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CAPITULO 10

probabilidad Roarke próximo objetivo es cincuenta y uno punto ocho por ciento

Eve permaneció ahí, viendo fijamente la escuálida ventana de su oficina. La chance de cincuenta-cincuenta emitida por la voz impersonal de la computadora no la reconfortó.

– Donde podría ella acercarse a él?

datos insuficientes para probabilidades…

– No te estaba preguntando a ti -gruñó ella y apretó los dedos sobre el puente de su nariz. -Piensa. -se ordenó a si misma- Piensa, piensa. Que hay en su cabeza?

Más impacto, decidió Eve, si Julianna iba por Roarke cuando su policía estaba cerca. En casa entonces, o en una reunión pública o privada a los que ambos concurrieran. Ella trajo la agenda de él a la pantalla y la estudió. Otra vez.

Ella no entendía como una persona manejaba tantas reuniones, tratos, conversaciones y contactos en un día y conservaba la cordura. Pero así era Roarke.

Todas esas personas, pensó, con las que él se rozaba en un día cualquiera. Asociados de negocios, personal, empleados, camareros, asistentes y asistentes de los asistentes. Por más brillante que fuera su seguridad, siempre había un resquicio para deslizarse.

Pero él estaba consciente de eso, se recordó, en el más elemental nivel. En la forma en un tigre sería consciente de que el predador y su presa estaban en la jungla de él.

Y si ella se permitía preocuparse por temor de que le pasara algo a él, se iba a perder algo.

Se sentó otra vez, despejó su mente.

En la primera ola de asesinatos de Julianna Dunne, ella había asumido el rol de princesa de la sociedad. Una mariposa joven y glamorosa que flirteaba entre las abundantes flores de la riqueza. Como una de ellas, caviló Eve.

Su nueva pauta era la de una empleada eficiente. Lista, concedió Eve. La gente raramente tomaba pleno conocimiento de todos los que los servían. Puede introducirse con eso, pensó Eve. Casi seguro se introduciá con ese nivel. Sirvientes, oficinistas, domésticos.

Quienquiera que fuera el próximo objetivo, probablemente encontraría su camino en sus negocios, en su hogar a través de su compañía.

Método preferido, veneno. La vieja costumbre del veneno, agregó Eve. Porque? No te ensucias las manos de esa forma, y generalmente tienes la oportunidad de verlo trabajar. Ver el shock, la confusión, el dolor. La víctima tiene una ráfaga de comprensión cuando pasa por él. Y el veneno es sutil, casi elegante. Y confunde.

Pero no entras en tu local de veinticuatro horas y levantas una botella de cianuro. Era hora de rastrear la fuente.

Antes de hacerlo, había un pequeño asunto que terminar. Hizo una llamada Charles Monroe.

El apuesto acompañante autorizado tomó su enlace de bolsillo. Eve pudo escuchar el murmurar de voces, el tranquilo choque de porcelana y cristal de un restaurante distinguido y su rostro llenó la pantalla.

– Teniente Azúcar. -El sonrió. -Que agradable sorpresa.

– Tienes compañia?

– No llegó todavía. Mi clienta llega tarde, usualmente lo hace. Que puedo hacer por mi vengadora de la ley favorita?

– Tienes algún profesional amigo o asociado en el area de Chicago?

– Dallas, cuando uno tiene tanto tiempo en la profesión, tiene amigos y asociados en todos lados.

– Si. Bueno, necesito uno que pueda ir al Centro de Rehabilitación Dockport, y hacer una visita conyugal a una reclusa, por la escala policial normal.

Su rostro y su tono fueron todo negocios. Ella lo vió moverse, bajar la mirada y supo que estaba tomando una agenda electrónica. -Compañero femenino o masculino?

– A la reclusa parecen atraerlos los hombres con un poder sostenido para un episodio conyugal.

– Para cuando?

– Dentro de las próximas dos semanas estaría bien. Mejor pronto. El presupuesto puede cubrir un turno de dos horas, sin extras, y transporte básico.

– Dado que dudo que la policía esté excesivamente interesada en la salud sexual de esta mujer, debo asumir que es el pago por información o cooperación en alguna invesgiación en curso.

– Asume lo que quieras. -Su rostro, su tono, se espejaron en él. -Necesito el contacto. Puedes comunicarte con un asociado en esa área? Uno que pueda manejarlo. Ella tiene tendencia a la violencia y no quiero poner alguien verde en esa situación.

– Entiendo, pero porque no dejas que me ocupe de esto por ti? Ciertamente no estoy verde, y te debo suficientes favores para cubrirlo.

– Tú no me debes nada.

– Te debo a Louise. -corrigió él, y toda su cara brillo ante el nombre. -Dame la información que necesito, y lo incluiré en mi agenda. Déjame hacerlo por ti, Teniente Azúcar.

Ella dudó. Se sentía raro hacer una reserva con él por sexo. Pensar en el romance que desarrollaba con la dedicada Dra. Louise Dimatto mientras ella arreglaba para enviarlo a un encuentro conyugal con María Sánchez.

Esta cuestión de la amistad era más complicad y confusa que el matrimonio.

Este era su trabajo, se recordó Eve. Y si no le importaba a Louise, porque debería importarle a ella?

– Tú consigue el horario. Quiero que mantengas esto en reserva. Maria Sanchez, -empezó, y le dio la información que él necesitaba. -Te agradezco esto, Charles.

– No, estás avergonzada, y eso es muy dulce de tu parte. Dale mi amor a Peabody, y yo le dará tus saludos a Louise. Mi cliente para almorzar y rebotar está entrando. Si no hay nada más, es mejor que no me vea hablando con un policía cuando llegue a la mesa. Esta es una de las cosas que pueden empañar el delicado balance de una tarde romántica.

Sus labior se curvaron cuando lo dijo, e hizo a Eve sacudir la cabeza. -déjame saber cuando consigas la cita y la fecha y si tienes algún inconveniente con los arreglos en Dockport. El director es un cretino.

– Lo voy a tener en cuenta. Nos vemos, Teniente Azúcar.

Cuando terminó la transmisión, ella hizo la siguiente llamada en su lista. Dirigiéndose decididamente al correo de voz de Nadine Furst, Eve dejó un tajante mensaje.

– Te doy un mano a mano, mi oficina, a las cuatro. En punto. No en vivo. Si llegas tarde, tengo algo mejor que hacer.

Abandonó el escritorio, salió y giró hacia el cubículo de Peabody. -Conmigo. -Fue todo lo que dijo.

– Ahora mismo estaba tratando de seguir la pista de un proveedor para el cianuro a través de las fuentes comunes. -Peabody entró agitada al elevador detrás de Eve. -Incluso considerando la cantidad de fuentes legales para ese tipo de sustancias controladas, es necesario mostrar una autorización impresa. Las impresas se dan después de una rigurosa búsqueda y control. Dunne está en archivo y podría haber saltado.

– Fuentes ilegales?

– Estuve corriendo envenenamiento con cianuro a través de IRCCA. El asunto es más popular de lo que tú piensas, pero la mayoría de sus proveedores pasan por un fuente legal. El tipo en East DC donde Dunne compró previamente era el mayor en el planeta, y ha muerto. Los otros registrados son de hace poco tiempo, y la mayoría de ellos están haciendo principalmente distribución de ilegales, con venenos como línea lateral. La investigación indica que los venenos no tienen un costo muy alto, escaso margne de beneficios y no son generalmente una especialidad.

– Posiblemente ella encontró una forma de pasar a través de una fuente legal pero vamos a tratar por la otra ruta. -Eve fue hacia su vehículo, se detuvo. -Mucho de eso se habla en prisión, y ella pudo haber conseguido un contacto ahí. Más, ella puso el dedo en el mundo a través de las computadoras. Todo el tiempo para búsqueda e investigación. Su fuente puede no estar en New York, pero la gente conoce gente que conoce gente. Vamos a ir al subterráneo.

Peabody, un soldado incondicional, palideció. -Oh, Dios.

Debajo de New York había otro mundo, una ciudad al margen para los perdidos y los viciosos. Algunos iban abajo para jugar con ese interesante costado, en la forma en que un niño juega con un cuchillo afilado, sólo para ver como puede deslizarse. Otros disfrutaban la elemental mezquindad, el hedor de la violencia que permitía al aire espeso y que apestaba a basura y mierda.

Y algunos simplemente se perdían ahí.

Eve dejó su chaqueta en el auto. Quería su arma completamente a la vista. Su pieza de repuesto estaba abrochada a su tobillo, y puso un cuchillo de combate en su bota.

– Toma. -Le pasó a Peabody unn pequeño bate aturdidor. -Sabes usar esto?

Ella tuvo que tragar una vez, pero asintió. -Sí, señor.

– Engánchalo a tu cinturón, déjalo a plena vista. Pasaste el mano a mano?

– Si. -Ella lanzó un suspiro. -Puedo manejarlo sola.

– Está bien. -Eve no sólo quería que ella lo dijera, esperaba que lo creyera. -Y cuando bajes ahí, recuerda que eres una mala puta policía y que bebes sangre para el desayuno.

– Soy una mala puta policía, y bebo sangre para el desayuno. Yuck.

– Vamos.

Bajaron por mugrientos escalones y giraron desde la entrada del subterráneo entrando en el agujero de ratas de un túnel que se alejaba del subterráneo. Las luces brillando en un rojo apagado y azul sucio en una especie de gruñente carnaval de sexo, juegos y entretenimiento acomodado entre el frío y la crueldad.

Eve sintió el hedor del vómito y bajó la mirada para ver un hombre caído apoyado en manos y rodillas, vomitando horriblemente.

– Estás bien?

El no levantó la mirada- Jódete.

Sintiendo otros ojos sobre ella, se puso en el pasillo detrás de él, y le dio un sólido empujón con su bota que lo envió de cara en su propio vómito. -Oh, no -dijo tranquilamente, -jódete tú.

Su cuchillo estaba fuera de su bota con su afilada punta en la mugrienta garganta de él antes de que pudiera maldecirla otra vez. -Soy policía, cretino, pero no creas que no puedo deslizártelo por tu inútil garganta de oreja a oreja solo por diversión. Donde puedo encontrar a Mook hoy?

Sus ojos eran rojo fuego, su aliento increíble. -No conozco a ningún jodido Mook.

Ella se arriesgó a toda clase de alimañas, tomando un manojo de cabellos y tirando su cabeza hacia atrás. -Todo el mundo conoce al jodido Mook. Quieres morir aquí o vivir para vomitar otro día?

– No tengo cuentas con el lameculos. -Sus labios se abrieron en el momento que la punta del cuchillo presionó contra su yugular. -Tal vez VR Hell, maldito si lo se!

– Bueno. Vuelve a hacer lo que estabas haciendo. -Ella lo liberó con la suficiente fuerza para enviarlo deslizando en la mugre otra vez. Luego hizo una exhibición de sacudir el borde aserrado del cuchillo en su bota para beneficio de los espectadores acechando en las sombras.

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