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Después de la muerte de Lionel Burger una serie de personas se acercaron a su hija con la intención de escribir sobre él. Como único miembro sobreviviente de su familia, habría sido la principal fuente de información para cualquier biógrafo. Descartó a uno después de la primera reunión. No respondió a las cartas de otro. Accedió a proporcionar material a uno que no la encontró muy comunicativa. Tenía escasa documentación que ofrecer; dijo que la familia guardaba muy pocas cartas o papeles, y que lo poco que conservaba había ido desapareciendo con las redadas policiales a lo largo de los años. Mencionó que había salvado parte de la biblioteca de sus padres, pero rechazó toda sugerencia de que ésta pudiera ser interesante por sí misma para un biógrafo.

El hombre quería cotejar con ella los datos sobre la vida de su padre -lo que desde cierta fecha también implicaba la vida de su madre- que ya había recogido en fuentes escritas, incluyendo archivos tribulicios y la historia del Partido Comunista en Sudáfrica, que se había visto obligado a investigar en el extranjero porque la mayoría de los trabajos referentes al mismo habían sido prohibidos en el país. Respondió a las preguntas de una forma que a él le resultó inesperada… para la que no estaba preparado. No por lo que decía sino por la disposición física de su confrontación. Estaban sentados al sol, en casa de un amigo de Rosa por cuyo intermedio el hombre había logrado establecer el contacto; la mayor parte del tiempo ella mantuvo los brazos apoyados en la mesa, desde el codo hasta la mano. Hablaba sin mirarlo, pero al final de cada oración clavaba en él sus diáfanos ojos gris claro. ¿Qué esperaba de él? El hombre se sentía indiscreto. Ella daba muy poco y al tiempo planteaba algo que le resultaba incomprensible.

Hijo de una familia rica, Lionel Burger había nacido en 1905 en la granja «Vergenoegd», propiedad emplazada en el distrito de Springbok Fíats, del norte del Transvaal, aunque asistió a la escuela en Pretoria y Johanesburgo.

Bien -ella no estaba segura de que fuera acertado lo de familia rica-, poseían tierras en las que habían vivido durante varias generaciones.

Inició sus estudios de medicina en Ciudad del Cabo y los terminó en la Universidad de Edimburgo a finales de la década de los veinte. Antes de concluir la carrera se casó con Colette Swan, una chica sudafricana que estudiaba ballet en Londres. Regresó con ella a Sudáfrica en 1930. Tuvieron un hijo, que ahora también es médico y ejerce su profesión en Tanzania. Se habían divorciado… ¿cuándo?

La hija del segundo matrimonio no lo sabía. La fecha de la boda de sus padres era el 19 de agosto de 1946, la semana de la gran huelga de mineros negros en el Witwatersrand. Su madre, Cathy Jansen, tenía veintiséis años y era secretaria general de un sindicato conservero o textil. Sea cual fuere, uno de los tres o cuatro sindicatos existentes de carácter mixto, formado por blancos y mestizos. La boda tenía que celebrarse el 14 de agosto, pero el padrino -J. B. Marks, presidente de la Unión de Mineros Africanos- fue arrestado el segundo día de la huelga, lo que parece haber alterado la fecha en unos días. Otro sindicalista, Gana Makabeni, ocupó el lugar de Marks. En ese entonces los futuros contrayentes también habían sido arrestados en una redada del 16 de agosto en las oficinas del Partido Comunista de Johanesburgo. Aunque en la lista de acusados aparecía como Cathy Jansen, se había convertido en la segunda esposa de Lionel Burger mientras ambos estaban en libertad bajo fianza, antes de que se iniciaran los sumarios preparatorios.

¿Eso fue el 26 de agosto? Confirmado. Junto con más de cincuenta personas, negros, blancos, indios y mestizos, muchos de los cuales eran comunistas (y de quienes sólo los pocos nombres no olvidados serían mencionados en la biografía: Fram Fischer, Dr. Dadoo, Moses Kotane), la pareja fue acusada, conforme a la Ley de Reuniones Sediciosas, de haber colaborado en una huelga ilegal y también de haber delinquido contra algo llamado Medida de Guerra 145. El biógrafo aportó la información que había reunido sobre la Medida de Guerra 145: prohibía las huelgas por parte de africanos y exponía a los huelguistas negros a una multa mínima de 300 libras esterlinas o tres años de cárcel. El juicio fue el más representativo, en la historia del país, de las diferentes ideologías, colores de piel e intereses de clases que se oponían al régimen blanco; fue el primero en que procesaron juntos a su padre y a su madre. También fue, por su alcance, una sombra proyectada ante el Juicio por Traición, que llegaría en 1957; único otro proceso, y último, en que el matrimonio Burger sería sometido a juicio al mismo tiempo. El proceso a sus padres antes de su nacimiento, como el que tendría lugar cuando tenía edad suficiente para retener impresiones -¿era posible recordarlo y contarlo, verdad?- concluyeron sin que Lionel Burger o su esposa fueran condenados.

Pero dos meses después de casarse, en una nueva oleada de redadas en casa de radicales de todas las grandes ciudades, volvieron a arrestar a Lionel Burger. El y sus colegas del Comité Ejecutivo del Partido Comunista de Ciudad del Cabo fueron acusados de sedición a consecuencia de la huelga de mineros que había aplazado aunque no desbaratado sus planes matrimoniales.

Con esta observación el biógrafo provocó una lenta y amplia sonrisa en la hija del matrimonio. Por unos momentos la lista de redadas, arrestos y juicios hizo las veces de álbum familiar: la pareja acababa de descargar sus pertenencias en el piso de Johanesburgo cuando hicieron la redada; era famosa la historia de que la policía, que tenía instrucciones de registrar el contenido de armarios y cajones, al encontrarlos vacíos tuvo que sacar todo lo que había en las maletas y cajas con libros. Lionel Burger y su nueva esposa se dedicaron, sencillamente, a colgar tazas y acomodar platos, cacerolas y sartenes, mientras la policía permanecía agachada entre papeles de diario y paja, haciendo el trabajo sucio.

Otro cargo contra el acusado tenía algo que ver con el Acta de Secretos Oficiales; también en este caso el biógrafo había consultado los códigos, y la presunta contraversión era un tecnicismo legal relativo a la campaña «Fuera de Java», con una apelación al boicot de barcos que pasaban por puertos sudafricanos transportando cargas, a través del Océano Indico, para las tropas apostadas en Indonesia una vez acabada la ocupación japonesa. Pero tanto el biógrafo como Rosa Burger eran demasiado jóvenes para que, a sus ojos, tuviera algún significado una campaña para las secuelas inmediatas de la segunda guerra mundial.

Cathy Burger, née Jansen, no fue acusada en este caso; sin embargo era ella, y no su marido, quien había organizado un sindicato; sólo tenía veintiséis años y probablemente no era lo bastante destacada para ser miembro del Comité Ejecutivo. El fiscal acusó al Partido de haber maquinado la huelga como parte de un complot de mayor envergadura destinado a derrocar al gobierno; el acusado fue repreguntado acerca de la política del Partido, el rol de los comunistas en los sindicatos y su actitud con respecto a las huelgas. El biógrafo había estado estudiando viejos archivos de los tribunales y lo que había dicho el acusado estaba tan fresco en su memoria como si se lo hubieran dicho al oído, ayer. Lionel Burger informó al tribunal que el Partido Comunista abogaba por la unidad de los trabajadores al margen de su color. La política partidaria requería que los comunistas fueran activos en sindicatos a los que tenían acceso. Un buen comunista debe ganarse la confianza de los trabajadores demostrando que es un buen sindicalista. Los comunistas habían servido a la causa obrera organizando a los africans, mestizos e indios no cualificados y semiespecializados, el sector más numeroso y más desasistido de la mano de obra, y mediante este logro el Partido Comunista había hecho una contribución singular a la armonía entre razas en un país constantemente amenazado por la agitación racial. La huelga fue la genuina y justificada protesta de 76.000 mineros negros contra la explotación y la desdeñosa indiferencia de las necesidades, como trabajadores y seres humanos, de los 400.000 negros que trabajaban en la industria.

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