El viaje de regreso al Alphard, que estaba girando con todo tipo de seguridad fuera de la atmósfera de Abyomen, no tuvo novedades para nadie, excepto para Dar Lang Anh. No hizo ninguna pregunta mientras tanto, pero sus ojos se fijaron en casi todo lo que se podía ver. Una particularidad de su comportamiento fue apreciada por la mayoría de la tripulación humana. En la mayor parte de las ocasiones en que una criatura más o menos primitiva es sacada de su planeta para dar una vuelta, se pasa casi todo el tiempo mirando cómo es su mundo desde arriba. Sin embargo, casi toda la atención de Dar estaba puesta en la estructura y manejo del módulo. El único momento en que miró un poco abajo fue cuando se pusieron a velocidad circular y el módulo se volvió ingrávido.
Entonces volvió a mirar a la superficie y, para sorpresa de todos los que miraban, aceptó el fenómeno sin esfuerzo. Aparentemente, se había convencido de que la sensación de caída no significaba de hecho que se estuvieran cayendo, y aunque así fuera, los pilotos atajarían el problema antes de que fuera realmente peligroso. El mayor Donabed desarrolló un sano respeto por Dar Lang Ahn en aquel momento; había conocido a demasiados seres humanos bien educados que se pusieron histéricos en las mismas circunstancias.
Por supuesto, reflexionó el chico, Dar volaba y experimentaba muchas breves sacudidas cuando se metía en corrientes ascendentes o descendentes, pero esto no duraba nunca más de uno o dos segundos. Era un buen tipo; el mismo Kruger, después de pasar casi un año terrestre en tierra, se sentía un poco mareado.
En su debido momento, la monstruosa masa del Alphard fue divisada, aproximada y contactada, y el módulo se deslizó en su acomodo a través de su especial sistema de seguridad.
La reunión se celebró en la sala mayor de la nave, ya que todo el mundo quería oír la historia de Kruger. De común acuerdo, hizo primero su informe, contando brevemente la forma en que había escapado a la muerte cuando fue abandonado, y también sus experiencias con los animales, minerales y gente de Abyormen. La falta de algo parecido a la fruta, el hecho de que los tallos de muchas plantas fueran comestibles, aunque no muy nutritivos, la forma en que había probado suerte para ver si por lo menos no eran venenosos, y su determinación en abandonar la región volcánica donde había sido abandonado y en llegar al polo, donde se podría quizá estar más confortable, todo fue siendo entretejido en una narración razonablemente concisa. Todo el mundo tenía alguna pregunta que hacerle cuando terminó, y fue necesario que el comandante del Alphard actuara de moderador.
— Debiste tener bastantes dificultades en fijar tu rumbo cuando empezaste por primera vez a viajar — preguntó uno de los astrónomos.
— Fue un poco confuso — Kruger sonrió —. Si el sol rojo se hubiera limitado a variar de tamaño, no hubiera sido demasiado problemático, pero vacilaba de un lado a otro, en el lugar donde aterricé, del sudeste al sudoeste, y de vuelta otra vez, de forma que tardé bastante tiempo en poderme acostumbrar. Con el azul es más sencillo; Alcyone sale por el Este y se pone por el Oeste, como debe ser. Al menos lo hace a una buena distancia del polo, y resultó lo suficientemente sencillo ver por qué no lo hacía cuando llegué más al norte.
— Bien. Los movimientos del sol rojo son bastante lógicos, si recuerdas lo excéntrica que es la órbita del planeta. ¿A cuánto, en tu experiencia, asciende la variación angular?
Sólo he visto el planeta durante una de las vueltas de la nave.
— Unos sesenta grados a cada lado de la media.
— El astrónomo asintió con la cabeza y dejó de preguntar. El comandante concedió la palabra a un geólogo.
— ¿Has dicho que casi todo el terreno que viste es volcánico?
— En el continente donde me encontraron sí. Recuerda que no recorrí demasiada parte del planeta. La larga península que seguí hacia el norte…
— Durante tres millas — atajó un fotógrafo.
— Gracias. Es totalmente volcánica, y la región del continente de donde sale se halla en gran parte cubierta de flujos de lava de varias épocas. Cerca del casquete de hielo es montañoso, pero claramente no volcánica.
— Bien. Tenemos que sacar un mapa de secuencias de los estratos, si queremos hacernos una idea de la edad de este mundo. Supongo que no verías ningún fósil cerca del hielo.
— Sólo estuve en tierra cerca de su colonia; volé sobre el resto. Dar Lang Ahn, aquí presente, es posible que te ayude.
— ¿Querrá hacerlo?
— Probablemente. Su grado de curiosidad es bastante elevado. Te di una idea de para qué quiere la información: lo pone en libros para la próxima generación, ya que la suya no durará ya mucho — Kruger no sonrió al decir esto, ya que la idea de perder a Dar le iba afectando cada vez más conforme pasaba el tiempo.
— ¿Nos contaría tu amigo algo más de este asunto de la sucesión de generaciones? — preguntó el biólogo —. Tenemos animales en la Tierra que hacen lo mismo, aunque normalmente las dos formas no estén adaptadas a unos cambios tan drásticos de medio; pero lo que realmente me preocupa en este momento es el tema de los Profesores.
Cuando mueren por fin, ¿es consecuencia de ello una razzia de los descendientes, o no pasa nada, o qué?
— No lo sé, y tampoco Dar Lang Ahn. Mejor será que preguntes a esa especie de Profesor con quien estaba hablando cuando me oísteis. Ni siquiera sé si hay una única descendencia o varias, cuando las cosas transcurren normalmente.
— Eso es suficientemente obvio, ya que si sólo hubiera una, sin otro método de reproducción, la raza habría desaparecido hace tiempo. Tiene que haber muertes debidas a accidentes, de vez en cuando.
— Bien; a quien hay que preguntar es a un Profesor, de cualquier modo. Yo lo haré por ti cuando hable con él.
— ¿Por qué mantienen los Profesores a la mayoría de su gente en la ignorancia de esto? — preguntó otro.
— Tendrás que preguntarles a ellos. Si yo estuviera en su lugar lo haría para salvaguardar la paz, pero con el que he estado hablando dice que no les importa un número de muertes determinado.
— Me gustaría hablar al respecto con tu amigo.
— De acuerdo. Sin embargo, me temo que alguien tendrá que hacer un cuestionario.
Las preguntas y respuestas se sucedieron durante un buen rato, hasta que Kruger dejó de ocultar sus bostezos. Por fin, el comandante deshizo la reunión; pero aún tuvo el chico que esperar para descansar un rato. Procedió a enseñar el Alphard a Dar Lang Ahn, respondiendo a las preguntas de su pequeño amigo lo mejor que podía.
Por fin durmió, disfrutando de la ingravidez por vez primera en meses. No reparó en si Dar pudo dormir o no, en tales circunstancias, pero el nativo apareció por la mañana bastante fresco, por lo que Kruger supuso que lo había hecho. Dar se negó a probar alimentos humanos, pero Kruger se comió un desayuno tan grande que algunos de sus conocidos le tuvieron que advertir que podía hacerle daño. El relativamente bajo valor nutritivo de las plantas abyormenitas le había acostumbrado gradualmente a ingerir grandes cantidades cada vez que comía mientras estuvo en el planeta.
Satisfecho su apetito, informó al comandante, quien inmediatamente convocó otra conferencia, aunque esta vez sólo para científicos. Se decidió que había que dar prioridad al tiempo empleado en Dar, para que pudiera haber más intérpretes disponibles tan pronto como fuera posible. A los biólogos se les dijo que cogieran un módulo de aterrizaje y capturaran por su cuenta algunos animales; tendrían que adquirir la mayor parte de sus conocimientos de la manera más dura. Kruger les calmó prometiendo ayudarles con el Profesor mientras Dar estuviera dando clases de idiomas.
Sin embargo, los geólogos iban a necesitar la asistencia personal de Dar. Podían, por supuesto, hacer mapas de la superficie de Abyormen y ponerse personalmente a investigar puntos en los cuales fuera probable encontrar trozos de terreno sedimentado, pero el tiempo que así se perdería podía recibir usos mucho mejores. En consecuencia, se le enseñaron a Dar fotos en color de los tipos de roca que los especialistas esperaban encontrar allí y le preguntaron si había algún lugar en el planeta donde pudieran hallarse.