Aunque era más de la una de la mañana cuando volvió a casa, Eve no se sorprendió de encontrar a Roarke en su oficina. Era raro que él durmiera más de cinco horas en una noche. También era raro que él no esperara levantado hasta que ella llegara a casa.
El trabajo era combustible para él, y ella lo sabía. Más que la obscena cantidad de dinero que hacía en un negocio, era el asunto en sí mismo, la planificación, la estrategia, la negociación, lo que impulsaba su interés y su energía.
El compraba porque las cosas estaban para ser compradas. Ella pensaba a menudo que las compañías, las fincas, las fábricas, los hoteles que él adquiría eran sus juguetes, pero bien sabía que era un hombre que tomaba sus juguetes muy, muy seriamente.
El había ampliado considerablemente los horizontes de ella desde que estaban juntos. Viajes, cultura, sociedad. Como se organizaba él para extraer tiempo para todo y más. El dinero no era nada para él, pensó, a menos que fuera disfrutado.
El hombre que dirigía un imperio comercial con un oportunismo más allá de lo razonable estaba sentado en su escritorio a la una y quince de la mañana, con un brandy junto a su mano, un gato gordo y ronroneante en su regazo y las mangas enrolladas mientras trabajaba en su computadora como cualquier oficinista mal pagado.
Y, pensó ella, lo disfrutaba.
– Estás en el medio de algo o estás jugando?
El levantó la mirada. -Un poco de ambos. Guardar datos y archivar. -ordenó a la computadora, luego se echó hacia atrás. -Los medios ya tienen tu homicidio. Lamenté escuchar sobre Walter Pettibone.
– Lo conocías?
– No demasiado. Pero lo bastante para apreciar su sentido de negocios y para saber que era un tipo de hombre agradable.
– Sí, todo el mundo amaba al bueno y viejo Walter.
– Los reportes de los medios dijeron que él colapsó durante una fiesta para celebrar su cumpleaños sesenta. Uno al que estábamos invitados, -agregó- Pero como no estaba precisamente seguro de cuando ibamos a regresar o con que humor, lo decliné. El asesinato no fue mencionado, sólo que la policía estaba investigando.
– Los buitres de los medios no tienen el informe oficial del EM todavía. Lo sé por mí misma. Es homicidio. Alguien le deslizó un poco de cianuro en su bebida. Que sabes sobre su ex esposa?
– No gran cosa. Creo que estuvieron casados por muchos años, y se divorciaron sin ningún escándalo. El se casó con alguna cosa joven y bonita un tiempo después. Hubo algunas sacudidas de cabeza sobre eso, pero el cotilleo murió bastante rápidamente. Walter no era de la clase de hombre para ser objetivo de chismorreo. No era bastante jugoso.
Eve se sentó, estirando las piernas. Cuando trató de acariciar a Galahad, el gato le gruñó por lo bajo. Con una mirada felina hacia Eve, sacudió la cola, se bajó y se alejó de ella.
– Está molesto porque no lo llevamos de vacaciones. -Roarke sofocó una sonrisa cuando Eve frunció el ceño detrás del gato. -El y yo hicimos un arreglo, pero aparentemente está manteniendo el rencor en lo que a ti concierne.
– Pequeño bastardo.
– Llamarlo con ese nombre no es la forma de reparar ofensas. Trata con atún fresco. Hace maravillas.
– No voy a sobornar a un maldito gato. -Ella levantó la voz, por cierto que la fiesta en cuestión estaba fuera de su alcance. -Si él no quiere que lo toque, bien. El quiere joderme porque… -Se detuvo cuando se escuchó si misma. -Jesus. Que estoy haciendo? Pettibone. Jugoso. Bueno, él era lo bastante jugoso para que alguien quisiera matarlo. Y en la forma en que lo hicieron, pagaron a un profesional.
– Un profesional liquidó a Walter Pettibone? -Roarke levantó una ceja. -Eso no se ve como un buen asunto.
– Una mujer consiguió trabajo con los camareros justo cerca del momento en que la actual Sra. Pettibone estaba planeando la gran fiesta sorpresa. La misma mujer trabajó en el asunto Pettibone, y le dio al chico del cumpleaños la copa de champán fatal. En la mano, personalmente, deseándole feliz cumpleaños. Se hizo atrás, pero permaneció en la habitación mientras él hacía su brindis, y bebía. Cuando se desplomó al suelo, ella salió del apartamento y puf! Se desvaneció.
Ella frunció un poco el ceño cuando Roarke se levantó, le sirvió un vaso de vino, y luego se sentó sobre el brazo de su silla.
– Gracias. Puse barredores en su casa, una casa que rentó dos días antes de tomar el trabajo de catering, y de la que se fue esta mañana. Una casa donde, de acuerdo a su vecina, ella pasaba poco tiempo. No hay huellas ni rastros de evidencia. Ni un jodido pelo perdido. Ella lo limpió. Fui a ver por mi misma. Un pequeño apartamento de una sola habitación, alquiler bajo, seguridad baja. Pero tenía cerrojos policiales instalados para mantener a los curiosos fuera.
– Estuviste viendo a… como es su nombre? Muffy? Twinkie?
– Bambi. Parece como si tuviera la capacidad mental de un brocoli, pero vamos a revisarla. Parece sinceramente una boba, pero ahora es una viuda boba realmente rica. Tal vez la ex esposa esperó su momento. -musitó Eve. -Jugando a ser agradable mientras trabajaba las cosas por fuera. Estuviste casada con un tipo por treinta años, hiciste una seria inversión. Podrías haberte irritado cuando él te dejó de lado.
– Voy a tenerlo en cuenta.
– Yo no voy a alquilar un asesino. -Ella lo miró al apetitoso rostro. -Te voy a dar la cortesía básica de asesinarte yo misma.
– Gracias, querida. -El se inclinó para besarle la cabeza. -Es reconfortante saber que te tomas interés personal en el asunto.
– Voy a chequear a la primera Sra. Pettibone en la mañana. Si ella hizo el contrato, es mi mejor enlace con esta Julie Dockport.
– Interesante. Una asesina profesional que selecciona el nombre de una prisión como apellido.
Ella se detuvo con el vaso de vino en los labios. -Que?
– El Centro de Rehabilitación Dockport. Creo que tengo un conocido que pasó algún tiempo en esas particulares instalaciones. -replicó mientras jugaba con el pelo de ella. -Creo que está en Illinois, o tal vez Indiana. Uno de esos lugares del Medio Oeste.
– Espera un minuto, espera un minuto. -Se paró de un salto. -Dockport. Veneno. Espera, espera. -Presionó los dedos sobre las sienes, exprimiéndolas por los datos.
– Julie. No, no Julie. Julianna. Julianna Dunne. Ocho, nueve años atrás. Justo después de que yo consiguiera mi escudo dorado. Envenenó a su esposo. Un gran recolector de fondos de caridad en la metrópoli. Yo trabajé en el caso. Era resbaladiza, muy hábil. Lo había hecho antes. Dos veces. Una en East Washington, otra en Chicago. Fue por eso que la atrapamos, por la de Chicago. Trabajé con el Departamento de Policía de Chicago. Estaba casada con un tipo rico, luego lo liquidó, tomó el dinero, y se reinventó a si misma para un próximo objetivo objetivo.
– Tú la enviaste ahí?
Distraída, ella sacudió la cabeza y continuó paseando. -Yo era parte de eso. No pude quebrarla en entrevista, nunca le saqué una confesión, pero teníamos bastante para una acusación, bastante para una condena. Mucho pesaron los test síquicos. Ella estaba tocada. Seriamente tocada. Odiaba a los hombres. Y al jurado no le gustó ella. Era jodidamente engreída, demasiado fría. Ellos le agregaron tres esposos muertos y cerca de medio billón de dólares y le direon de diez a veinte años. Fue lo mejor que pudimos conseguir y tuvimos suerte con eso.
– Tres asesinatos y le dieron diez a veinte?
Estaba recordando, en una suave marea ahora. -East Washington no pudo sujetarla. Lo que nosotros teníamos aquí se había estancado. Los abogados pidieron que los otros cargos cayeran y como la mayoría era circunstancial, tuvimos que tragárnoslos. Ella tuvo reducida por capacidad disminuída. Traumas de la infancia, blah, blah. Ella usó la mayor parte del dinero del primer esposo, lo único que podía usar legalmente, para disputar el trato y pagar el juicio y las apelaciones. Eso la jodió. Llevaron el juicio a Chicago, y yo fui ahí para el veredicto. Estoy segura de que fui ahí. Después, ella pidió hablar conmigo.
Ella se sentó detrás del escritorio, y pensó mientras lo miraba que Roarke sabía que ella estaba diez años atrás, y viendo a Julianna Dunne. -Dijo que ella sabía que yo era la responsable por su arresto, su condena. Los otros policías… espera un minuto. -murmuró y se envió atrás en el tiempo para escuchar la voz de Julianna.
– Los otros policías eran solo hombres, y ella nunca hubiera perdido una batalla con un hombre. Ella me respetaba, de mujer a mujer, y entendía que yo sólo había hecho mi trabajo. Y ella también. Estaba convencida de que yo llegaría a verlo eventualmente. Ibamos a hablar otra vez, cuando yo lo hiciera.
– Que le respondiste?
– Que si hubiera sido por mí, la hubiera encerrado por los tres asesinatos y nunca hubiera visto la luz del día otra vez. Que si yo era responsable por ponerla a ella donde estaba, bien por mí, pero si yo hubiera sido el juez, hubiera purgado tres condenas consecutivas de por vida. Y que esperaba que llegara a verlo eventualmente, porque no teníamos nada más que hablar.
– Claro, conciso y al punto, aun con tu reluciente nueva insignia dorada.
– Si, supongo. A ella no le gustó, ni un poco, pero sonrió y dijo que estaba segura de que la próxima vez que nos encontráramos yo iba a ver las cosas más claramente. Y eso es todo. El del catering va a transmitirnos los registros de empleo en la mañana. No puedo esperar tanto. Puedes meterte en ellos, sacar su foto y datos?
– De quien es el catering?
– El Sr. Markie.
– Excelente elección. -El se levantó y fue detrás del escritorio.
– Puedo usar yo esta otra unidad?
– Eres mi invitada. -El se sentó y empezó a trabajar.
Mientras él lo hacía, Eve ordenó subir los datos de Julianna Dunne. Repasó el texto que apareció en la pantalla de pared, escuchando con la mitad de un oído la información de respaldo mientras estudiaba la más reciente foto de identificación.
En el momento en que fue sacada la foto ella llevaba el pelo largo. Largo y delicadamente rubio iba bien con el rostro clásico y los rasgos. Su boca era blanda, un poco pesada arriba, nariz estrecha y perfecta. A pesar de una década en prisión, su piel se veía suave y cremosa.
Se veía, imaginó Eve, como una de esas glamorosas chicas de los viejos videos que Roarke disfrutaba tanto.
Liberada del Centro de Rehabilitación Dockport, febrero 17, 2059. Purgados ocho años, siete meses. Sentencia reducida por buena conducta. Sujeto alcanzó los requerimientos de rehabilitación. Cumplido mandamiento de control por sesenta días, firmado abril 18 por orden del oficial consejero de rehabilitación Otto Shultz, Chicago, sin restricciones. Residencia actual 29 Tercera Avenida, apartamento 605, ciudad de New York.