Sé cultivar la tierra como un hombre.
He criado cinco hijos,
y todos fueron a la escuela
para aprender lo que está bien y mal.
Al mediodía, tengo la comida preparada,
hago ganchillo y vuelvo a los campos
tirando de la vaca,
con un cántaro de leche vacío
y un fardo de jaras secas a la espalda.
En la casa, cuido de los críos
cada atardecer.
Remiendo la ropa y doy
de comer a cerdos y gallinas,
cocino la cena, lavo los platos,
meto a los niños en la cama,
pongo un poco de orden.
Cuando él estaba,
esperaba a mi marido junto al fuego y,
si era necesario,
en el lecho saciaba su sed.
Ahora, él lucha lejos y,
si la guerra termina y sólo yo quedo con vida,
seré el caballo, si hace falta,
seré el buey y la esposa,
el hombre de la casa
y el cielo azul tras la ventana.
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