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CAPITULO 11

– Julianna Dunne es una falla del sistema para identificar una amenaza activa y separar esa amenaza de la sociedad. -La voz de Eve era calma y clara. La camara la enfocó hasta que su rostro llenó la pantalla. -Es una falla del sistema el no encarcelarla apropiadamente y castigar a Julianna Dunne como merecían sus crímenes contra la sociedad.

– Y más. -La cámara cortó hacia Nadine. Seria. Interesada. -Usted es parte de ese sistema. Usted propuso creer en ese sistema.

– Yo creo en el sistema. Estoy hablando con usted como representante de ese sistema y manteniendo que si hemos fallado, podemos corregirlo. La búsqueda de Julianna Dunne continúa en cada posible dirección, en cada nivel posible. Si ella permanece o no en New York, Julianna Dunne va a ser rastreada, va a ser encontrada, va a ser puesta en custodia, y cargada con los asesinatos de Walter C. Pettibone y Henry Mouton.

– En que direcciones, o que niveles procede esta investigación?

– No puedo discutir los detalles investigativos de este asunto, excepto para decir que estamos persiguiendo todos los frentes. Sabemos quien es y lo que es ella.

– Que es ella, teniente?

– Julianna Dunne es una asesina. Es lo que ella es, lo que va a continuar siendo hasta que sea detenida.

– Como representante de la gente de New York…

– Yo no soy un representante de la gente de New York, -interrumpió Eve. -He jurado proteger y servir a la gente de New York. Y lo haré. Voy a mantener ese juramento y por segunda vez ayudaré a separar a Julianna Dunne de la sociedad. Yo, personalmente, la voy a poner en una jaula.

– Que dices? -En su dormitorio Julianna cepillaba sus recientes rizos dorados e hizo una mueca a la imagen de Eve en la pantalla. -Maldita puta. Tuviste suerte una vez, es todo. Tuviste suerte. Esta vez, no estás ni cerca. Estoy sentada aquí, bajo tu nariz, y no tienes ni idea!

Enfurecida, arrojó el cepillo a través de la habitación. -Vamos a ver lo que vas a decir cuando el hombre con el que te has casado caiga muerto a tus pies. Vamos a ver si eres tan malditamente soberbia cuando él se atragante con su último aliento. Vamos a ver como te gusta eso! Tú sigues derecho siguiendo la vía de esos dos lamentables viejos. Ellos no significan nada. Eres tú y los tuyos esta vez, Dallas. Te voy a bajar a ti y los tuyos. Es tiempo de pagar.

Ella se volvió, reconfortándose, calmándose a si misma con su propio reflejo en el espejo. -Pero tienes razón en una cosa, Dallas. Asesinar es lo que hago. Y lo hago muy bien.

Inteligente, pensó Roarke mientras también observaba la entrevista de su esposa. Muy inteligente. Seguir diciendo el nombre de ella, mencionando el caso, hasta que quedara impreso en las mentes de todos los que lo escuchaban. Y Nadine había hecho su parte, poniendo varias imágenes de Dunne en pantalla.

Ninguno de los que hubieran visto la entrevista de cuatro minutos, que iba a ser reemitida cada noventa minutos, podía olvidar a Julianna Dunne.

Y el nombre y la imagen de Eve Dallas sería similarmente impresa en la mente de Julianna Dunne.

Estaba tratando de volver el foco de Dunne sobre ella, concluyó Roarke. Para salvar a otro inocente. Aún si ese inocente era su propio esposo lejos de ser puro.

El tenía sus propias ideas sobre el tema, ideas que indudablemente los enfrentarían. Pero antes de llegar a eso, deberían tratar con la ciudad de Dallas, y los recuerdos que vivían en ella.

Una parte de él estaba aliviada de que ella fuera, que pudiera enfrentar la pesadilla. Eso no la liberaría, pero él esperaba que pudiera al menos aligerar la carga que llevaba cada día de su vida.

Pero otra parte quería que ella se olvidara de todo, como lo había mantenido guardado por muchos años. Enterrado en lo profundo, y mirando adelante.

Y él y todo el mundo sabía que el pasado estaba siempre acechando a tu espalda como un gran perro negro. Listo para saltar y hundir los colmillos en tu garganta cuando creías que estabas a salvo.

Todo lo que había hecho para enterrar el pasado, y nunca iba a ser suficiente. Vivía con él, incluso ahí, en esa gran casa con todos sus tesoros y comodidad y belleza, el hedor de los suburbios de Dublín vivía con él. Más fácilmente quizás, reflexionó, que el pasado que vivía con su esposa. El suyo era más como una pobre y un tanto lamentable relación familiar sentada pertinazmente en un rincón y que nunca se levantaría.

El sabía lo que era tener rabia y miedo, sentir los puños golpeándote. Puños de las manos que deberían haber sido tiernas con él, abrazarlo como los padres abrazan a los hijos. Pero él se había escapado. Aún cuando era niño él tuvo medios para escapar. Con amigos, malas compañías, con iniciativas que, si bien estaban lejos de ser legales, eran enormemente entretenidas. Y beneficiosas.

Había robado, engañado, confabulado. Y aunque nunca había tomado una vida sin razón, había asesinado. Se había construído un nombre, luego un negocio, luego una industria. Luego una especie de mundo, supuso.

Había viajado y absorbido. Había aprendido. Y el niño que había vivido su vida con ingenio y astucia, con dedos ágiles y pies rápidos se había convertido en un hombre con riqueza y poder. Un hombre que poseía todo lo que había querido poseer y había bailado hábilmente en el lado oscuro de la ley cuando lo necesitó.

Había tenido mujeres, y algunas le habían importado mucho. Pero estaba bien solo. No había sabido cuan sólo estaba, hasta Eve. Ella le había mostrado su propio corazón. Podía haberle tomado a ella bastante tiempo verlo en si misma, pero se lo había mostrado a él.

Y el mundo que él había construído, el hombre que vivía en él, había cambiado para siempre.

En unas pocas horas, ellos iban a regresar y enfrentar el pasado de ella, los horrores. Juntos.

Desde su consola vino un rápido pitido indicando que la puerta de seguridad estaba abierta. El miró hacia el panel, vió la identificación del vehículo policial de Eve.

Entonces fue hacia la ventana para verla llegar a casa.

Eve vió dos figuras debajo de las ramas arqueadas de uno de los sauces llorones cuando giró en la primera curva hacia la casa. La mayor parte de sus cuerpos estaba oculta por la verde hierba madura y las coloridas flores.

Ella levantó el acelerador y su arma estaba en su mano antes de que viera quienes eran y que estaban haciendo.

Los padres de Peabody estaban bajo el fragante limbo encerrados en un apasionado abrazo.

Divertida y avergonzada devolvió el arma a su arnés, apartó los ojos mientras continuaba conduciendo hacia la casa. Estacionó en la base de las escaleras porque servía para dos propósitos. Era conveniente, y Summerset lo odiaba. Pero sus esperanzas de pretender que no los había visto fueron frustradas cuando Sam y Phoebe fueron hacia ella, tomados de la mano.

Eve metió las suyas en los bolsillos. -Como les va?

– Un día glorioso.

Los labios de Phoebe se curvaron, pero su mirada era firme y directa e hizo que la nuca de Eve se erizara. Deliberadamente Eve se enfocó en un punto en el centro de la frente de Phoebe.

No la mires a los ojos, se recordó. No hagas contacto visual directo.

– Sam y yo lo estábamos aprovechando. -Phoebe se echó atrás el pelo e hizo tintinear musicalmente los anillos de plata que llevaba. -Ví tu entrevista con Nadine Furst en el Canal 75 en la pantalla de entretenimiento antes de salir. Parecías muy fuerte y determinada.

– Soy determinada.

– Y fuerte. Roarke nos dijo a los dos que necesitas salir de la ciudad mañana.

– Sí. Está relacionado con el caso. -replicó Eve tensa, evitando mirar a Sam.

– Hay algo que podamos hacer por ti aquí mientras estés fuera?

– No, gracias. No a menos que atrapes a Julianna Dunne y quieras hacer un arresto ciudadano.

– Creo que vamos a dejar eso para ti y Delia. Necesito revisar algo en el vivero. Sam, habla con Eve mientras terminas el paseo.

Antes que ninguno de ellos pudiera hablar, Phoebe estaba deslizandose fuera con un revoleo de la florida falda.

– Lo siento. -dijo Sam inmediatamente. -Ella sabe que hay una especie de tensión. No le dije nada.

– Está bien.

– No está bien. -Por primera vez desde que lo conocía, Eve escuchó el malhumor en su voz, lo vió en su rostro cuando se volvió hacia ella. -La hice sentir incómoda y disgustada en su propio hogar. Usted y Roarke nos abrieron su casa, y yo abusé del privilegio. Estaba pensando en hablar con Phoebe para trasladarnos a un hotel por los últimos días, pero usted llegó…

El se llamó a silencio, y como Eve, metió sus manos en los bolsillos como si no supiera que más hacer con ellas.

Se quedaron ahí, callados, mirando hacia el parque, los colores y el verde. Ella no era sensitiva, pero Eve sintió que la tristeza brotando del hombre podía mellar una pared de acero.

– Mire, póngamoslo de esta manera. Son un par de días, y de todas formas no estoy aquí la mitad del tiempo.

– Tengo un código, -dijo suavemente. -Parte de eso es Free-Age, parte de eso simplemente la forma en que creo debe ser dirigida una vida. Amar a la familia, hacer un buen trabajo. Disfrutar el momento que nos es dado en esta vida, tratar de hacer lo mejor que podemos para no causar daño. Con el don se me ha dado otra responsabilidad, otro código. Respetar, siempre, la privacidad y el bienestar de otros. Nunca usar lo que me ha sido dado para mi propio beneficio, mi propia diversión o curiosidad, o causar daño. Y es lo que yo hice.

Eve suspiró pesadamente. El le había dado exactamente donde más lo sentía. -Yo comprendo los códigos. Vivo con ellos, vivo por ellos. También puedo comprender los errores. Sé que no lo hizo a propósito y que probablemente se mordería la lengua antes de discutir esto alguien que no sea yo. Pero apenas lo conozco, y es duro que alguien que es prácticamente un extraño me mire y vea esta especie de… repugnancia.

– Usted piensa que veo repugnancia cuando la miro? -El sacó las manos de los bolsillos, estirándolas hacia ella, deteniéndose. -No es así. He visto la repugnancia en el recuerdo, el horror que un niño no debería saber que existe, mucho menos experimentar. No soy un hombre violento, por naturaleza o por creencia, pero desearía poder…

Retrocedió, su rostro encendido con furia, la mano en su costado cerrada en un puño que parecía extrañamente competente.

– Desearía poder hacer lo que cualquier padre hubiera hecho. -El se calmó, aflojó el puño. -Pero cuando la miro a usted veo fuerza, coraje y propósito más allá de lo que pueda saber. Veo a la amiga de mi hija, una mujer a la que confío la vida de mi niña. Sé adonde va a regresar mañana. Roarke dijo que va a volver a Dallas. Voy a rogar por usted.

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