– Muy bien, entonces me quedo yo y tú sales con Josefina.
– Ya has oído lo que ha dicho tu amigo: no aceptará a nadie más que a mí.
– Veremos.
Cambié de táctica:
– Sebastián, joder: ¿no ves que me apetece probar?
Eso sí que lo sacó de sus casillas:
– ¿Probar?, ¿probar a qué?, ¿a meterte en un agujero?
– Ya estamos… Te has pasado toda la maldita vida tratándome como si me estuviera hundiendo en la miseria. Entérate de una vez de que estoy encantado con mi misería.
– Lo que tú estás es enfermo.
– Vale, pero no quiero curarme.
– No dices más que tonterías.
– Muy bien, pero por una vez en tu vida escúchalas porque no voy a repetirlas. No me interesa tu mundo ni me interesa tu gente. Puede que a veces le tome cariño a alguien, pero casi siempre es como tomarle cariño a una tortuga acuática: puedes observarla al sol de la terraza pero no puedes sentirte acompañado por ella, ¿me sigues? Yo no necesito a nadie; tú sí: tú necesitas un público que te admire, espejitos que reflejen las distintas facetas de tu grandeza: mujer, hijos, amante, padres, amigos, clientes, empleados, viajar en primera, ganar medallas, tocar a Debussy, conducir un Lotus, satisfacer sexualmente a las mujeres. Yo no: ¿y sabes por qué?, porque la única manera en que el común de la gente puede admirar es sólo una forma velada de envidia, y yo no quiero que me envidien: me da asco, me da vergüenza, me repatea, ¿te enteras? Y te voy a decir más: es posible que durante un tiempo sí estuviera enfermo: enfermo de soledad, como el Patito Feo, o como un neanderthal erguido y lampiño en un mundo de cromañones; tan enfermo que llegué incluso a recorrer el planeta tratando de encontrar al resto de los cisnes. Pero descubrí que no hay cisnes, apenas uno o dos por cada cien patos, lo mismo aquí que en Yakarta, y me costó aceptarlo pero terminé por hacerme a la idea. Desde entonces siento preferencia por aislarme de ese mundo que habéis inventado tan mal. ¿Qué me propones?: ¿sustituir la cerveza por el gimnasio, el Metaphisical por un coche llamativo, las putas por una esposa a la que sólo le interese como progenitor y una amante que me la chupe de vez en cuando para compensar? Gracias pero ya estoy hecho a lo mío, disfruto de la vida a mi manera y eso es mucho más de lo que puede decir la mayoría.
Parece que mi vehemencia estaba causando el efecto de hipnotizar a The First, que no tenía costumbre de oírme hablar en ese tono. ¿Dije lo que pensaba? ¿Me sinceré, por una vez, con mi Estupendo Hermano? Es difícil saberlo: lo que solemos llamar verdad es sólo una mentira más, pero mejor publicitada. Pongamos que dije lo que me pareció adecuado decir en aquel momento ante The First, y que así seguí durante un buen rato, hasta que me pareció que él empezaba a entender algo.
Cuando terminé el discursito The First tenía una expresión grave. Apartó una de las sillas, se sentó en ella con los brazos apoyados en la mesa y durante cerca de un minuto permaneció en silencio mirándose los pulgares enlazados. Yo di la vuelta a la mesa y me senté frente a él en la misma posición, dejando que se cociera un poco el silencio.
– ¿Estás seguro? -preguntó al fin, levantando la vista hacia mis ojos.
– Llevo un buen rato explicándotelo.
– Bueno, entonces hazme un favor.
– Veremos.
– Voy a proponerle a Ignacio una modificación del trato. Quiero que de aquí a un año podamos volver a vernos y hablar a solas tú y yo. Si para entonces has cambiado de opinión tendrá que aceptar que durante el siguiente año me quede yo en tu lugar.
– Idea de Perrito Piloto.
– ¿Qué?
– Da igual… De acuerdo: si él acepta yo también.
– ¿Qué le vamos a decir a tu amiga?
– De momento que nos han secuestrado para pedir un rescate y que papá ha pagado. Supongo que el Exorcista se prestará a seguirnos la corriente. Y en cuanto a que yo no salga de aquí con vosotros, podemos decirle que me quedo hasta que paguen el segundo plazo. Después ya le escribiré una postal convenientemente sellada explicándole que me he marchado en busca de cualquier cosa que suene bien. Aunque ella piense lo contrario, me conoce lo suficientemente poco como para creérselo.
– ¿Y a papá y mamá?
– A mamá le diremos de momento que me has enviado a Bilbao a investigar.
– ¿A Bilbao?
– Ella cree que estás en Bilbao.
– Ah ¿sí?, ¿y qué se supone que estoy haciendo en Bilbao?
– Necesitaré un buen rato para explicártelo. Para el que va a ser más difícil inventar algo es para papá. Lleva días siguiéndome los pasos. Pero si se la cuentas tú creerá cualquier historia que no incluya marcianos. En cuanto a tu mujer, tendrás que apañarte solo porque yo ni siquiera estoy seguro de cuánto sabe ella de todo esto. Por cierto: curioso que tu mujer y tu secretaria tengan el mismo segundo apellido.
– Ya te he dicho que no has de juzgar mal a Gloria.
– Desde luego tiene talento. Contratamos a un detective y llegó a fingir que fingía ser la hermana de quien en efecto lo era… Otra cosa, y perdona pero siempre se me ha dado mal seguir los argumentos: si tu secretaria es, además de hermanastra de tu mujer, hija del jefe de todo esto, ¿por qué la secuestraron contigo?
– A ella no la han secuestrado: sólo desapareció de la circulación a la vez que yo por si la policía tomaba cartas en el asunto. Eso reducía el caso a una fuga con la amante.
– Pero Gloria lo sabía…
– Pero Lali es su hermana, y Gloria ni siquiera llegó a conocer a su padre, así que se crió con Ignacio al morir su madre.
– Joder, ahora resulta que he estado metido en una película de Almodóvar… Pero yo cené con tu mujer en el Vellocinp y no me pareció que la relación entre Ignacio y ella tuviera nada de paterno-filial.
– Debieron cuidar de que no lo notaras.
– Vale, pero aun así tú eres su marido, y por descabellado que parezca yo diría que te quiere…
– Por eso trató de que encontraran cuanto antes a quien realmente buscaban. Sabía que darían contigo tarde o temprano y quiso ahorrarme la molestia de resistirme a dar tu nombre.
– Y a papá, a santo de qué lo atropellaron…
– Para presionarme. Pero se dieron cuenta enseguida de que con él no se puede jugar.
– ¿Y por qué no te dejaron en paz en cuanto supieron que era yo el que andaba husmeando en Guillamet? Parece que hace días que lo saben.
– Porque me cuidé mucho de dar pistas falsas. Y lo hice tan bien que cuando supieron que tú andabas en el ajo pensaron que no eras el único y que, además de a mi hermano, estaba tratando de proteger también a otra persona. Supongo que también sospecharon de Josefina. Y a ella pudieron simplemente meterla en un coche y traérsela.
– Me están dando mareos…
– Bueno, déjalo y vamos a lo práctico. Hay que pensar también en qué le vamos a decir a la Beba.
– Le conté que estabas en la cárcel, también en Bilbao, así que no será difícil engarzar la versión con la de mamá.
– ¿Le has dicho a la Beba que estoy en la cárcel?, ¿has hecho eso?
– Joder, Sebas, me gustaría haberte visto a ti inventando patrañas para justificar la movida que se había montado en casa.
– Pues para ser un especialista en patrañas, ésta me parece bastante burda. Si no bebieras tanto mentirías mejor…
– Pues yo creo que sólo te parece una patraña burda porque eres un pijo de mierda, tete.
– Si me vuelves a llamar «tete» va a volar ese cenicero. Y haz el favor de concentrarte en lo que estamos y no empezar con tonterías…
En fin, aquí empezó una noche muy larga pese a la fecha, pero creo que el resto se puede fácilmente imaginar. Así que se acabó lo que se daba.