– No creo que eso suponga un problema. ¿Algo más?
– Sí. Greger Vanger llevaba una cámara Hasselblad en la mano el día que ocurrió el accidente. Significa que también él podría haber hecho fotos. ¿Dónde podrían haber acabado esas fotos después de su muerte?
– Es difícil de decir, pero supongo que estarán en manos de su viuda o de su hijo.
– ¿Podrías…?
– Llamaré a Alexander y se lo preguntaré.
– ¿Qué quieres que busque? -preguntó Lisbeth Salander mientras cruzaban el puente de regreso a la isla, tras despedirse de Frode.
– Recortes de prensa, revistas y boletines informativos para los empleados de la empresa. Quiero que repases todo lo que puedas encontrar en relación con las fechas en las que se cometieron los crímenes en los años cincuenta y sesenta. Apunta todo lo que te llame la atención o te parezca mínimamente curioso. Creo que es mejor que tú te dediques a eso; es que tu memoria…
Ella le dio un puñetazo en un costado. Cinco minutos más tarde, volvió a cruzar el puente en su moto ligera.
Mikael estrechó la mano de Alexander Vanger. Durante la mayor parte del tiempo que Mikael llevaba en Hedeby, Alexander había estado fuera y Mikael sólo se había cruzado con él muy rápidamente. «Tenía veinte años cuando Harriet desapareció.»
– Dirch Frode me dijo que querías ver viejas fotos.
– Tu padre tenía una cámara Hasselblad.
– Sí, es cierto. Todavía la conservamos, pero nadie la usa.
– ¿Sabes que estoy investigando lo que le ocurrió a Harriet por encargo de Henrik?
– Tengo entendido que así es. Y hay muchas personas que no están precisamente contentas con ese tema.
– Es posible. Naturalmente, no estás obligado a enseñarme nada.
– Bah… ¿Qué es lo que quieres ver?
– Si tu padre hizo algunas fotos el día en que Harriet desapareció.
Subieron al desván. Alexander tardó unos minuto: en conseguir localizar una caja de cartón con una gran cantidad de fotografías sin ordenar.
– Llévatela -dijo-. Si hay algo, estará ahí.
Mikael dedicó una hora a ordenar las fotos de Greger Vanger. Como ilustraciones para la crónica de la familia, la caja contenía verdaderas joyas, entre ellas numerosas imágenes de Greger Vanger en compañía de gran líder nazi sueco de los años cuarenta Sven Olo Lindholm. Mikael las dejó a un lado.
Encontró varios sobres con fotos que, evidentemente, fueron hechas por el propio Greger Vanger. Instantáneas de diferentes personas y encuentros familiares, así como típicas fotos de vacaciones: unas pescando en la montaña y otras durante un viaje a Italia con la familia, donde visitaron, entre otros lugares, la torre inclinada de Pisa.
Unos segundos después encontró cuatro fotos del accidente del puente. A pesar de poseer una cámara sumamente profesional, Greger era un fotógrafo pésimo. Las imágenes o se centraban en el camión cisterna propiamente dicho, o representaban a personas vistas desde atrás. Encontró una sola foto donde se veía, casi de perfil, a Cecilia Vanger.
Mikael las escaneó, aunque sabía de antemano que no iban a aportar nada nuevo. Volvió a meterlas en la caja y se comió un sándwich mientras reflexionaba. A eso de las tres, subió a ver a Anna Nygren.
– Me pregunto si Henrik tiene más álbumes de fotos que los que forman parte de su investigación sobre Harriet.
– Bueno, Henrik siempre ha demostrado mucho interés por la fotografía, desde joven, según he oído. Guarda muchos álbumes arriba, en su despacho.
– ¿Me los podría enseñar?
Anna Nygren dudó. Una cosa era dejarle la llave de la capilla funeraria -al fin y al cabo, allí mandaba Dios- y otra completamente diferente era permitirle entrar en el despacho de Henrik Vanger. Porque allí mandaba alguien que estaba por encima de Dios. Mikael le propuso que llamara a Dirch Frode. Al final, no sin cierta desgana, accedió. En el estante inferior, aproximadamente un metro de la biblioteca estaba ocupado por carpetas llenas de fotografías. Mikael se sentó a la mesa de trabajo de Henrik y abrió el primer álbum.
Henrik Vanger había guardado todo tipo de fotos familiares. Evidentemente, muchas databan de una épocan anterior a él. Algunas de las más antiguas eran de la década de 1870 y representaban a hombres de semblante serio y mujeres encorsetadas. Había fotos de los padres de Henrik y de otros parientes. En una se veía cómo el padre de Henrik celebraba en Sandhamn la fiesta de Midsommar con unos buenos amigos en 1906. Otra foto del mismo pueblo representaba a Fredrik Vanger y a su mujer Ulrika junto a Anders Zorn y Albert Engström, sentados a una mesa con botellas abiertas. Encontró a un Henrik Vanger adolescente y trajeado montando en bici. Otras fotos mostraban a empleados en fábricas y despachos. Vio al capitán Oskar Granath, el que llevó a Henrik y a su amada Edith Lobach hasta Karlskrona y los puso a salvo en plena guerra mundial.
Anna le subió una taza de café. Él le dio las gracias. Llegó a la época moderna y pasó unas páginas con fotos de Henrik Vanger en la flor de la vida, inaugurando fábricas o estrechando la mano al primer ministro Tage Erlander. Una foto de principios de los años sesenta mostraba a Henrik en compañía de Marcus Wallenberg. Los dos capitalistas se miraban con gesto adusto; resultaba obvio que no había mucha cordialidad entre ellos.
Siguió pasando las páginas del álbum; de pronto, se detuvo en una hoja donde Henrik, a lápiz, había escrito «Consejo de familia de 1966». Dos fotos en color mostraban a unos señores hablando y fumando puros. Mikael reconoció a Henrik, Harald, Greger y varios hombres casados con mujeres de la rama familiar de Johan Vanger. Otras dos fotografías correspondían a la cena: unas cuarenta personas, hombres y mujeres, miraban a la cámara sentadas a la mesa. Mikael advirtió que fueron hechas después de la catástrofe del puente, pero antes de que alguien se percatara de que Harriet había desaparecido. Estudió las caras. Esta era la cena en la que ella debería haber participado. ¿Alguien sabía ya que Harriet no estaba? Las fotos no ofrecían respuesta alguna.
De repente, a Mikael se le atragantó el café. Tosió y se incorporó en la silla bruscamente.
Al fondo, en uno de los extremos laterales de la mesa, descubrió a Cecilia Vanger, con su vestido claro, sonriendo a la cámara. A su lado, otra mujer rubia de pelo largo y un vestido idéntico. Se parecían tanto que podrían haber sido gemelas. Y automáticamente la pieza del rompecabezas encajó. No fue Cecilia Vanger la que estuvo en la ventana de Harriet, sino su hermana Anita, dos años menor, la que ahora vivía en Londres.
¿Qué era lo que había dicho Lisbeth? «Se ve a Cecilia Vanger en muchas fotos. Parece andar de un lado para otro entre diferentes grupos de gente.» En absoluto. Eran dos personas distintas y, por pura casualidad, nunca habían coincidido en la misma foto. En todas aquellas fotos en blanco y negro hechas a distancia, parecían idénticas. Probablemente, Henrik siempre diferenció a las hermanas, pero Mikael y Lisbeth dieron por hecho que se trataba de la misma persona. Nadie les aclaró el malentendido, ya que nunca se les ocurrió preguntar nada al respecto.
Mikael pasó la hoja y sintió cómo se le ponía el vello de punta, como si un soplo de aire frío hubiese pasado por la habitación.
Eran fotos del día siguiente, cuando se inició la búsqueda de Harriet. Un joven inspector Gustaf Morell daba instrucciones a una pareja de uniformados agentes y a una decena de hombres con botas, dispuestos a iniciar la búsqueda. Henrik Vanger llevaba un impermeable que le llegaba hasta las rodillas y un sombrero inglés de ala corta.
En el extremo izquierdo de la foto se hallaba un hombre joven, algo regordete y con una media melena rubia. Llevaba una cazadora con una franja roja a la altura de los hombros. La foto era nítida. Mikael lo reconoció enseguida, pero, por si acaso, extrajo la foto y bajó a preguntarle a Anna Nygren si lo reconocía.