»El otro hermano, Fredrik Vanger, era mi padre; un hombre de negocios y el líder industrial que transformó los inventos de Johan en ingresos. No murió hasta 1964. Participó activamente en la dirección de la empresa hasta su muerte, aunque en los años cincuenta me dejó a mí al mando del día a día. Pasaba lo mismo que en la generación anterior, aunque al revés: Johan Vanger sólo tuvo hijas.
Hennk Vanger mostró las fotografías de unas mujeres con generosos pechos que llevaban sombreros de ala ancha y parasoles.
– Y Fredrik, mi padre, sólo tuvo hijos. En total llegamos a ser cinco hermanos: Richard, Harald, Greger, Gustav y yo.
Para hacerse una idea clara de todos y cada uno de los miembros de la familia, Mikael dibujó un árbol genealógico en unos folios pegados con celo. Resaltó los nombres de los familiares presentes en la isla de Hedeby en la reunión familiar de 1966 que, al menos teóricamente, podían tener algo que ver con la desaparición de Harriet Vanger.
Mikael renunció a incluir a los niños menores de doce años; le pasara lo que le pasase a Harriet Vanger, tenía que poner un límite lógico. Tras una breve reflexión también tachó a Henrik Vanger; si el patriarca hubiera tenido algo que ver con la desaparición de la nieta de su hermano, sus actividades de los últimos treinta y seis años pertenecerían al campo de la psicopatología. La madre de Henrik Vanger, que en 1966 tenía la respetable edad de ochenta y un años, también podía ser descartada razonablemente. Quedaban veintitrés miembros de la familia que, según Henrik Vanger, debían incluirse en el grupo de «sospechosos». Siete de ellos habían fallecido y algunos ya se hallaban en una edad muy avanzada.
Sin embargo, Mikael no estaba dispuesto a aceptar sin más la certeza de Henrik Vanger de que un miembro de la familia fuera responsable de la desaparición de Harriet. Había que añadir otras personas a la lista de sospechosos.
Y dejando de lado a los miembros de la familia, ¿quién más trabajaba en Hedeby cuando Harriet Vanger desapareció? Dirch Frode empezó a trabajar como abogado de Henrik Vanger en la primavera de 1962. El actual bracero Gunnar Nilsson, con coartada o sin ella, tenía diecinueve años; su padre, Magnus Nilsson, sí estaba en la isla de Hedeby al igual que el artista Eugen Norman y el reverendo Otto Falk. ¿Estaba casado Falk? Martin Aronsson, el granjero de Östergården, así como su hijo, Jerker Aronsson, también se encontraban en la isla; además, formaron parte del entorno de Harriet Vanger durante su infancia. ¿Qué relación había entre ellos? ¿Estaba casado Martin Aronsson? ¿Había más gente en la granja?
Cuando Mikael empezó a apuntar todos los nombres, el grupo se amplió a unas cuarenta personas. Algo frustrado, tiró el rotulador sobre la mesa. Eran ya las tres y media de la mañana y el termómetro seguía marcando 21 grados bajo cero. Parecía que la ola de frío iba a durar. Echaba de menos su cama de Bellmansgatan.
A las nueve de la mañana del miércoles unos golpes en la puerta despertaron a Mikael: Telia venía a instalarle el teléfono y un modem ADSL. A las once ya tenía conexión; ahora no se sentía tan discapacitado profesionalmente. Sin embargo, su móvil seguía en silencio. Erika llevaba una semana sin contestar a sus llamadas. Debía estar muy cabreada. Él también empezó a portarse como un cabezota y se negó a telefonear a la oficina; si la llamaba al móvil, ella podía ver que se trataba de una llamada suya y, por tanto, decidir si cogerlo o no. Y, a la vista de los resultados, era obvio que no quería.
De todos modos, abrió su correo electrónico y repasó los más de trescientos cincuenta correos que había recibido durante la última semana. Guardó una docena de ellos; el resto eran spam o envíos de listas de mailing en las que estaba apuntado. El primer correo que abrió fue de ‹[email protected]› y contenía el texto «ESPERO QUE CHUPES MUCHAS POLLAS EN EL TRULLO, COMUNISTA DE MIERDA». Mikael guardó el correo en el archivo «Crítica inteligente».
Escribió un breve texto a ‹[email protected]›:
Hola, Ricky. Imagino que, dado que no me devuelves las llamadas, estás tan enfadada conmigo que querrías matarme. Sólo quería avisarte de que tengo conexión a la red y de que me encontrarás en mi dirección de correo cuando quieras perdonarme. Por cierto, Hedeby es un sitio bastante pintoresco que merece la pena visitar. M.
A la hora de comer, metió su iBook en la bolsa y subió al Café de Susanne, donde se instaló en su mesa habitual del rincón. Cuando Susanne le sirvió el café y los sándwiches, miró el ordenador llena de curiosidad y le preguntó en qué estaba trabajando. Mikael usó por primera vez su cover story y le explicó que había sido contratado por Henrik Vanger para redactar su biografía. Se intercambiaron cumplidos. Susanne lo instó a recurrir a ella para las historias verdaderamente suculentas.
– Llevo treinta y cinco años atendiendo a la familia Vanger y conozco la mayoría de los cotilleos que hay sobre ellos -dijo, y se volvió contoneándose.
El árbol que había dibujado Mikael mostraba que la familia Vanger no paraba de engendrar proles de niños. Contando a los hijos, los nietos y los bisnietos -le dio pereza incluirlos en la genealogía-, los hermanos Fredrik y Johan Vanger tenían unos cincuenta descendientes. Mikael también reparó en que los miembros de la familia presentaban una tendencia general a la longevidad. Fredrik Vanger llegó a cumplir setenta y ocho años, y su hermano Johan ochenta. Ulrika Vanger murió a la edad de ochenta y cuatro. De los dos hermanos con vida, Harald Vanger tenía noventa y dos, y Henrik Vanger ochenta y dos.
La única excepción era el hermano de Henrik Vanger, Gustav, que falleció como consecuencia de una enfermedad pulmonar a la edad de treinta y siete años. Henrik Vanger le explicó a Mikael que Gustav siempre había sido enfermizo y un poco suyo, y que prefirió mantenerse al margen del resto de la familia. No se casó y tampoco tuvo hijos.
Los que murieron jóvenes lo hicieron por causas distintas a la enfermedad. Richard Vanger falleció en el campo de batalla cuando participaba como voluntario en la guerra de Invierno de Finlandia, con sólo treinta y cuatro años. Gottfried Vanger, el padre de Harriet, murió ahogado un año antes de que ella desapareciera. Harriet sólo tenía dieciséis años. Mikael reparó en la extraña simetría existente en esa rama de la familia: abuelo, padre e hija habían sido víctimas de una curiosa serie de desgracias. Por la parte de Richard sólo quedaba Martin Vanger, quien, a la edad de cincuenta y cinco años, seguía sin casarse y sin tener descendencia. No obstante, Henrik Vanger informó a Mikael de que su sobrino mantenía una relación estable con una mujer que vivía en Hedestad.
Martín Vanger tenía dieciocho años cuando su hermana desapareció. Pertenecía a ese reducido grupo de familiares que podían ser descartados, con bastante seguridad, de la lista de personas potencialmente relacionadas con la desaparición. Aquel otoño lo pasó en Uppsala, donde estudiaba el último año de instituto. Iba a participar en la reunión familiar, pero llegó algo más tarde y, por lo tanto, se encontraba entre los espectadores, al otro lado del puente, durante la trágica hora en la que su hermana desapareció.
Mikael se fijó en otras dos curiosidades del árbol genealógico. La primera, que los matrimonios parecían ser para toda la vida; ningún miembro de la familia Vanger se había divorciado ni se había vuelto a casar, ni siquiera si el cónyuge había muerto joven. Mikael se preguntó con qué frecuencia estadística ocurriría eso. Cecilia Vanger se había separado de su marido hacía ya muchos años pero, por lo visto, seguía casada.