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La otra curiosidad era que la familia parecía dividida geográficamente entre el lado «masculino» y el lado «femenino». Los herederos de Fredrik Vanger, a los cuales pertenecía Henrik Vanger, desempeñaban, tradicionalmente, importantes papeles en la empresa y se instalaban en Hedestad o en sus alrededores. Los miembros de la rama familiar de Johan Vanger, que sólo daba mujeres herederas, se casaron y se dispersaron por otras partes del país; vivían principalmente en Estocolmo, Malmö y Gotemburgo -o en el extranjero-, y sólo iban a Hedestad de vacaciones o para las reuniones importantes del Grupo. Había una sola excepción: Ingrid Vanger, cuyo hijo, Gunnar Karlman, vivía en Hedestad. Era el redactor jefe del periódico local, Hedestads-Kuriren.

En su faceta de investigador privado, Henrik pensaba que «el verdadero móvil del asesinato de Harriet» quizá debiera buscarse en la estructura de la empresa, en el hecho de que él, ya desde muy pronto, diera a entender que Harriet era especial; que posiblemente el motivo fuera hacer daño al propio Henrik, o que Harriet hubiera encontrado algún tipo de información delicada respecto al Grupo, convirtiéndose así en una amenaza para alguien. Todo eso no eran más que especulaciones sin fundamento; aun así, Mikael conformó un grupo «de especial interés» compuesto por trece personas.

La conversación del día anterior con Henrik Vanger también fue instructiva en otro aspecto. Desde el primer momento, el viejo habló de su familia en unos términos tan despectivos y peyorativos que a Mikael le resultaron extraños. Mikael llegó incluso a preguntarse si las sospechas contra su propia familia por la desaparición de Harriet no habrían hecho que al viejo patriarca perdiera un poco el juicio. Pero ahora empezaba a darse cuenta de que la apreciación de Henrik Vanger, en realidad, era asombrosamente sensata.

La imagen que se iba configurando revelaba una familia que era social y económicamente exitosa, pero claramente disfuncional en todos los ámbitos cotidianos.

El padre de Henrik Vanger fue una persona fría e insensible que engendraba a sus hijos para luego dejar que su esposa se encargara de su educación y bienestar. Hasta que los niños alcanzaron aproximadamente los dieciséis años, apenas vieron a su padre, con la excepción de esas celebraciones familiares especiales en las que se esperaba que estuvieran presentes, pero que también fueran invisibles. Henrik Vanger no podía recordar que su padre le hubiera expresado, ni tan siquiera una vez, alguna muestra de afecto; todo lo contrario: a menudo le dejaba claro que era un incompetente, y lo convertía en objeto de su destructiva crítica. Raramente había castigos corporales; no hacía falta. No llegó a ganarse el respeto de su padre hasta más tarde, con sus logros profesionales en el Grupo Vanger.

Su hermano mayor, Richard, se había rebelado. Tras una discusión, cuya causa nunca se comentó en la familia, Richard se marchó a Uppsala para estudiar. Allí inició la carrera nazi, ya referida por Henrik Vanger, que algún tiempo después lo llevaría a las trincheras en la guerra de Invierno de Finlandia.

Sin embargo, el viejo no le había contado que otros dos hermanos hicieron carreras similares

En 1930, tanto Harald como Greger Vanger siguieron las huellas del hermano mayor en Uppsala. Harald y Greger estuvieron muy unidos, pero Henrik Vanger no sabía hasta que punto se relacionaron también con Richard. Lo que quedaba completamente claro era que los hermanos se unieron al movimiento fascista. La Nueva Suecia, de Per Engdahl. Luego, Harald Vanger permaneció leal a Per Engdahl a lo largo de los años, al principio en la Asociación Nacional de Suecia, luego en Oposición Sueca y, finalmente, en el Movimiento de la Nueva Suecia, fundado una vez acabada la guerra. Siguió afiliado hasta la muerte de Per Engdahl, en los años noventa, y durante un tiempo fue uno de los contribuyentes económicos más importantes de los restos del hibernado movimiento fascista sueco.

Harald Vanger estudió medicina en Uppsala y casi inmediatamente entró en contacto con grupos que tenían verdadera obsesión por la biología racial y la higiene de razas. Durante un tiempo trabajó en el Instituto Sueco de Biología de Razas, y se convirtió, en calidad de médico, en un destacado activista de la campaña a favor de la esterilización de individuos no deseados

Cita, Henrik Vanger, cinta 2, 02950

Harald fue aún más alla. En 1937 fue coautor, afortunadamente bajo seudónimo, de un libro titulado La nueva Europa de los pueblos. De eso no me enteré hasta los años setenta. Tengo un ejemplar, si quieres leerlo. Se trata probablemente de uno de los libros mas repulsivos jamás publicados en lengua sueca. Harald no sólo argumentó a favor de la esterilización, sino también de la eutanasia, ayudar a morir a las personas que ofendían sus gustos estéticos y que no encajaban en su imagen del pueblo sueco perfecto. O sea, abogaba por el genocidio en un texto redactado con una intachable prosa académica que contenía todos los argumentos médicos necesarios. Eliminar a los discapacitados. No dejar que la población sami se expandiera porque tenia genes mongoles. Los enfermos mentales experimentarían la muerte como una liberación, ¿no? Mujeres lascivas, quinquis, gitanos y judíos, ya te puedes imaginar. En la fantasía de mi hermano, Auschwitz podría haber estado situado en Dalecarha.

Después de la guerra, Greger Vanger se hizo profesor y, al cabo de algún tiempo, director del instituto de bachillerato de Hedestad. Henrik creía que, al acabar la guerra, Greger ya no pertenecía a ningún partido, que había abandonado el nazismo. Murió en 1974 y hasta que Henrik no repasó sus cosas no se enteró, a través de la correspondencia, de que su hermano había entrado, en los años cincuenta, en una secta políticamente insignificante pero completamente absurda llamada PNN Partido Nacional Nórdico. Fue miembro hasta su muerte.

Cita, Henrik Vanger, cinta 2, 04167

De modo que tres de mis hermanos fueron, desde un punto de vista político, enfermos mentales ¿Como de enfermos estarían en otros aspectos?

El único hermano que consiguió un poco de clemencia a ojos de Henrik Vanger fue el enfermizo Gustav, el que falleció de una enfermedad pulmonar en 1955. Gustav nunca tuvo interés por la política y más bien daba la sensación de ser un bohemio con alma de artista, totalmente apartado del mundo, sin el menor interés por los negocios ni por trabajar en el Grupo Vanger. Mikael le preguntó a Henrik Vanger:

– Ahora sólo quedáis tú y Harald. ¿Por qué volvió él a Hedeby?

– Regresó en 1979, poco antes de cumplir setenta años. Es el propietario de la casa.

– Debe de ser raro vivir tan cerca de un hermano al que uno odia tanto.

Henrik Vanger se quedó mirando a Mikael asombrado.

– No me has entendido bien. No odio a mi hermano. Más bien siento compasión por él. Es un completo idiota, pero es él el que me odia a mí.

– ¿Él te odia?

– Pues sí. Creo que fue por eso por lo que volvió. Para poder pasar sus últimos años odiándome de cerca.

– ¿Y por qué te odia?

– Porque me casé.

– Me parece que eso me lo vas a tener que explicar.

Henrik Vanger perdió pronto el contacto con sus hermanos mayores. Era el único que mostraba algún talento para los negocios: la última esperanza de su padre. No le interesaba la política y no quiso ir a Uppsala; en su lugar, optó por estudiar economía en Estocolmo. Desde que cumplió dieciocho años pasaba todas sus vacaciones haciendo prácticas en alguna de las muchas oficinas del Grupo Vanger, o participando en las juntas directivas. Llegó a conocer todos los entresijos de la empresa familiar.

El 10 de junio de 1941, en plena segunda guerra mundial, Henrik fue enviado seis semanas a Hamburgo, Alemania, a la oficina comercial del Grupo Vanger. Sólo tenía veintiún años. Su protector y mentor era el agente alemán de las empresas Vanger, un veterano de la empresa llamado Hermann Lobach.

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