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Ella no dijo nada y él la obligó a mirarlo. Las lágrimas en sus ojos lo desarmaron.

Jamás dejaría que le ocurriera algo malo. Antes, moriría.

Ése era el quid del asunto. Ella lo sabía.

– Tienes que dejarme cumplir con mi trabajo, Rowan.

Ella asintió, y luego se giró. Cuando John la atrajo hacia él y los dos cuerpos se amoldaron uno al otro, ella no se resistió. Su conformidad no lo tranquilizaba. Al contrario, era un motivo más de preocupación.


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