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Cuando volvió al puente, la avalancha del Café de Susanne había pasado, pero la dueña seguía ocupada recogiendo las mesas.

– ¿La invasión dominical? -dijo a modo de saludo.

Ella asintió llevándose una mecha de pelo detrás de la oreja.

– Hola, Mikael.

– Así que te acuerdas de mi nombre…

– Es difícil no acordarse -contestó ella-. Te vi por la tele antes de Navidad, en el juicio.

De repente, Mikael se sintió avergonzado.

– Tienen que llenar las noticias con algo -murmuró, y se fue a la mesa del rincón desde la que se veía el puente.

Cuando su mirada se encontró con la de Susanne, ella sonrió.

A las tres de la tarde, Susanne le anunció que iba a cerrar el café. Después de la hora punta, tras finalizar la misa, sólo habían entrado unos pocos clientes. Mikael pudo leer poco más de una quinta parte de la primera carpeta de la investigación policial sobre la desaparición de Harriet Vanger. La cerró, metió su cuaderno en la bandolera y se marchó. Atravesó el puente a paso ligero y luego se dirigió a casa.

La gata le esperaba en la entrada y Mikael echó un vistazo por los alrededores preguntándose de quién podría ser el animal. De todos modos la dejó entrar; al fin y al cabo, le hacía compañía.

Intentó, de nuevo, llamar a Erika, pero no consiguió escuchar más que la voz del contestador. Al parecer, estaba furiosa con él. Podría haberla llamado a la redacción o a su casa, pero, por pura cabezonería, decidió no hacerlo; ya le había dejado suficientes mensajes. En su lugar, se preparó café, se sentó en el arquibanco, no sin antes echar a un lado a la gata, y abrió la carpeta sobre la mesa de la cocina.

Se puso a leer con suma concentración para que no se le escapara ningún detalle. Al cerrar la carpeta, ya bien entrada la noche, había llenado con apuntes varias páginas de su cuaderno, tanto con palabras clave que resumían el contenido como con preguntas a las que esperaba dar respuesta en las próximas carpetas. El material estaba dispuesto cronológicamente; no sabía a ciencia cierta si lo había organizado Henrik Vanger o si se trataba del sistema adoptado por la policía en los años sesenta.

La primera hoja era la fotocopia de un formulario, escrito a mano, del servicio telefónico de urgencias de la policía de Hedestad. El agente que se puso al teléfono firmó como «Of. g. Ryttinger», lo cual Mikael interpretó como oficial de guardia. En calidad de denunciante figuraba Henrik Vanger, cuya dirección y número de teléfono habían sido apuntados. El informe estaba fechado el domingo 23 de septiembre de 1966 a las 11.14 horas de la mañana. El texto, seco y conciso, decía:

Llamada Sr. Hrk Vanger inf que sobrina (?) Harriet Ulrika VANGER, nacida 15 ene 1950 (16 años), desapareció de su casa en isla Hedeby sábado tarde. Denuncte expresa gran preocupación

A las 11.20 había un apunte que determinaba que a P-014 (¿coche patrulla?, ¿patrulla?, ¿lancha patrulla?) se le ordenó acudir al lugar.

A las 11.35 otra Persona, cuya letra resultaba más difícil de interpretar que la de Ryttinger, había escrito que el «Ag. Magnusson inf. puente isla Hedeby todav. cortado. Transp. c. barca». En el margen, una firma ilegible.

A las 12.14 de nuevo Ryttinger: «Teléfono ag. Magnusson de H-by inf. que Harriet Vanger 16 años ausente desde primera hora sábado tarde. Fam. expresa gran preocup. No ha pasado noche en casa. No puede haber abandonado isla p. accidente del puente. Ning. de familiares interr. sabe dónde se encntra HV».

12.19: «G. M. inf. por tel. sobre asunto».

El último apunte había sido registrado a las 13.42: «Llegada de G. M. a H-by; se encarga del caso».

En la hoja siguiente ya se revelaba que la misteriosa firma G. M. hacía referencia a un tal inspector Gustaf Morell, que llegó por mar a la isla, asumió el mando del caso y redactó una denuncia formal sobre la desaparición de Harriet Vanger. A diferencia de los apuntes iniciales, con sus arbitrarias abreviaturas, los informes de Morell estaban redactados a máquina y en una prosa legible. En las páginas que seguían se daba cumplida cuenta de las medidas tomadas, con una objetividad y una riqueza de detalles que sorprendieron a Mikael.

Morell había abordado la investigación de modo sistemático. Al principio entrevistó a Henrik Vanger estando presente Isabella Vanger, la madre de Harriet. Luego, por este orden, habló con una tal Ulrika Vanger, Harald Vanger, Greger Vanger y Martin Vanger (el hermano de Harriet), así como con una tal Anita Vanger. Mikael sacó la conclusión de que estas personas habían sido entrevistadas por un decreciente orden jerárquico.

Ulrika Vanger era la madre de Henrik Vanger y, al parecer, gozaba de una serie de privilegios más bien propios de una reina madre. Vivía en la Casa Vanger y no tenía ninguna información que aportar. Se había acostado pronto la noche anterior y llevaba días sin ver a Harriet. Por lo visto, había insistido en ver al inspector Morell únicamente para expresar su opinión: que la policía tenía que actuar inmediatamente.

Harald Vanger, clasificado con el número dos en el orden jerárquico de los miembros de la influyente familia, era el hermano de Henrik. Explicó que había visto a Harriet apenas unos segundos al cruzarse con ella cuando la niña volvía de las fiestas de Hedestad, pero que «no la veía desde el accidente en el puente y no tenía noticia de su actual paradero».

Greger Vanger, hermano de Henrik y Harald, informó de que había visto a la desaparecida cuando ésta, de vuelta de Hedestad, iba al despacho de Henrik Vanger para hablar con él. Greger Vanger dijo que no habló personalmente con la joven, sino que sólo la saludó. No sabía dónde podía estar, pero pensaba, sin duda, que habría ido a ver a alguna amiga sin avisar, y seguro que volvería pronto. Al preguntarle sobre cómo podría haber abandonado la isla, no supo qué contestar.

Martin Vanger fue entrevistado muy brevemente. Estudiaba el último año de bachillerato en Uppsala, de modo que estaba alojado en casa de Harald Vanger. No había sitio en el coche de Harald, así que se fue en tren a Hedeby y llegó tan tarde que se quedó atrapado al otro lado del puente. Consiguió pasar por mar, pero mucho más tarde, por la noche. Fue interrogado con la esperanza de que, tal vez, su hermana hubiese confiado en él y le diera a entender que tenía intención de huir. Aquella idea originó una serie de protestas por parte de la madre de Harriet, pero el inspector Morell consideró que, en ese momento, la posibilidad de que se hubiera escapado debía entenderse como algo esperanzador. Sin embargo, Martin no había hablado con su hermana desde las vacaciones de verano; por consiguiente, no pudo aportar nada valioso.

Anita Vanger era hija de Harald Vanger, pero aparecía erróneamente identificada como «prima» de Harriet; en realidad, Harriet era la hija de su primo. Anita estudiaba su primer curso en la universidad de Estocolmo y había pasado el verano en Hedeby. Tenía casi la misma edad que Harriet y se habían hecho íntimas amigas. Declaró que había llegado a la isla el sábado, con su padre, y que tenía muchas ganas de ver a Harriet, pero que no le había dado tiempo. Anita Vanger comentó que se sentía preocupada porque no era propio de Harriet irse a ningún sitio sin avisar a la familia. Tanto Henrik como Isabella Vanger confirmaron esta conclusión.

Mientras el inspector Morell entrevistaba a los miembros de la familia, ordenó a los agentes Magnusson y Bergman -la patrulla 014- que organizaran una primera batida aprovechando que había luz. Como el puente seguía cortado, resultaba difícil pedir refuerzos desde el otro lado; la primera partida estuvo compuesta por una treintena de voluntarios de diferente sexo y edad. Esa tarde pasaron por la zona de las casas deshabitadas del viejo puerto pesquero, las orillas de la punta de la isla y del estrecho, la parte del bosque situada más cerca del pueblo e, incluso, por Söderberget, la montaña que se levantaba por encima del puerto pesquero. Este último lugar fue peinado desde el mismo momento en que alguien lanzó la teoría de que Harriet podía haber subido hasta allí para contemplar mejor el accidente del puente. También enviaron patrullas a la granja de Ostergården, así como a la cabaña de Gottfried, en la otra punta de la isla, adonde Harriet solía acudir algunas veces.

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