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– Ella no salió caminando del país, por lo que necesito controlar los servicios de transporte. Ella se fue, pero podemos seguir con el procedimiento y tratar de rastrear sus movimientos. Si puedo usar su oficina.

– Tanto como quiera.

– He sido dura con usted.

– Si, asi es.

– Lo siento. -Le ofreció la mano. -Y estuvo realmente bien pateandole el culo a su aasistente. Lo admiro.

– Gracias. -Vincenti aceptó la mano. -Creame, todavía no he terminado con esa tarea en particular.

Ella había salido por la frontera suiza, usando un servicio de autos privados que había alquilado, probablemente con su enlace de bolsillo. El auto la había recogido al final del umbrío camino que levaba a las puertas de la villa. Vestía una solera azul, que probablemente había llevado debajo de la larga bata blanca.

Desde ahí se volvía borroso. Compañias de vuelo públicas y privadas, aeropuertos, y transportes terrestres fueron estudiados en busca de algúna pasajera que concordara con su descripción.

– Probablemente ya está de regreso en New York. -Desarmada por el fracaso, Eve cerró los ojos mientras el vuelo privado de Roarke despegaba.

– Yo también lo creo.

– Un paso atrás. Después que se le pase la bronca por haber interrumpido sus pequeñas vacaciones, se va a sentir realmente bien por esto. Ganó otra batalla, se escapó ilesa mientras yo me como su polvo.

– Tenías razón sobre ella, lo que iba a hacer. Lo que necesitaba. Lo que tuvo ahí, teniente, fue pura suerte. No es que descuente el valor de la suerte, pero si la pones contra el cerebro, perderás en cualquier momento.

– No me importaría tener un poco de esa suerte. Voy a dejar de pensar en eso por ahora.

– Está bien. -El desplegó trabajo en la mesa en frente de él y puso el centro de datos en posición.

– Como es que yo no sabía que podías hablar italiano?

– Hmm? No lo hago, al menos no con fluidez. Lo suficiente para manejar negocios básicos y relaciones con empleados. Y, por supuesto, tengo conocimiento completo de todas las mas coloridas obscenidades y expresiones sexuales conocidas.

Ella podía oír el imperceptible tableteo de él trabajando en la computadora manualmente. -Todo en italiano suena como una expresión sexual o una colorida obscenidad. Dí algo.

– Silenzio.

– Nuh-uh, puedo imaginarme esa. Di algo de tipo sexual.

El levantó la mirada. Los ojos de ella permanecían cerrados, pero sus labios sonreían. Aparentemente había salido de su enfado, pensó él, y estaba lista para recargar. De una forma u otra.

El apagó la computadora, sacó la mesa del camino. Acercándosele, le susurró al oído una sedosa ráfaga en italiano, mientras sus dedos vagaban posesivamente por su muslo.

– Si, eso suena bastante caliente. -Ella abrió un ojo. -Que quiere decir?

– Creo que pierde algo con la traducción. Porque no te lo demuestro?

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