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Se imaginó a Michael, la sangre fluyendo de su cuerpo inerte. Los ojos abiertos, vidriosos… Tuvo que apartar aquella visión con los ojos borrosos por las lágrimas no derramadas.

– ¿Qué… pasó? -Su aliento era un silbido rasposo, mientras intentaba controlar su ira.

– Anoche fue a un bar, a unas manzanas de su piso. El Pistol. Al parecer, es un sitio donde van los polis.

John conocía el lugar. Michael solía ir cuando estaba agobiado. Y la noche anterior estaba hasta las narices.

– Estuvo allí una hora, más o menos, bebió moderadamente fuerte. El barman no pensó que estuviera ebrio, sólo un poco tocado. Fue a un restaurante de comida rápida, comió algo, y volvió caminando a casa. Habló con alguien en la barra durante un rato, y la policía está interrogando al barman para obtener una descripción. Es un tipo de pelo rubio oscuro, unos cuarenta años. Salió antes que Michael, pero…

Quinn hizo una pausa, carraspeó, y siguió:

– Michael entró en su piso y la policía cree que dentro lo esperaba un intruso. Le dispararon tres balazos en el pecho. Murió enseguida.

John apretó los puños con fuerza. Tenía ganas de golpear a alguien. Matar a alguien.

– No, no puede ser. -Pero su tono de voz decía todo lo contrario.

– No se molestó en ocultar el cuerpo. Tres vecinos llamaron al novecientos once. Yo habría venido antes pero la policía local tardó un tiempo en relacionarlo con los otros casos. El jefe en persona me ha llamado hace menos de una hora. He venido enseguida.

Quinn se lo quedó mirando, y en su propio rostro se adivinaba el dolor y la compasión.

– Es el mismo cabrón. Dejó… una nota. Lo siento, John. Lo siento de verdad.

La cabeza de John era una mezcla abigarrada de recuerdos, de planes y venganza. El asesino había ido a por Michael. ¿Por qué? No estaba en los libros. Lo hizo porque podía. Para demostrar a Rowan que podía alcanzarla a ella también.

Se giró y miró a Rowan. Se sintió vapuleado por emociones complejas y contradictorias. Rabia. Tristeza. Dolor. Culpa. Era culpa suya. Le había dicho a Michael que se fuera a casa para que él pudiera conseguir que Rowan hablara.

Y acostarse con ella.

Lo había deseado desde el principio, sabiendo que entre ellos había un vínculo invisible en cuanto se saludaron. Michael apreciaba a Rowan pero John no le reconocía ninguna capacidad de saber dónde estaban sus sentimientos. Le había lanzado a la cara lo de Jessica como reproche. Desplazó a Michael, lo manipuló hasta sacarlo de la foto. Se pelearon y John sacó su as de la manga, consiguió que el FBI le dijera a Michael que se tomara una noche libre.

Él había mandado a la muerte a su propio hermano.

Jamás podría decirle a Michael cuánto lo sentía.

Dejó escapar un gemido ronco y gutural, y no pudo mirar a Rowan ni ver las lágrimas que le bañaban la cara. Necesitaba aire. Tenía que salir de allí.

– Tess -dijo, con una voz que traducía todo el dolor no reprimido.

– Aún no lo sabe. Tiene que reunirse conmigo en el cuartel general a las nueve, pero…

– Yo se lo diré. -Pasó junto a Rowan sin mirarla. Salió de la casa sin decir palabra.

Rowan lo vio marcharse, sintiendo todo su dolor en carne propia. Sintiendo su propio dolor.

Todo era culpa suya.

Aquel cabrón quería torturarla a ella, pero entretanto estaba haciendo daño a gente inocente.

¿Quién era? ¿Quién conocía su pasado? Tenía que llamar a Roger. Tenía que saber qué datos tenía él, qué había descubierto. ¡Él era el maldito FBI! No podían quedarse tanto tiempo en esa incertidumbre. Tenían que sospechar de alguien.

Y si el asesino sabía lo de su familia, puede que supiera de la existencia de Peter. Si algo le sucedía a él…

Pero no podía dejar de pensar en Michael.

En John. En Tess.

Dios mío, ¿por qué? ¿Por qué la había tomado con Michael?

Porque podía.

– Rowan. -Quinn se le acercó, pisando los trozos de vidrio sobre la alfombra. Frunció el ceño al ver los destrozos, pero no dijo nada-. Tenemos que llevarte a una casa segura.

– No -dijo ella, y cerró los ojos mientras se frotaba la frente. El dolor de cabeza que se había desvanecido en algún momento de la noche anterior volvió, con renovada virulencia.

– Sé razonable. Roger no te permitiría…

– Es no. Y ya está. El asesino vendrá a por mí. Y yo lo mataré a él.

– Es un tipo difícil de pillar. Es listo. No puedo dejar que te expongas a ese riesgo -advirtió, y le puso una mano en el hombro. Ella se la sacudió de encima.

– La decisión no es asunto tuyo. No pienso salir huyendo para que siga matando a más gente. Si ha podido matar a Michael… -dijo. La voz se le quebró y reprimió un sollozo-. Puede matar a cualquiera. A ti. A Tess, a Roger. Pero me busca a mí. Se dedica a estas variaciones para demostrarme que es más listo. Más fuerte.

Respiró hondo y cuadró los hombros.

– No tiene ni puñetera idea de con quién se ha metido.

Rowan esperó durante unos cinco minutos largos. Al final, se puso Roger.

Sin preámbulos Rowan le preguntó.

– ¿Qué has averiguado?

– Rowan, me he pasado toda la noche leyendo tus archivos. Tengo a un equipo siguiendo la pista de cada uno de los policías asignados a la investigación. Y bien, esto fue lo que pensé anoche. ¿Qué hay de las familias de los dos guardias que mató Bobby? No puedo entender cómo ni por qué te acosarían a ti, pero es lo único que se me ocurre.

A Rowan se le aceleró el corazón. Venganza. La perseguían porque su hermano había matado brutalmente a un padre, a un hermano, quizás a uno de sus hijos. Era plausible, sobre todo porque Bobby había muerto y era imposible vengarse de él. Pero ¿por qué ahora? ¿Por qué de esa manera?

Durante muchas noches a lo largo de los años, Rowan se había despertado ya entrada la noche, deseando que Bobby estuviera vivo para que ella pudiera matarlo con sus propias manos. Se lo había robado todo, todo excepto la vida, pero su propia existencia era un vacío desde que Bobby había matado a sus hermanas.

Si de alguna manera aquello estuviera relacionado con Bobby, tendría algo más de sentido para ella.

– ¿Lo estás comprobando? -Estaba desesperada. Desesperada y aferrada a una brizna de hierba-. Pero ¿por qué esperar veintipico años? ¿Por qué esperar nada?

– Tengo a Vigo trabajando en un retrato robot, pero todavía no ha producido nada útil. -Hans Vigo era el mejor experto en retratos robot del FBI, pero Rowan sabía que el retrato era sólo tan bueno como la información que se daba al especialista.

Les faltaba mucha información. Más de lo aceptable. Por primera vez en cuatro años, se arrepintió de haber dejado el FBI.

– ¿Qué hay del asesinato de los Franklin? Dijiste que hablarías con el hermano de Karl Franklin. ¿Has…?

– Nada -la interrumpió Roger-. Lo fui a ver, hablé con él. El hombre está en una silla de ruedas. Fui a ver a su médico y es verdad. No puede caminar. No podría estar implicado, aunque tuviera un motivo. Todo lo de Nashville ha acabado en un callejón sin salida.

Un callejón sin salida. Y ella estaba tan segura de que estaba relacionado con el caso Franklin. Las coletas.

Dani.

Estaba relacionado con Dani. Relacionado con su familia.

– Tiene que ver con mi pasado, Roger. Tienes que descubrir qué está pasando. Y decírmelo enseguida. Lo digo en serio, Roger, no intentes protegerme. Tengo que saber la verdad.

Después, llamó a Peter a la casa del párroco en Boston, pero su hermano estaba en la iglesia. Dejó un mensaje breve, con su código personal, y luego se dejó caer en la enorme silla del estudio. Ocultó la cara entre las manos y se permitió un momento de autocompasión, de duelo por su propia vida. Su familia muerta. Y ahora, Michael.

Y la pérdida de algo que casi había tenido con John, una conexión con él que no había sentido jamás con otro hombre. Durante aquel breve interludio, creyó que podía convertirse en algo grande, mejor de lo que ella se merecía.

Pero ahora todo eso había acabado. Como una vida segada antes de tiempo, cualquier asomo de relación entre ella y John se había apagado bruscamente.

¿Qué esperaba? Ella no se merecía a John. A menudo había pensado en sí misma como media persona, incompleta. Menos de la mitad. No podía señalar aquello que no tenía, pero sabía que algo le faltaba. ¿Por qué, si no, era incapaz de tejer vínculos de afecto con otros como una persona normal? ¿Por qué le costaba tanto mantenerse en contacto con sus pocas amigas, como Olivia y Miranda? ¿Por qué no podía entablar una relación con un hombre?

Con John había desarrollado un vínculo más fuerte que con cualquiera de sus anteriores amantes. Pero había que ver dónde estaban ahora.

John nunca la perdonaría. Y ella no podía perdonarse a sí misma.

La sobresaltó la campanilla del teléfono, pero esperó hasta el segundo timbre para contestar.

– Rowan. Soy Peter. ¿Qué ha pasado?

Él sabía que ella nunca dejaría un mensaje a menos que fuera importante.

– El muy hijo de puta ha matado a Michael. Mi guardaespaldas.

– Dios mío. -Rowan se imaginó a Peter persignándose-. ¿A ti te han herido?

– No, lo ha matado en su noche libre. -Mientras yo hacía el amor con su hermano. El sentimiento de culpa la hacía temblar entera.

– Puedo llegar en cuestión de horas…

– ¡No! Quédate ahí. Estás seguro. -No había sido su intención gritar, pero si algo le sucedía a Peter… No podía ni pensar en ello-. ¿No hay algún bonito monasterio, un lugar seguro, donde te puedas quedar un par de semanas? -Quiso que su voz sonara distendida, pero fracasó rotundamente.

– Si no ha venido a por mí, es que no sabe de mi existencia.

– Si algo te sucediera a ti, no sé qué haría.

– Estaré alerta. Además, hay un par de amigos tuyos del FBI aparcados en un sedán muy ostensiblemente camuflado frente a la casa del párroco. Estoy seguro de que aquí no me pasará nada.

Eso mismo pensaba Michael. Rowan se estremeció.

– Peter…

– Me quedaré, a menos que me necesites.

– Mantente alejado de mí.

– Estoy preocupado por ti.

– Sabré cuidarme sola. -Hablaba como una chica petulante-. Creo que este tío sabe todo lo que les pasó a mamá y a las niñas. Lo sabe todo. No sé por qué, pero va a por mí. ¿Se te ocurre alguien… por absurdo que parezca… que pudiera hacer algo así? ¿Recuerdas alguna cosa de esa noche, de esa época, de cualquier cosa, que le dé a Roger una pista para investigar?

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