéramos un viaje más a las montañas antes de que yo volviera a mi casa, pero no llegamos a hacerlo. En cambio, me pidió que lo llevara en mi auto a la ciudad de Oaxaca. Necesitaba hacer allí algunas diligencias.

Por el camino hablamos de todo, menos del intento. Fue un descanso que me sentó muy bien.

Por la tarde, una vez que él hubo terminado con sus diligencias, nos sentamos en la plaza, en su banco favorito. El lugar estaba desierto. Yo me sentí muy cansado y soñoliento. Pero inesperadamente me animé. Mi mente se aclaró tanto que me asusté.

Don Juan advirtió inmediatamente el cambio y luego hizo algo extraordinario: agarró un pensamiento de mi mente misma, o tal vez fui yo quien lo agarró de la suya.

– Si piensas acerca de la vida en términos de horas y no de años, nuestra vida es inmensamente larga -dijo-. Aunque pienses en términos de días, la vida es interminable.

Eso era exactamente lo que yo estaba pensando. Quise mostrar mi asombro y hacerle mi pregunta habitual: "¿Cómo hizo usted eso?" Pero él me mandó callar y pasó a decirme que los brujos contaban la vida en horas: y que en una hora le era posible a un brujo vivir, en intensidad, el equivalente de una vida normal. Esa intensidad es una ventaja, dijo, cuando se trata de acumular información en el movimiento del punto de encaje.

Le pedí que me explicara en más detalle eso de acumular información en el movimiento del punto de encaje. Mucho tiempo antes me había recomendado que, en vez de tomar notas de nuestras conversaciones, cosa muy incómoda y engorrosa, guardara toda la información obtenida sobre el mundo de los brujos, no en papel ni en mi mente, sino en el movimiento de mi punto de encaje.

– El punto de encaje, con el más ínfimo movimiento crea islas de percepción totalmente aisladas -me dijo-. Información acerca de la complejidad de la conciencia de ser se puede acumular allí.

– Pero ¿cómo se puede acumular información en algo tan vago, que no tiene forma? -pregunté.

– La mente es igualmente vaga y tampoco tiene forma, sin embargo confías en ella, porque te es familiar -replicó-. Aún no tienes la misma familiaridad con el movimiento del punto de encaje, pero no es ni más mi menos vago que la mente.

– Lo que quiero preguntar es ¿cómo se almacena la información? -insistí.

– La información se almacena en la experiencia misma; es decir, en la posición que el punto de encaje tiene al momento de la experiencia -me explicó-. Luego, cuando el brujo mueve otra vez su punto de encaje al sitio exacto en donde estaba, revive toda la experiencia. A eso, cómo ya lo sabes, los brujos llaman "acordarse". Así que, acordarse es el modo de conseguir toda la información acumulada en el movimiento del punto de encaje.

"Lo que los brujos almacenan es la intensidad -continuó-. La intensidad es resultado automático del movimiento del punto de encaje. Por ejemplo, todo lo que estás viviendo en estos momentos tiene más intensidad de la que experimentas en general; por lo tanto, debidamente hablando, estás almacenando intensidad. Algún día revivirás la intensidad de este momento, haciendo que tu punto de encaje vuelva exactamente al sitio en donde está ahora. Ese es el modo como almacenan los brujos información.

Le dije a don Juan que yo no estaba consciente de ningún tipo de proceso mental que me hubiera facilitado acordarme de los incidentes de los cuales me acordé en los últimos días.

– ¿Cómo puede uno acordarse deliberadamente? -pregunté-.

– La intensidad, siendo un aspecto del intento, está naturalmente conectada con el brillo de los ojos del brujo -explicó-. A fin de acordarse de esas aisladas islas de percepción, los brujos sólo necesitan intentar el específico brillo de sus ojos, asociado con el punto al que desean volver. Pero esto ya te lo he explicado antes.

Debo de haber puesto cara de perplejidad. Don Juan me miró con expresión seria. Abrí la boca dos o tres veces para hacerle preguntas, sin poder formular mis pensamientos.

– Como el nivel de intensidad de un brujo es mayor que lo normal -dijo don Juan-, en pocas horas un brujo puede vivir el equivalente a una vida normal. Su punto de encaje, al moverse a una posición poco familiar, toma más energía que la acostumbrada. Ese flujo extra de energía se llama intensidad.

Creí que lo comprendía con perfecta claridad, y mi mente se tambaleó bajo el impacto de mi comprensión. Don Juan me clavó la vista y me advirtió que tuviera cuidado con cierta reacción que afecta típicamente a los brujos: el frustrante deseo de explicar la experiencia de la brujería en términos coherentes y bien razonados.

– La experiencia de los brujos es tan descabellada -dijo don Juan- que ellos acostumbran a acecharse a sí mismos con ella, haciendo hincapié en el hecho de que somos perceptores y de que la percepción tiene muchas más posibilidades de las que puede concebir la mente.

"A fin de protegerse de esa inmensidad de la percepción -continuó-, los brujos aprenden a mantener una mezcla perfecta de no tener compasión, de tener astucia, de tener paciencia y de ser simpáticos. Estas cuatro bases están entrelazadas de modo inextricable. Los brujos las cultivan intentándolas. Estas bases son, naturalmente, posiciones del punto de encaje.

Dijo luego que todo acto realizado por un brujo es deliberado en pensamiento y realización y está, por definición, gobernado por esos cuatro principios fundamentales del acecho.

– Los brujos usan esas cuatro disposiciones del acecho como guías -continuó-. Son cuatro estados mentales, cuatro diferentes tipos de intensidad que los brujos pueden usar para inducir a sus puntos de encaje a moverse a posiciones específicas.

De pronto pareció fastidiado. Le pregunté si era mi insistencia en la especulación lo que le molestaba.

– Explicar es una lata -dijo-. Nuestra racionalidad nos pone entre la espada y la pared. Nuestra tendencia es a analizar, a sopesar, a averiguar. Y no hay modo de hacer eso desde dentro de la brujería. La brujería es el acto de llegar al lugar del conocimiento silencioso, y el conocimiento silencioso no es analizable, porque sólo puede ser experimentado.

Sonrió; sus ojos brillaban como dos puntos de luz. Dijo que los brujos, con fin de protegerse del abrumador efecto del conocimiento silencioso, desarrollaron el arte del acecho. El acecho mueve el punto de encaje de un modo ínfimo, pero incesante, dando así a los brujos el tiempo y la posibilidad de reforzarse.

Dentro del arte del acecho -prosiguió don Juan-, existe una técnica muy usada por los brujos: "el desatino controlado". Los brujos aseguran que esa es la única técnica con que cuentan para tratar consigo mismos en la conciencia acrecentada y con la gente en el mundo de la vida cotidiana.

Don Juan me había definido el desatino controlado como el arte del engaño controlado o el arte de fingirse completamente inmerso en el acto del momento; fingiendo tan bien que nadie podría diferenciar esa imitación de lo genuino. El desatino controlado no es un engaño en sí, me había dicho, sino un modo sofisticado y artístico de separarse de todo sin dejar de ser una parte integral de todo.

– El desatino controlado es un arte -continuó don Juan-. Un arte sumamente molesto y difícil de aprender. Muchos brujos no tienen aguante para eso, no porque tenga nada de malo, sino porque hace falta mucha energía para ejercitarlo.

Don Juan admitió que él lo practicaba a conciencia, aunque no le gustaba mucho, quizá porque su benefactor había sido muy adepto a ello. O tal vez era porque su personalidad que, según decía él, era básicamente tortuosa y mezquina simplemente carecía de la agilidad necesaria para practicar el desatino controlado.

Lo miré con sorpresa. Yo nunca lo hubiera creído mezquino. El dejó de hablar y me clavó la mirada.

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