El ruido de la puerta y unos pasos en la cocina despertaron, a la vez, a Mikael y Cecilia. Oyeron cómo alguien soltaba una maleta en el suelo junto a la cocina de hierro. Cuando se quisieron dar cuenta, Erika estaba ya en la puerta del dormitorio con una sonrisa que se transformó en espanto.
– ¡Oh, Dios mío! -exclamó, dando un paso atrás.
– Hola, Erika -dijo Mikael.
– Hola. Perdóname. Te pido mil veces disculpas por haber irrumpido así en tu casa. Debería haber llamado antes.
– Nosotros deberíamos haber cerrado la puerta con llave. Erika: ésta es Cecilia Vanger. Cecilia: Erika Berger es la redactora jefe de Millennium.
– Hola -dijo Cecilia.
– Hola -contestó Erika.
Dio la impresión de no saber muy bien si acercarse para darle la mano educadamente, o simplemente alejarse de allí.
– Eh, yo… me voy a dar un paseo…
– Mejor te quedas y pones la cafetera. ¿Qué te parece?
Mikael echó un vistazo al despertador de la mesilla. Más de las doce.
Erika asintió con la cabeza y cerró la puerta. Mikael y Cecilia se miraron. Cecilia parecía incómoda. Habían hecho el amor y luego se quedaron hablando hasta las cuatro de la madrugada. Después Cecilia dijo que pensaba pasar la noche con él y que a partir de ese momento le importaba una mierda que alguien se enterara de que Mikael se la follaba. Había dormido dándole la espalda y con el brazo de él alrededor de su pecho.
– Oye, no pasa nada, ¿vale? -dijo Mikael-. Erika está casada y no es mi novia. Nos vemos de vez en cuando, pero a ella no le importa lo más mínimo si tú y yo tenemos una aventura. Aunque creo que en este momento se sentirá, sin duda, muy incómoda.
Cuando entraron en la cocina, poco después, Erika ya había preparado el desayuno y puesto sobre la mesa café, zumo, mermelada de naranja, queso y pan tostado. Olía muy bien. Cecilia se dirigió directamente a Erika y le tendió la mano.
– Ha sido todo muy rápido ahí dentro. Hola.
– Cecilia, por favor, perdóname por entrar así, como un torbellino -dijo Erika verdaderamente afligida.
– Olvídalo, por Dios. Venga, vamos a tomar café.
– Hola -dijo Mikael, abrazando a Erika antes de sentarse-. ¿Cómo has llegado?
– Subí en coche esta mañana. ¿Cómo si no? Recibí tu mensaje a las dos de la madrugada; te he llamado varias veces.
– Tenía el móvil apagado -dijo Mikael mientras le dedicaba una sonrisa a Cecilia Vanger.
Después del desayuno, Erika se disculpó y dejó solos a Mikael y Cecilia con el pretexto de que debía saludar a Henrik Vanger. Cecilia quitó la mesa dándole la espalda a Mikael. Él se acercó a ella y la rodeó con los brazos.
– ¿Y ahora qué? -dijo Cecilia.
– Nada. Todo sigue igual; Erika es mi mejor amiga. Llevamos veinte años juntos, con interrupciones esporádicas, y espero continuar veinte años más. Pero nunca hemos sido una pareja y nunca nos entrometemos en las aventuras del otro.
– ¿Es eso lo que hay entre tú y yo? ¿Una aventura?
– No sé cómo definir lo que hay entre nosotros dos, pero lo cierto es que estamos bien juntos.
– ¿Dónde va a dormir esta noche?
– Ya le encontraremos una habitación en algún sitio. En casa de Henrik, por ejemplo. No va a pasar la noche en mi cama.
Cecilia reflexionó un instante.
– No sé si podré con todo esto. Quizá tú y ella seáis así, pero no sé… yo nunca… -dijo, negando con la cabeza-. Voy a mi casa. Necesito pensar un poco en todo esto.
– Cecilia, me lo preguntaste una vez, y te conté la relación que había entre Erika y yo. Su existencia no debería representar una sorpresa para ti.
– Es verdad. Pero mientras estuviera a una prudente distancia, allí abajo, en Estocolmo, podía ignorarla. -Cecilia se puso la chaqueta-. Tiene gracia la situación -sentenció sonriendo-. Ven a cenar esta noche. Tráete a Erika. Creo que me va a caer bien.
Erika ya había solucionado el tema del alojamiento. En las anteriores ocasiones en las que subió a ver a Henrik Vanger se alojó en uno de los cuartos de invitados, así que simplemente le pidió que le volviera a dejar la habitación. Henrik apenas pudo disimular su satisfacción y le dijo, de todo corazón, que siempre sería bienvenida.
Una vez arregladas todas estas formalidades, Mikael y Erika dieron un paseo. Cruzaron el puente y acabaron en la terraza del Café de Susanne, poco antes de que cerrara.
– Estoy profundamente decepcionada -empezó diciendo Erika-. Subo hasta aquí para darte la bienvenida a la libertad y te pillo en la cama con la femme fatale del pueblo.
– Lo siento.
– Bueno, ¿y cuánto tiempo hace que tú y miss Big Tits…?
Erika hizo un gesto moviendo el dedo índice, como esperando que él terminara la frase.
– Más o menos desde que Henrik entró como socio.
– Ajá.
– Ajá, ¿qué?
– Nada, simple curiosidad.
– Cecilia es una buena persona. La quiero mucho.
– No te estoy criticando. Sólo estoy algo decepcionada. Me pones la miel en los labios y luego vas y me la quitas. ¿Qué tal en la cárcel?
– Como unas vacaciones de trabajo. ¿Y la revista?
– Mejor. Seguimos pisando la raya y estamos a punto de salirnos de la pista, pero, por primera vez en un año, la cantidad de anuncios está aumentando. Todavía nos encontramos muy por debajo del nivel de hace un año, pero por lo menos vamos remontando. Es gracias a Henrik. Lo extraño es que el número de suscriptores haya empezado a crecer.
– Suele variar bastante.
– Doscientos o trescientos arriba o abajo, sí. Pero es que en los últimos tres meses nos hemos hecho con tres mil nuevos suscriptores. El incremento ha sido bastante constante, algo más de doscientos cincuenta por semana. Al principio pensé que se trataba de una simple coincidencia, pero siguen llegando solicitudes. Es la mayor subida de tirada que hemos tenido jamás. Significa más beneficios que los que dan los anuncios. Por si fuera poco, parece que nuestros antiguos abonados, de manera más o menos general, están renovando sus suscripciones.
– ¿Por qué? -preguntó Mikael algo desconcertado.
– No lo sé. Lo cierto es que nadie lo entiende; no hemos hecho ninguna campaña. Christer se ha pasado una semana encuestando aleatoriamente a los recién abonados para averiguar cuál es su perfil. Para empezar, se trata de suscriptores completamente nuevos. En segundo lugar, el setenta por ciento son mujeres. Normalmente, se suele tener un setenta por ciento de hombres. En tercer lugar, los podríamos definir como gente de ingresos medios, residentes en las afueras y con trabajos cualificados: profesores, directivos, funcionarios.
– ¿La rebelión de la clase media contra el gran capital?
– No lo sé. Pero si sigue así, vamos a ver un cambio profundo en el perfil de nuestros suscriptores. Hace dos semanas celebramos una reunión en la redacción y decidimos introducir algunas novedades; quiero más artículos sobre temas sindicales relacionados con la TCO, la Confederación General de Funcionarios y Empleados y textos similares, pero también más reportajes de investigación sobre asuntos feministas, por ejemplo.
– Ten cuidado con no cambiar demasiado -respondió Mikael-. Si estamos ganando nuevos suscriptores, será, sin duda, porque les gusta la revista tal y como es.
Cecilia Vanger había invitado también a Henrik Vanger a la cena, posiblemente para reducir el riesgo de entrar en desagradables temas de conversación. Había preparado un guiso de carne de caza que acompañó con vino tinto. Erika y Henrik dedicaron gran parte de la conversación a hablar sobre el desarrollo de Millennium y los nuevos suscriptores, pero la conversación se fue yendo, paulatinamente, por otros derroteros. De buenas a primeras, Erika se dirigió a Mikael y le preguntó cómo avanzaba su trabajo.
– Espero tener listo un borrador de la crónica familiar dentro de más o menos un mes para que Henrik pueda echarle un vistazo.