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– ¿Se ha comportado el profesor Monti de esa manera con anterioridad? -inquirió Randall.

– Frecuentemente -dijo el doctor Venturi, tomando un abrecartas y dejándolo; levantando un lápiz y volviéndolo a dejar-. Y eso nos resulta muy desconcertante. Ese comportamiento no corresponde a sus síntomas generales. Mire usted, alguien que cree que es un mesías (o el hermano de Jesús en este caso) generalmente es un paranoico con un complejo de superioridad. El profesor Monti, por otra parte, padece de pérdida de la memoria y tiene síntomas catatónicos relacionados con la histeria y que se fundamentan en sentimientos de culpa. Sería clínicamente comprensible que él tuviera fantasías, pero por lo común un paciente bajo sus condiciones no creería tener la identidad de una persona prominente como Jesús o Santiago, sino más bien la de alguien que tal vez se siente culpable de haber dañado a Jesús o a Santiago. Su comportamiento de hoy con usted, representando al hermano de Jesucristo, sigue siendo incomprensible para mí. Pero, naturalmente, nosotros conocemos muy poco acerca del pasado interior del profesor Monti, de su mente, y es poco probable que alguna vez tengamos la oportunidad de saber más.

Randall se agitó en su silla.

– ¿Quiere usted decir que no sabe nada acerca de los antecedentes profesionales del profesor Monti y de sus excavaciones arqueológicas?

– Ah, señor Randall, entonces, ¿usted sabe acerca del descubrimiento de Monti en las afueras de Ostia Antica? Yo no podía hablar de eso hasta que…

– Yo formo parte del proyecto, doctor Venturi.

– No estaba yo seguro. Sus hijas me hicieron jurar que jamás hablaría de eso con ningún extraño, y he cumplido mi palabra.

– ¿Qué sabe usted acerca del trabajo del profesor? -preguntó Randall.

– De hecho, muy poco. Cuando me llamaron para hacerme cargo del caso, el nombre del profesor Monti ya me era familiar, por supuesto. Su nombre es muy conocido en Italia. Por sus hijas me he enterado de que él había hecho una excavación cerca de Ostia Antica que tendría gran importancia en los campos de la historia bíblica y la teología. Se me dijo que sería la piedra angular de una nueva Biblia.

– Pero, ¿no conoce usted la esencia del descubrimiento?

– No. ¿Está usted sugiriendo que si la conociera podría yo entender mejor sus fantasías acerca de creerse Santiago, hermano de Cristo?

– Podría arrojar alguna luz, doctor. Y sí, lo que el profesor Monti descubrió se convertirá en una nueva y trascendental Biblia.

– Eso es lo que sospechaba. Recientemente, en Il Messaggero, nuestro diario romano, leí un artículo en tres partes escrito por un periodista británico… se me olvida su nombre…

– ¿Cedric Plummer?

– En efecto, Cedric Plummer. Los artículos eran vagos (extensos, aunque escasos de hechos concretos), acerca de los preparativos secretos que se llevan a cabo en Amsterdam para la publicación de una nueva Biblia, cuya versión estará basada en unos nuevos descubrimientos y respaldada por los eclesiásticos conservadores para sostener el statu quo. Me pareció intrigante, pero tan lleno de especulaciones y rumores que me resultó difícil tomarlo en serio.

– Puede usted tomarlo en serio -dijo Randall.

– Ah, entonces, ¿ésa es la Biblia que próximamente se publicará y de la cual nuestro paciente es el responsable? -El doctor Venturi giró distraídamente una página de su calendario de escritorio y la volvió a su sitio-. Qué lástima que el profesor Monti no podrá gozar de los frutos de su trabajo. Por lo que respecta a sus fantasías, aunque esta Biblia nos las podría esclarecer, yo dudo que tuvieran alguna significación médica para él. ¿Ocurrió algo más durante su reunión con Monti allá abajo?

– Me temo que no -dijo Randall. Luego lo recordó y buscó dentro del bolsillo de su pantalón-. Excepto por esto. -Desdobló la hoja de papel y se la enseñó al médico-. El profesor Monti hizo este dibujo y me lo dio cuando iba yo a salir. Dijo que era un regalo que me traería la salvación.

– Ah, el pescado -dijo el doctor Venturi, reconociéndolo.

No tomó el dibujo de manos de Randall, sino que buscó entre los expedientes que había en su escritorio y abrió uno. De ahí sacó varias hojas de papel y se las mostró a Randall, una tras otra, seis en total. Cada una era una variante del bosquejo del pez arponeado que Randall sostenía en las manos.

– Como usted puede ver, señor Randall, yo tengo mi propia colección privada de la producción del profesor Monti -dijo el médico-. Sí, él hace ocasionalmente esos dibujos para regalarlos a sus enfermeras o a mí, y me temo que su creación artística está limitada a este único sujeto… el pescado.

Está obsesionado con él. Nunca se ha sabido que haya dibujado ninguna otra cosa desde que ha estado aquí bajo nuestro cuidado. Sólo el pez.

– Debe tener alguna significación -rumió Randall-. ¿Tiene usted alguna teoría acerca de lo que está tratando de comunicar?

– Naturalmente, pero no puedo imaginar con precisión de qué se trata, excepto que ese pez está estrechamente relacionado con su fantasía de vivir en el siglo i. Como sin duda usted sabe, los primeros seguidores de Cristo, los primeros cristianos, cuando fueron perseguidos y acosados, empleaban el símbolo del pez para identificarse secretamente uno con otro. El origen de esta contraseña visual es interesante. Para sus primeros discípulos, el Mesías era conocido como «Jesucristo, Hijo de Dios, Salvador», lo cual, traducido al griego, el idioma usado por las fuerzas romanas de ocupación, era Iesous Christos, Theou, Uios, Soter. Las iniciales de esas cinco palabras en griego, que se deletreaban I-CH-TH-U-S, se han convertido a ICTHYS… la palabra griega que significa pez. Hoy en día, el estudio de los peces se llama ictiología. Así que, como usted ve, las iniciales del nombre de Jesucristo junto con sus títulos formaban la palabra pez… el símbolo de identificación entre los seguidores del culto de los cristianos.

– Fascinante -convino Randall, examinando una vez más el dibujo de Monti-. Pero el arpón no era parte del símbolo, ¿o sí?

– No -dijo el doctor Venturi, devolviendo su colección de dibujos al expediente-, no, eso parece ser una añadidura hecha por el profesor Monti. El arpón… o jabalina o lanza… sea lo que fuere… parece ser un símbolo negativo. No obstante, ¿quién podría decir qué es lo que verdaderamente pasa por su mente? Al creerse Santiago, el hermano, ¿está proyectando una rivalidad fraternal hacia Jesús, el pez, arponeándolo? ¿O acaso piensa que la lanza atravesando el símbolo de su hermano es un arma que traspasa su propia persona? No podemos decirlo. Yo me temo que este símbolo, al igual que tantas otras cosas relacionadas con el profesor Monti, permanecerán en el misterio.

El doctor Venturi sacó una vieja pipa de espuma de mar y una bolsa de tabaco.

– ¿Le molesta? -preguntó el médico.

Randall señaló su propia pipa de brezo, y después de que hubieron intercambiado mezclas de tabaco y de que comenzaron a fumar, ambos volvieron al asunto del profesor Monti. Fue entonces que Randall decidió remontarse al pasado.

– Doctor -dijo-, ¿cuándo fue el profesor Monti confinado a esta clínica por primera vez? Y, si es que está usted en libertad de decírmelo, ¿cuáles fueron las circunstancias bajo las que fue remitido aquí?

– ¿Las circunstancias? -El doctor Venturi echó bocanadas de humo-. Naturalmente, la historia clínica es confidencial, pero cuando Ángela Monti me avisó que iba a traerlo a usted, también solicitó que el personal le fuera franco y claro acerca del estado de su padre.

– Ella está en la sala de espera -dijo Randall apresuradamente-. Si desea usted consultarla nuevamente…

– No hay necesidad. -El doctor Venturi inhaló pensativamente el humo de su pipa de espuma de mar, y finalmente la colocó en un cenicero de cerámica-. Yo intervine en el caso… permítame recordarlo… hace aproximadamente un año y dos meses. Un colega (que era el médico de la familia Monti) me notificó que mis servicios se requerían con urgencia para uno de sus pacientes que estaban en el Policlínico, un hospital que está en los terrenos de la Universidad. El paciente resultó ser el profesor Augusto Monti. Había sufrido un repentino y agudo colapso nervioso. Inmediatamente fui a verlo, lo examiné y diagnostiqué su estado.

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