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VI EL DIA Y LA NOCHE

32

Con todo lo que había sucedido durante la noche anterior y con todo lo que iba a acontecer durante la noche siguiente, no pensé que haríamos el amor. Pero Sasha no podía imaginar no hacer el amor. Aunque desconocía la razón de mi terror, mis temores y estremecimientos ante la posibilidad de perderla fueron un afrodisíaco para ella.

Orson, siempre caballero, se quedó en la planta baja, en la cocina. Subimos las escaleras y entramos en el dormitorio y de ahí al tiempo sin tiempo y al lugar sin lugar donde Sasha es la única energía, la única forma de materia, la única fuerza en el universo. Tan brillante.

Después le conté todo lo que había sucedido desde la puesta de sol hasta el amanecer, le hablé de los monos del milenio y de Stevenson, de cómo Moonlight Bay era ahora una caja de Pandora llena de miríadas de demonios.

Si creyó que estaba loco, lo disimuló muy bien. Cuando le conté el encuentro con el grupo que Orson y yo tuvimos después de abandonar la casa de Bobby, se le puso la carne de gallina y tuvo que abrigarse. Poco a poco fue comprendiendo lo difícil de la situación, que no teníamos a nadie a quien acudir y que ni siquiera se nos permitía salir de la ciudad, que ya podíamos estar contagiados por la plaga de Wyvern, con efectos que ni siquiera podíamos imaginar.

Si condenaba lo que le había hecho a Stevenson, consiguió dominar sus emociones con éxito completo, porque cuando acabé de hablar, tras haberle contado lo del fragmento de la muñeca que había encontrado en su cama, se quitó la túnica que se había puesto, aunque todavía tenía la carne de gallina, y me introdujo de nuevo en su luz.

Esta vez, cuando hicimos el amor, estuvimos más sosegados que antes, nos movimos más despacio, con más suavidad que la primera vez. El movimiento y el acto fueron más tiernos. Nos unimos el uno al otro con amor y necesidad, pero también con desesperación, porque ahora nos dábamos cuenta de todo nuestro aislamiento. Aunque compartíamos la sensación de ser dos personas condenadas con el reloj de la ejecución marcando el tiempo sin parar, nuestra unión fue mucho más dulce.

Es posible que no se trate de algo extraño. Quizá la situación de peligro extremo nos despojo de todos los deseos, ambiciones, confusión y nos centramos en nosotros como nunca lo habíamos hecho, para recordarnos lo que habitualmente nos pasamos casi toda la vida olvidando: que nuestra naturaleza y finalidad es, por encima de cualquier otra cosa, amar y ser amado, extraer toda la alegría de la belleza de este mundo para vivir con la conciencia de que el futuro no es un lugar real para ninguno de nosotros, como lo son el presente y el pasado.

Si el mundo que conocemos hubiera desaparecido entonces, mis escritos y las composiciones de Sasha no hubieran importado. Para parafrasear a Bogan con Bergman: en este futuro excéntrico desplomándose como una avalancha sobre nosotros, las ambiciones de dos personas no son más que un montoncito de alubias. Todo lo que importa es la amistad, el amor y el surf. Los magos de Wyvern nos habían dado a Sasha y a mí una existencia tan reducida a las cosas esenciales como la de Bobby Halloway.

La amistad, el amor y el surf. Disfrútalos mientras están calientes. Disfrútalos antes de que desaparezcan. Disfrútalos mientras todavía eres lo bastante humano para saber lo preciosos que son.

Nos quedamos un rato callados, abrazados, esperando que el tiempo volviera a discurrir. O quizás esperando a que no lo hiciera nunca.

– Vamos a calentar algo.

– Creo que ya lo hemos hecho.

– Quiero decir unas tortillas.

– Mmmmmmm. Esas deliciosas claras de huevo -dije, ridiculizando su tendencia a llevar la dieta hasta el límite.

– Hoy pondré los huevos enteros.

– Ahora ya se que ha llegado el fin del mundo.

– Con mantequilla.

– ¿Y queso?

– Alguien tiene que pensar en las vacas.

– Mantequilla, queso, yemas de huevo. Así que te has decidido por el suicidio.

Estábamos bromeando, pero no estábamos para bromas.

Y ambos lo sabíamos. Y seguimos haciéndolo, porque de otra manera hubiéramos tenido que admitir lo asustados que estábamos.

Las tortillas eran buenísimas, así como las patatas fritas y los bollos ingleses con mucha mantequilla.

Mientras Sasha y yo comíamos a la luz de las velas, Orson circulaba alrededor de la mesa de la cocina gimoteando con melancolía y poniéndonos ojos de niño hambriento del gueto.

– Acabas de comer todo lo que te he puesto en el cuenco -le dije.

Hizo un gesto que expresaba sorpresa y dirigió un melancólico gemido a Sasha como si intentara decirle que yo estaba mintiendo, que todavía no le había dado la comida. Meneo el rabo e hizo toda una serie de gracias intentando ganarse un bocado.

– Está bien, siéntate aquí -dije, separando la tercera silla con un pie.

Saltó inmediatamente a la silla y se sentó mirándome fijamente.

– Le he contado a la señorita Goodall una historia extraordinaria de la que no tengo ninguna prueba solo las anotaciones de unos meses en el diario de un cura claramente perturbado. Probablemente ella ha hecho esto porque esta loca por el sexo y necesita un hombre, y yo soy el único que tiene a mano.

Sasha me lanzó media tostada untada con mantequilla que se cayó en la mesa, frente a Orson .

Fue a cogerla.

– ¡No lo hagas, hermano! -exclame.

Se detuvo con la boca abierta a una pulgada de la tostada. En lugar de comérsela, la husmeo con evidente placer.

– Si me ayudas a probar a la señorita Goodall que lo que le he contado del proyecto Wyvern es cierto, compartiré contigo la tortilla y las patatas.

– Chris, su corazón -dijo Sasha con expresión preocupada, metiéndose en su personaje de Grace Granola.

– No tiene corazón -conteste-. Es todo estomago.

Orson me dirigió una mirada de reproche como si dijera que no debía burlarme cuando él no podía participar.

– Cuando uno mueve la cabeza de arriba abajo, significa si. Y cuando la mueve de un lado a otro, quiere decir no ¿Lo entiendes? -le dije al perro.

Orson me miro fijamente, jadeando y riendo con expresión estúpida.

– Quizá no convenciste a Roosevelt Frost, pero has de convencer a esta dama. No tienes otra elección, porque ella y yo vamos a estar juntos de ahora en adelante bajo el mismo techo, para el resto de nuestras vidas.

Orson dirigió su atención a Sasha.

– ¿No es verdad? -le pregunté- ¿Para el resto de nuestras vidas?

– Te quiero, Snowman -contesto ella con una sonrisa.

– Te quiero, señorita Goodall.

– Desde ahora, chucho, ya no son dos, desde ahora seremos tres -dijo ella dirigiéndose a Orson . Orson le hizo un guiño a Sasha, me hizo otro a mí y se quedó mirando fijamente con evidente deseo el trozo de tostada que había en la mesa frente a él.

– Bien, ¿entiendes como se dice si y no?

Tras una vacilación, Orson asintió.

Sasha se quedo boquiabierta.

– ¿No crees que es encantadora? -pregunte.

Orson asintió.

– ¿Te gusta?

Otro gesto afirmativo. Me recorrió un delicioso vértigo. El rostro de Sasha expresaba la misma exaltación.

Mi madre, que destruyo el mundo, también había ayudado a incorporarle estos milagros y maravillas.

Quería la cooperación de Orson no solo para confirmar mi historia sino también para animarnos y darnos una razón para esperar que podía haber vida después de Wyvern. Aunque ahora la humanidad se enfrentaba a nuevos y peligrosos adversarios como los miembros del grupo original que habían escapado del laboratorio, aunque nos enfrentábamos a una extraña plaga que hacia saltar los genes de una especie a otra, aunque algunos de nosotros sobrevivan los próximos años sin cambios fundamentales de naturaleza intelectual, emocional y hasta física, quizás exista, a pesar de todo, alguna oportunidad. Y cuando nosotros, los campeones del juego de la evolución, tropecemos y abandonemos la carrera y muramos, queden unos herederos dignos que puedan portarse mejor con el mundo de lo que nosotros nos portamos.

Un tibio consuelo es mejor que nada.

– ¿Crees que Sasha es bonita? -pregunté al perro.

Orson la estudió pensativo durante un buen rato. Luego se volvió hacia mí y asintió.

– Podía haber contestado un poco más rápido -se quejó Sasha.

– Sabes que es sincero porque se ha tomado su tiempo estudiándote bien -le asegure.

– Yo también creo que eres guapo -le dijo Sasha.

Orson movió el rabo contra el respaldo de la silla.

– Y yo soy un tipo divertido, ¿verdad hermano? -le pregunte.

Asintió con vigor.

– Y yo una chica divertida.

Orson se volvió hacia ella y sacudió la cabeza: no.

– Eh -exclamé.

El perro me guiño un ojo, sonrió y emitió ese suave jadeo que yo interpreto como risa.

– No puede hablar -expliqué-, pero puede expresar su sentido del humor.

Ahora no estábamos haciendo bromas. Estábamos de broma.

Si eres bromista de verdad, aplicas a todo tu sentido del humor. Este es uno de los principios de la filosofía de Bobby Halloway y desde mi situación aventajada, post Wyvern, tengo que decir que el filosofo Bobb aporta una directriz para llevar una vida feliz mucho mas eficaz que todos sus grandes competidores, desde Aristóteles a Kierkegaard, Tomas Moro, Schelling o Jacopo Zabarella, que creían en la primacía de la lógica, el orden y el método. Lógica, orden, método. Todo muy importante, es cierto. Pero ¿pueden analizarse y comprenderse todas las cosas de la vida solamente con esas herramientas? No se trata de decir que he conocido a Bigfoot o que soy capaz de ponerme en contacto con el espíritu de los muertos, pero cuando veo que la diligente atención a la lógica, el orden y el método nos ha llevado a esta tormenta genética… bueno creo que he sido mucho más feliz encarando algunas olas épicas.

Para Sasha el apocalipsis no era causa de insomnio. Como siempre durmió profundamente.

Aunque yo estaba agotado, tuve un sueño ligero. La puerta de la habitación estaba cerrada y una silla encajada bajo el tirador. Orson estaba durmiendo en el suelo, pero tenía un buen sistema de alarma si alguien entraba en la casa. La Glock descansaba en mi mesilla de noche y la Smith amp; Wesson.38 Chiefs Special de Sasha en la suya. Varias veces me desperté sobresaltado, con la sensación de que alguien había irrumpido en la habitación.

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