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A Nemesio Alonso

"La escuela, al final del pueblo, tenía mimosas alrededor. Por delante pasaba la carretera de alquitrán, en reparación desde hacía años, que salía de Oporto y llegaba hasta Bragança. Bordeada de montones de cascajos, arsenal inagotable y siempre a mano para amedrentar a pedradas a los de Anta, era por donde Canca, encaramado en su moto, aparecía y desaparecía a cien por hora, en una nube de polvo.

-¡Por ahí va el diablo montando a su padre! -gritábamos desde la explanada del viejo caserón rectangular, de un solo piso, que en sus traseras servía también de casa al maestro. Tenía ventanas abiertas todo alrededor. Por uno de los lados dejaban ver de lejos el Marão, muy azul en verano y muy blanco en invierno, y mal se le notaba que en tiempos hubiera estado encalado. En la fachada central, entre dos rodrigones. se balanceaba la campana.

Piojoso… Piojoso… Piojoso…

Si tiene piojos, lo raparán… Si tiene piojos, lo raparán…, respondía la de Fermentões, cuando el viento soplaba a favor.

(Miguel Torga, La creación del mundo )

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