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CAPITULO 21

Julianna irrumpió en su casa en la ciudad, arrojando a un lado su bolso de viaje. Las horas transcurridas desde la fuga no le habían enfriado la furia, pero habían sido contenidas bajo el rígido corcho del control. Ahora que estaba de regreso, sola, sin vigilancia, el corchó saltó.

Ella aferró la primera cosa a su alcance, un delgado jarrón de delicada porcelana inglesa, y lo estampó contra la pared con todo su contenido de rosas blancas. El estallido hizo eco en la casa vacía y la arrojó en una oleada de malhumor y destrucción. Estrelló lámparas contra el piso, acertó un gran huevo de cristal en un antiguo espejo, convirtió las ya maltratadas rosas en polvo.

Arrojó por el aire sillas y mesas, estrelló la preciosa vajilla contra la alfombra y la madera hasta que el vestíbulo y el living parecieron una zona de guerra.

Luego se dejó caer en el sofá y hundiendo los puños en los cojines, lloró como un bebé.

Ella quería esos pocos adorables días en la villa. Los necesitaba. Estaba cansada, cansada, cansada de ocuparse de su propio cabello, o de andar sin las simples necesidades de faciales o manicuras.

Y esa puta lo había arruinado todo.

Había tenido que dajar atrás un vestido nuevo de marca y zapatos, y también varias otras cosas apreciadas. Y había perdido su baño de algas y su máscara de barro.

Bueno, eso si los hubiera pagado.

Sollozando, rodó sobre su espalda. Si esa tonta italianita en reservaciones no le hubiera avisado, podría haberse encontrado siendo sacada de la cama por la policía. Exasperante. Humillante.

Pero eso no había sucedido. Para calmarse, Julianna respiró profunda y suavemente como había aprendido en la prisión. No había sucedido porque ella siempre estaba preparada, siempre adelante. Y había sido Eve Dallas la que había perdido esta batalla, como había perdido las otras en esta reciente guerra.

Esto era lo bastante reconfortante para darle a Julianna un ligero ánimo. Imagínate, correr todo el camino hacia Italia para encontrar una suite vacía. Y ese mensajito ingenioso. -si, eso había sido un toque de estilo.

En todo caso, ella había regresado a New York para ocuparse específicamente de enfrentarse contra Eve Dallas. Así que era tonto enojarse y sobreexcitarse cuando la mujer le demostraba que era una rival capaz.

Tan capaz, reflexionó Julianna, que podía ser mejor desaparecer por un rato. Al menos temporariamente. Esta última reflexión la desconcertó. Y todavía…

Era todo tan excitante. Había olvidado esa subida de la sangre, esa adrenalina acicateándola cuando había entrado. La única forma de terminar con todo y llegar a la cima era acabar con lo que había planeado hacer.

Destruir a Eve Dallas, de una vez y para siempre.

Que mejor forma de hacerlo que asesinando al hombre al que ella había sido tan débil como para amar? Con el bono agregado de entrar en la historia como la mujer que había matado al invulnerable Roarke.

Realmente era todo tan perfecto. Julianna levantó las manos, las giró, e hizo unn mohín cuando vió que se había roto una uña.

Eve pasó las uñas cortas y sin pintar sobre el taco de un zapato negro de noche. -La policía italiana fue persuadida de devolver todas las pertenencias personales de la suite de Dunne. Este zapato es nuevo. Casi no tiene marcas de pisada. Es italiano, pero con medidas americanas. Mi autoridad en zapatos… -miró hacia Roarke mientras informaba a su equipo- me dice que esto significa que muy probablemente los ha comprado aquí en New York antes de ir a Italia.

Ella le pasó el zapato a McNab. -Haz una búsqueda, mira si puedes encontrar donde lo compró, por las dudas.

– Tiene un pie pequeño.

– Si, es una asesina de hombres muy delicada. Mientras tomas conciencia de eso, vamos a enfocarnos en el próximo evento en el Regency. Feeney, estás a cargo de la vigilancia electrónica, seguridad, y todo eso. Vamos a ir con el comandante para poner todos los hombres que necesitemos. Vas a tener que mantenerte oculto porque el sujeto te conoce. Ella no lo va a pensar dos veces si llega y ve a un policía conocido en un lujoso asunto de caridad.

– Usualmente hay buena comida en esas cosas.

– Vas a ser alimentado. Peabody, hay una fuerte posibilidad de que te reconozca a ti. Ella investigó y debe haber estudiado a mi ayudante. Te vas a quedar en el control.

– Llévate tu propio plato. -le dijo Feeney.

– McNab, podemos arriesgarnos contigo. Arréglate apropiadamente y trabajarás en el salón.

– Hey, estupendo.

– Si ella usa esta oportunidad para intentar un golpe en el objetivo, lo más probable es que lo haga como camarera o parte del plantel. Es hábil para mezclarse, para no ser notada, para acercarse lo suficiente como para hacer el trabajo. Conoce al objetivo muy bien.

– El objetivo tiene nombre.

Ella encontró los ojos de Roarke. -Conocemos su nombre. Y ella también. Sabe de tu seguridad superior y tus superiores instintos. Sabe que eres cauteloso. Pero también piensa que tú no estás enterado de que eres un objetivo, que te sientes razonablemente cómodo en este tipo de eventos, con tu facilidad para la conversación liviana y para alternar.

Y él lo haría pensó ella, mientras sus propios nervios estarían hechos un nudo de alambres resbaladizos. -Ella no sabe, o no puede estar segura, si yo estoy tanto de sus movimientos hacia ti. Sus otros objetivos en New York han sido todos similares a sus elecciones previas. Tú no encajas en su pauta. Ella lo considera otra de sus ventajas. El golpe lo dará a través de una bebida o posiblemente de algún bocado de comida. Eso quiere decir que tú no comerás ni beberás nada. Nada de nada.

– Esa promete ser una noche muy larga. Tengo una estipulación, si no te importa, teniente.

– Que?

– Queda en pie la posibilidad de que tú seas su objetivo, o que ella espere obtener dos por uno con nosotros. -El inclinó su cabeza cuando vió que eso ya se le había ocurrido a ella. Por lo tanto tú no comes ni bebes nada igual que yo.

– Bien. Los medios ya mordieron el hueso sobre la gruesa contribución que Roarke le estará regalando a Louise Dimatto esa noche. Es una puerta abierta para ella y va a cruzarla. -Eve lo había pensado largo y tendido. -Lo hará. Le mordí los talones en Italia esta mañana, le arruiné sus bonitas vacaciones. No le gusta que se le crucen delante. Está furiosa, pero también determinada. Yo también. También estoy furiosa y determinada a cerrarle esta puerta en la cara.

Hizo una pausa, leyendo los rostros en la habitación para ver si entendían su razonamiento. Julianna Dunna era suya. -Feeney, quiero tu colaboración para seleccionar a los que van a quedar en el equipo de operaciones. Vamos a seguir con esto una vez que hagamos una recorrida del sitio. Nos encontramos ahí, oficina principal de seguridad en treinta minutos. Preguntas?

– No por ahora. -Feeney se puso de pie. -Imagino que surgirán muchas cuando empecemos a recorrer el lugar.

– Entonces esperamos. Peabody, vas con Feeney y McNab. Yo transporto al civil.

– Y el civil tiene nombre también. -Medio amoscado, Roarke se puso de pie. -Si tienes un momento, teniente, los Peabody quieren despedirse antes de partir.

– Bien. En treinta. -le dijo a su equipo, y salió con Roarke.

– Estás tratando de despersonalizar esto refiriéndote a mi como un objeto. -El se detuvo en lo alto de las escaleras, tomándola del brazo. -Eso no me gusta.

– Esto es muy malo. Cuando termine y ella esté en conserva, voy a decir tu nombre quinientas veces como castigo. -Podía ver el temperamento de él bullendo. -Dame un respiro con esto, por Dios santo. Dame un puto respiro. Estoy manejándolo en la única forma que conozco.

– Comprendido. Pero tú podrías comprender que ambos estamos manejándolo. Y no me gusta ser relegado a una cosa, Eve, ni siquiera por ti. -El la tomó de la mano firmemente. -Has tenido un año para aprender como funciona esto.

Un año? Pensó ella mientras descendían. Tan lejano que se diría que ella no aprendería todas las vueltas del matrimonio ni en cien años.

Los Peabody estaban en el salón del frente, cómodamente juntos en uno de los sofás y riendo. Sam se puso de pie al momento en que Eve entró al salón.

– Aquí está usted. Temíamos que no tuviera tiempo para decirnos adiós y darnos la oportunidad de decir cuanto nos alegra haberla podido conocer. A ambos.

– Ha sido un placer tenermos aquí. -Roarke extendió la mano. -Y pasar tiempo con la familia de Delia. Espero que vuelva, y saben que serán beinvenidos cuando quieran hacerlo.

– Lo sabemos. -La mirada de Phoebe descansó en Eve, lo suficientemente largo y profundo para hacerla entrar en pánico. -Y usted Eve? Seremos bienvenidos?

– Seguro. Um, las puertas siempre están abiertas.

Phoebe rió, y luego se acercó para tomar el rostro de Eve con las manos y besarla en ambas mejillas. -Aunque no siempre sepa que hacer con nosotros, no?

" -No sé mucho sobre raíces, pero reconozco cuando alguien las tiene buenas. Peabody las tiene.

El humor de Phoebe cambió a un desconcertado placer. -Oh, gracias. Es un hermoso regalo para llevar con nosotros. Ten cuidado, tanto cuidado como puedas. -agregó ella y retrocedió. -Vamos a pensar en ti a menudo.

– Eso estuvo bien hecho. -dijo Roarke cuando quedaron solos.

– No soy una completa cretina. -Tiró para abrir la puerta del lado del conductor de su vehículo, y se detuvo. Se calmó y lo estudió mientras él la estudiaba a ella sobre el techo. -Que te parece si me refiero a ti como el civil Roarke? Ya sabes, como un título.

– Tal vez si lo mejoras un poco. Como el Terrible y Todopoderoso Civil Roarke. Suena bien.

Ella se estiró sobre el techo para tomarle la mano. -Pensé en eso.

Ella comía, bebía, dormía, respiraba el operativo. Podría haber dibujado un mapa detallado del Hotel Gran Regency dormida. Había hablado con toda la gente clave de Roarke. O los había capturado como pescados, como él apuntó durante uno de los varios acalorados desacuerdos en cuanto al procedimiento operacional.

También había corrido minuciosos y profundos chequeos de antecedentes de ellos, y si bien debía sentirse impresionada por cuan cuidadosamente Roarke elegía su gente clave de seguridad, no creía que fuera sabio mencionárselo.

Dormía poco, a menudo despertando en el medio de la noche con el angustiante sentimiento de haber descartado un detalle crucial. El mínimo detalle que perdería a Julianna.

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