– Ven a visitarnos, Christopher.
Antes de que pudiera responder, Manuel se adelantó.
– Ya casi amanece, Toby. Chris ha de irse a casa.
Contemplé el horizonte hacia el este, el cielo nocturno empezaba ya a clarear en esa dirección la niebla me había impedido ver el cambio.
– Hemos sido amigos durante algunos años -dijo Manuel-. Te he dado algunas respuestas. Siempre te has portado bien con Toby. Ahora ya sabes bastante. He hecho lo que debía por un buen amigo. Quizá demasiado. Vete a casa ahora -sin que me diera cuenta, había deslizado la mano derecha hacia la pistola en la cartuchera. Dio una palmadita al arma-. Nunca más veremos juntos una película de Jackie Chan.
Me estaba diciendo que no volviera. Yo no hubiera intentado mantener nuestra amistad, pero hubiera podido volver a ver a Toby de vez en cuando.
Llamé a Orson a mi lado y Toby, reacio, lo dejó marchar.
– Una cosa más -dijo Manuel cuando yo agarré el manillar de la bicicleta-. Los animales que han sido liberados, los perros, los gatos, los nuevos monos, conocen sus orígenes. Tu madre… bueno, podría decirse que para ellos es una leyenda… su hacedora… casi como su dios. Saben quien eres, te reverencian. Ninguno de ellos te hará daño. Pero el grupo original y la mayor parte de las personas que han sufrido alteraciones… sea cual sea el nivel al que han llegado, odian a tu madre por lo que han perdido. Y te odian a ti por razones obvias. Más pronto o más tarde, van a actuar. Contra ti. Contra las personas más próximas a ti.
Asentí. Ya lo sabía.
– ¿Y no puedes protegerme?
No contestó. Puso el brazo alrededor de su hijo. En la nueva Moonlight Bay, la familia todavía era importante, pero el concepto de comunidad ya había desaparecido.
– ¿No puedes o no quieres protegerme? -pregunté, y sin esperar otro silencio como respuesta continué-. No me has dicho quién es Carl Scorso -refiriéndome al calvo del pendiente que al parecer se había llevado el cuerpo de mi padre a una sala de autopsias, a un lugar seguro que todavía operaba en algún rincón alejado de Fort Wyvern.
– Es uno de los prisioneros que se comprometieron a participar en los experimentos. El daño genético relacionado con su comportamiento sociopático previo ha sido identificado y erradicado. Ya no es peligroso. Es uno de sus éxitos.
Fijé en él la mirada pero no pude leer sus pensamientos.
– Asesinó a un vagabundo y le arrancó los ojos.
– No. Fue el grupo quien asesinó al vagabundo. Scorso sólo encontró el cuerpo en la carretera y se lo llevó a Sandy Kirk. Sucede ahora y antes… Conductores, autoestopistas… siempre ha habido muchos moviéndose arriba y abajo de la costa de California. En esta época, algunos no van más lejos de Moonlight Bay.
– Y tú también vives con esto.
– Yo hago lo que me ordenan -replicó con frialdad.
Toby rodeó a su padre con los brazos, como si lo protegiera, y me dirigió una mirada de consternación por el modo en que había desafiado a su padre.
– Hacemos lo que nos ordenan. Es la única manera, en estos días que corren, Chris. Las decisiones han sido tomadas a muy alto nivel. A muy alto nivel. Supongo que el presidente de Estados Unidos estaba interesado en el proyecto científico y vio la oportunidad de hacer historia invirtiendo grandes sumas de dinero en ingeniería genética, igual que Roosevelt y Truman subvencionaron el proyecto Manhattan y Kennedy el de poner un hombre en la Luna. Supongo que él y todos los que están a su alrededor, y los políticos que los apoyan, quieren tapar todo esto.
– ¿Y qué es lo que ha sucedido?
– Ninguno de los de arriba quiere correr el riesgo de que se haga público. Es posible que lo que les dé miedo no sea que los echen de los despachos, sino que los juzguen por crímenes contra la humanidad. Temen que los aparten masas indignadas. Quiero decir… soldados de Wyvern y sus familias, que podrían estar contaminados, que ya se han marchado. ¿Cuántos de ellos lo han contagiado? Cundiría el pánico en las calles. Pondrían en cuarentena a todo el país. Porque el poder que cree que todas las cosas deben seguir su curso sin mayores consecuencias, pronto se agota y luego desaparece.
– ¿Ha cambiado algo?
– Quizá.
– No lo creo.
Se encogió de hombros y con una mano acarició el cabello de Toby que se había despeinado al sacarse las gafas protectoras.
– No todas las personas con síntomas de cambio son como Lewis Stevenson. Se dan infinitas variantes. Algunos que atraviesan una mala fase… luego la superan. Fluctúan. Es un proceso. No es nada parecido a un terremoto o a un tornado. Es un proceso. Si hubiera sido necesario, me hubiera encargado de Lewis yo mismo.
– Quizás era más necesario de lo que te imaginas -dije, sin admitir nada.
– Nadie puede ir por ahí tomándose la justicia por su mano. Ha de mantenerse el orden y la estabilidad.
– Pero si ya no hay nadie.
– Estoy yo -contestó.
– ¿Es posible que estés infectado y no lo sepas?
– No. No es posible.
– ¿Es posible que estés cambiando y no te des cuenta?
– No.
– ¿Transformándote?
– No.
– Me tranquilizas, Manuel.
El búho ululó otra vez. Una débil brisa removió la sopa de niebla como si fuera una cuchara.
– Vete a casa -dijo Manuel-. Pronto se hará de día.
– ¿Quién ordenó el asesinato de Angela Ferryman?
– Vete a casa.
– ¿Quién?
– Nadie.
– Creo que fue asesinada porque quería hacerlo público. No tenía nada que perder, según me dijo. Se estaba… transformando.
– La asesinó el grupo.
– ¿Quién controla al grupo?
– Nadie. Y no podemos encontrar a esos jodidos.
Pensé que yo sabía un lugar donde se ocultaban: la alcantarilla de drenaje en las colinas, donde encontré la colección de cráneos. Pero no iba a compartir la información con Manuel, porque en ese momento no podía estar seguro de quién era mi enemigo más peligroso: el grupo o Manuel y los otros polis.
– Si nadie los envió tras ella, ¿por qué lo hicieron?
– Tienen su propia manera de actuar. Quizá nos sorprenda. A ellos no les gusta nuestro mundo. Su mundo no es este. Su futuro es el nuevo mundo que viene. Si alguno de ellos se enteró de los planes de Angela, se encargaron de ella. No tienen un cabecilla, Chris. Entre todas estas facciones, animales benignos, los malvados, los científicos de Wyvern, la gente que ha cambiado a peor, la gente que ha cambiado a mejor. Muchas facciones compitiendo. Es el caos. Y el caos llevará a lo peor antes de que todo mejore. Ahora vete a casa. Y renuncia. Renuncia antes de convertirte en el objetivo de alguien, como le pasó a Angela.
– ¿Es una amenaza?
No contestó.
Cuando me alejaba con la bicicleta por el patio trasero, Toby dijo jugando con el significado de mi apellido:
– Christopher Nieve. Nieve por Navidad. Navidad y Santa Claus. Santa Claus y trineo. Trineo sobre la nieve. Nieve por Navidad. Christopher Nieve -rió con deliciosa inocencia, entretenido con el desmañado juego de palabras y satisfecho ante mi expresión de sospecha.
El Toby Ramírez que había conocido no hubiera sido capaz ni siquiera de un simple juego de asociación de palabras como ese.
– Ya te han empezado a pagar por tu cooperación, ¿no es cierto? -le dije a Manuel.
La expresión de orgullo tras la exhibición de la nueva habilidad verbal de Toby era tan evidente y tan triste que me fue imposible sostener su mirada.
– A pesar de todo lo que no tenía, siempre era feliz -dije refiriéndome a Toby-. Había encontrado una finalidad en la vida. Y ahora que pueden conseguir que se sienta insatisfecho con lo que es… ¿pueden convertirlo en una persona normal?
– Lo harán -repuso Manuel con un convencimiento que podía no estar justificado-. Lo harán.
– ¿Los mismos que han creado esta pesadilla?
– No sólo existe un lado oscuro.
Recordé los lastimeros gemidos del visitante en el ático de la rectoría, la calidad melancólica de su voz cambiante, los terribles gritos en su desesperado intento de dar significado a un chillido. Y recordé a Orson en aquella noche de verano, desesperado bajo las estrellas.
– Que Dios te ayude, Toby -dije, porque él también era mi amigo-. Que Dios te proteja.
– Dios tuvo su oportunidad -contestó Manuel-. Desde ahora, nosotros nos labraremos nuestra propia suerte.
Sentí que tenía que marcharme de allí, y no sólo porque pronto iba a amanecer. Volví a cruzar el patio de atrás con la bicicleta, y no me di cuenta de que estaba huyendo hasta que salí de la casa y me encontré en la calle.
Cuando me volví a mirar hacia la casa, la vi diferente. Más pequeña de lo que recordaba. Una masa confusa. Prohibida.
En el este se estaba formando una claridad gris plata, arriba, encima del mundo: o iba a aparecer el sol o llegaba el día del Juicio.
En doce horas había perdido a mi padre, la amistad de Manuel y Toby, muchas ilusiones y mucha inocencia. Me sobrevino la terrible sensación de que más y quizá peores pérdidas me estaban esperando.
Orson y yo nos dirigimos apresuradamente a casa de Sasha.
La casa de Sasha es propiedad de la KBAY y es un signo de su puesto directivo en la emisora. Es un edificio pequeño de estilo Victoriano con elaborada fábrica realzando el frente de las buhardillas, los bordes de los frontones, los aleros, las puertas y ventanas y las barandas del porche.
La casa sería un joyero si no la hubieran pintado con los colores de la emisora. Las paredes en amarillo canario. Las contraventanas y las barandas del porche, rosa coral. El resto parece una muestra de un pastel de lima. El resultado es como si un grupito de fans de Jimmy Buffett, achispadas con margaritas y piña colada, hubieran pintado el lugar durante un largo fin de semana de fiesta.
A Sasha no le importa el llamativo exterior. Dice que vive en el interior de la casa, y no fuera donde puede verlo.
El porche de la parte de atrás de la casa está cerrado con cristal y con la ayuda de un calentador eléctrico en los meses más fríos, Sasha ha transformado el interior en un invernadero. Sobre las mesas y los bancos y fuertes rejillas de metal, hay centenares de macetas de terracota y bandejas de plástico en las que cultiva estragón y tomillo, angélica y maranta, cerafolio, cardamomo, corlando y achicoria, menta verde y perifollo cloroso, ginseng, hisopo, melisa y albahaca, mejorana, menta y verbasco, eneldo, hinojo, romero, camomila y tanaceto. Utiliza estas hierbas para cocinar, para hacer unas mezclas deliciosas, de sutiles aromas y unos tés muy sanos que son un desafío para el reflejo de la náusea, a no ser que te lo esperes.