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Mis sueños no me sosegaron. En uno de ellos era un autoestopista en una carretera desierta bajo la luna llena, haciendo dedo sin éxito. Con la mano derecha sostenía una maleta exactamente igual a la de mi padre. No hubiera pesado más si hubiera estado llena de ladrillos. Al final la puse en el suelo, la abrí y me eche atrás cuando Lewis Stevenson salió de ella como una cobra de una cesta, con la luz dorada brillando en sus ojos. Entonces pensé que si algo tan raro como el jefe muerto podía estar en mi maleta, algo aun más extraño podía estar en mí, después de lo cual sentí que se abría la parte superior de mi cabeza… y me desperté.

Una hora antes de la puesta de sol telefoneé a Bobby desde la cocina de Sasha.

– ¿Como está el tiempo en la central de los monos? -pregunte.

– Se aproxima tormenta. Hay grandes relámpagos encima del mar.

– ¿Has dormido algo?

– Cuando los bromistas se marcharon.

– ¿Cuando fue eso?

– Cuando cambie el tercio y empecé a burlarme de ellos.

– Se intimidaron -dije.

– Claro. Tengo mas cojones que ellos y lo saben.

– ¿Tienes bastante munición para el arma?

– Algunas cajas.

– Llevaremos más.

– ¿Sasha no saldrá al aire esta noche?

– Los sábados no. Aunque quizá desde ahora tampoco lo haga durante la semana.

– Suena a nuevo.

– Tenemos noticias. Escucha ¿tienes un extintor de fuego?

– No te las des hermano. No me digas que estas caliente.

– Llevaremos un par de extintores Esos fulanos tienen fijación por el fuego.

– ¿Crees de verdad que todo esto es real?

– Totalmente.

Inmediatamente después de la puesta de sol mientras esperaba en el Explorer. Sasha entro en Thor’s Gun Shop a comprar munición para la Glock y su Chiefs Special. El encargo era tan grande y pesado que el propio Thor Heissen lo llevó hasta el coche y lo metió en la parte trasera.

Se acercó a saludar a la ventanilla. Es un hombre alto y gordo con una cara señalada con marcas de acné y tiene el ojo izquierdo de cristal. No es uno de los tipos más guapos del mundo, pero es un antiguo policía de Los Ángeles que abandonó su trabajo por principios, no a causa de un escándalo, es diácono activo de su iglesia y fundador, así como generoso contribuyente de una asociación de huérfanos.

– Me he enterado de lo de tu padre Chris.

– Por lo menos ha dejado de sufrir -dije, mientras me preguntaba que características tendría el cáncer que padecía para que los de Wyvern quisieran hacerle la autopsia.

– A veces es una bendición que se te permita irte cuando te ha llegado el momento. Mucha gente lo echará en falta. Era un hombre estupendo.

– Gracias señor Heissen.

– ¿Que esta pasando? ¿Van a empezar una guerra?

– Exactamente -contesté cuando Sasha giró la llave y el coche se puso en marcha.

– Sasha me ha dicho que vas a cazar almejas.

– Es una barbaridad medioambiental ¿no es cierto?

El hombre se echo a reír mientras nosotros nos alejábamos. En la parte trasera de mi casa, Sasha encendió una linterna y buscó entre los agujeros que Orson había hecho la noche anterior, antes de llevármelo a casa de Angela Ferryman.

– ¿Que es lo que esta enterrado aquí? -preguntó-. ¿El esqueleto entero de un T-Rex?

– La noche pasada pensé que todo se debía a una reacción por la muerte de mi padre, una manera que tenía Orson de expulsar su energía negativa.

– ¿Una reacción de pena? -preguntó frunciendo el ceño.

Había comprobado lo inteligente que era Orson , pero ignoraba aun la complejidad de su vida interior o su similitud con la nuestra. Fueran cuales fueran las técnicas que se utilizaron para aumentar la inteligencia de esos animales, tenían que ver con la introducción en su ADN de material genético humano. Cuando Sasha finalmente lo comprendiera, tendría que quedarse sentada un buen rato; una semana quizá.

– Luego se me ocurrió que quizás estaba buscando algo que sabía que yo necesitaba.

Me arrodille en la hierba junto a Orson .

– Y ahora, hermano, ya sé que estabas muy distraído la noche pasada y muy apenado por papa. Estabas rabioso y no podías acordarte de donde tenías que cavar. Ya ha pasado un día, y es un poco más fácil de aceptar ¿verdad?

Orson gimió suavemente.

– Haremos otro intento.

No vaciló, sabía por donde tenía que empezar. Se fue directo a un agujero y empezó a ensancharlo. Cinco minutos después sus uñas dieron con algo.

Sasha iluminó con la linterna un recipiente sucio y yo lo saqué de la tierra.

En el interior había unas páginas amarillentas enrolladas, sujetas con una goma elástica.

Las desenrolle enfoque la primera pagina con el haz de luz y reconocí la caligrafía de mi padre. Leí el primer párrafo «Cuando leas esto Chris yo ya habré muerto y Orson lo habrá sacado del jardín, porque solo el conoce su existencia. En primer lugar y para empezar déjame hablarte de tu perro…».

– Bingo -exclamé.

Volví a enrollar los papeles y los guarde en el recipiente. Miré al cielo. No había luna. Ni estrellas. El escudo de nubes bajo y negro estaba salpicado aquí y allá por un débil brillo amarillo reflejo de las luces de Moonlight Bay.

– Lo leeremos después -dije-. Vámonos Bobby esta solo.

33

Cuando Sasha abrió la compuerta de cola del Explorer, pasaron volando bajo unas gaviotas, que giraron hacia el interior, para ponerse a salvo, espantadas por un viento que astillaba el mar y levantaba los húmedos fragmentos por encima del extremo del promontorio.

Con la caja de Thor's Gun Shop en los brazos, contemplé las alas blancas menguando en el cielo negro de tormenta.

La niebla había desaparecido. Bajo las nubes amenazadoras, la noche era cristalina.

En la península, a nuestro alrededor, el viento sacudía la hierba de la ribera. Altos diablos de arena formaban remolinos en la cima de las dunas, como pálidos espíritus saliendo de sus tumbas.

Me pregunté si no fue alguien más que el viento quien echo a las gaviotas de su refugio.

– Todavía no han aparecido -me aseguro Bobby mientras sacaba dos cajas de la pizzería de la parte de atrás del Explorer-. Es pronto para ellos.

– A estas horas los monos están comiendo -repuse-. Luego bailan un poco.

– Quizá no vengan en toda la noche -comento Sasha esperanzada.

– Vendrán.

– Sí. Vendrán -aseguro Bobby.

Bobby entró en la casa con la cena, seguido de cerca por Orson , no porque temiera que el horrible grupo pudiera estar escondido entre las dunas, sino porque interpretaba el papel de guardián de la comida, para vigilar que la pizza se distribuyera equitativamente.

Sasha sacó dos bolsas de plástico del Explorer. Contenían los extintores que había comprado en Crown Hardware.

Cerró la compuerta trasera y utilizó el mando a distancia para cerrar las puertas del coche. Desde que el todo terreno de Bobby ocupaba el garaje de una plaza, teníamos que dejar el Explorer frente a la casa.

Mientras Sasha se acercaba el viento removía sus hermosos cabellos color caoba, su piel brillaba suavemente, como si un rayo de luna hubiera conseguido abrirse paso a través de las nubes para acariciarle la cara. Parecía un espíritu elemental.

– ¿Que? -dijo, incapaz de interpretar mi mirada.

– Eres muy hermosa. Como si una diosa del viento hubiera diseñado la tormenta para ti.

– Estás lleno de tonterías -repuso sonriendo.

– Es una de mis cualidades más encantadoras.

Un diablo de arena bailó una danza a nuestro alrededor, nos escupió granos de arena a la cara y corrimos a resguardarnos en la casa.

Bobby esperaba dentro, había rebajado las luces y remaba una agradable oscuridad. Una vez estuvimos todos dentro, cerro la puerta con cerrojo.

– Podríamos clavar unas maderas -propuso Sasha, mirando los grandes paños de vidrio.

– Es mi casa -replico Bobby- No voy a tapar las ventanas y vivir como un prisionero por culpa de unos endemoniados monos.

– A este tío lo conozco desde hace tiempo y unos monos no lo van a intimidar -añadí, dirigiéndome a Sasha.

– Nunca -admitió Bobby-. Y no voy a empezar ahora.

– Al menos bajemos las persianas -dijo Sasha.

– No es una buena idea. Les haría sospechar. Si pueden vernos, si no parece que les estemos esperando, serán menos cautelosos.

Sasha sacó los dos extintores de las bolsas y cortó los protectores de plástico de los disparadores. Eran un modelo de la marina de dos kilos, fáciles de manejar. Dejó uno en un rincón de la cocina donde no podía ser visto desde las ventanas y el otro lo escondió junto a uno de los sofás de la sala de estar.

Mientras Sasha se ocupaba de los extintores, Bobby y yo nos sentamos en la cocina, a la luz de las velas con las cajas de munición en el regazo y trabajamos bajo el nivel de la mesa, por si acaso la mafia de los monos aparecía mientras estábamos ocupados. Sasha había comprado tres cargadores extra para la Glock, otros tres para el revolver, y pusimos dentro los cartuchos.

– Anoche después de salir de aquí -dije-, fui a ver a Roosevelt Frost.

Bobby me miro por debajo de las cejas.

– ¿Él y Orson tuvieron una charla interesante?

– Roosevelt lo intentó. Pero Orson no tenía ganas. Había un gato que se llama Mungojerrie .

– Oh, claro -dijo secamente.

– El gato dice que los de Wyvern quieren que me aparte de esto.

– ¿Hablaste personalmente con el gato?

– No. Roosevelt me transmitió el mensaje.

– Como no.

– Según el gato, voy a tener problemas. Si no dejo de comportarme como Nancy, irán matando a mis amigos uno a uno hasta que abandone.

– ¿Me borraran del mapa para que tu abandones?

– Es idea suya, no mía.

– ¿No pueden matarte solo a ti? ¿Creen que necesitas criptonita?

– Según Roosevelt me respetan.

– ¿Y quien no? -aun después de haber visto a esos monos seguía sin creer en el comportamiento humano de los animales. Sin embargo había rebajado el volumen de su sarcasmo.

– En cuanto salí del Nostromo -dije-, recibí amenazas, tal y como había dicho el gato.

Le conté a Bobby lo de Lewis Stevenson.

– ¿Iba a matar a Orson?

Desde su puesto de guardia donde vigilaba las cajas con las pizzas, Orson lanzo un gemido como para confirmar mi relato.

– Así que le disparaste al sheriff.

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