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II

El horizonte es una línea de carne tibia
que nunca podré acariciar.
¿Sigues amándome, eres asunto mío?
Te has sumido en la paz de tu sueño,
¿has dejado las llaves puestas
para que yo pueda entrar?
– Sin emoción, no ocurriría nada
por lo que tú puedas preguntarme-.
He visto el humo que flotaba
bajo una multitud
de cometas azules.
El Cinturón de Orion
era un camino extraño hacia la intemperie.
Broté como una frágil luz
que el tiempo cinceló sobre los astros,
– Soy un lobo de invierno
que le gime a la Luna-.
Dos nubes de polvo iluminado
murmuran de vida. El aire anuncia
que pronto amanecerá, que el Sol hará pedazos
las irisaciones de la niebla en el jardín,
la apariencia de vida de todo lo que sueñas,
la luz de las estrellas que se exhibe
como un terror lejano.
¿Sigues buscando el camino hacia un cosmos
que se derrita gota a gota en tu silencio?
¿Sigues amándome mientras duermes?
La noche está tranquila, pero
¿a dónde se irá el cielo si aún
no ha aprendido a volar?

Cuidado con las flores

Todo ocurrió bajo el viento que pasa
esparciendo las risas de los niños
por el zarzal azul del cielo atardecido.
– Algo queda en mis ojos todavía
que es digno de los dioses-.
– Nunca tuve cuidado
de aquello que soñé-.
Yo, que fui una llama pura
en medio de esta larga soledad.
El ardor, la música y el ansia
están grabados
como luz ilusoria en el paisaje.
– Nunca llevé a mis sueños de la mano-.
El corazón de amanecer
de todo lo que he amado
florecerá como un espino,
volverá a soñar
que no ha nacido aún.
Yo fui la noche.
A solas con mi estrella
susurré que era dulce
beber el vino de noviembre
y mecerse a la sombra de los sauces,
tal vez morir tranquilamente
bajo un redondo firmamento
sin entender siquiera
que hay caminos también para las flores.

Finales de partida

(Bucle de Cygnus)

Partiré junto a ti.
Mis daños son las flores
de un pequeño cerezo
que crece con el alba.
Le lanzaré flechas, si declina,
a la tarde.
Pagaré los tributos de los ríos
con mil piedras preciosas
arrojadas al agua.
No volveré a mi tierra,
a la estancia de jade
de la noche.
Vendrá la lluvia de puntillas.
Iniciarán su vuelo
las aves que devora
esa ardiente melancolía
que estremece a los vivos.
Interpretaré
los sueños de los tigres
que gozan en la hierba.
Atizaré la hoguera de los astros
con mis dedos
de sándalo.
Mientras talo el dolor
del árbol de mi cuerpo,
rama a rama,
yo partiré contigo.
Sin armas, sin escudo,
sin otro ejército
que mi afligido corazón,
ribazo del estanque
de una tristeza sin regreso.

Carácter animal

Has llegado a mi casa
ordenando las quejas
de la noche.
– Besos como pequeños corazones
se cayeron al suelo
sin cuidado-.
«¿Cuánto pesan los astros?»,
preguntaste,
«¿y las horas del día?
¿Saben quién somos los milenios?
¿Hay praderas de espacio
que se tienden tranquilas
detrás del mirador?»
Oh, ven, ven de nuevo,
escucha los murmullos
de amanecer, haz vino
con las sombras de la estancia.
Que la luz sea una estela de seda para
que tú la toques,
que nunca diga basta.
Desde que tú llegaste
la primavera ha derrochado
toda su gloria floreciendo
por dentro de mi boca,
– nunca mira hacia atrás,
y es libre,
tiene abiertas las manos-.

La estrella Nu de la Cabeza del Dragón

Componen infinitos
las grandiosas llanuras
de un espacio que crece
claro desde el invierno.
He nacido del Sol.
Semilla de piedad,
me gastaré beso a beso.
Soy
un confite de amor
perdido
en las moradas de piedra desdeñosa
y vacío
que labran la galaxia.
Inquilina de un sueño
adolescente, me abandono
como ciertos paseantes solitarios
que conocen la altura
con que los tiraniza el cielo.
Y la Luna, una lezna es-
– telar de fuego negro
manchando de universo mi tejado.
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