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– Sí, lo soy, y eficiente. Esto nos evitó a ambas un rato de discusión.

Ofendida, Eve frunció sus labios doloridos. -No creo que sigas agradándome.

– No se como voy a seguir con mi vida sabiendo eso. Te vas a quedar aquí hasta que yo diga otra cosa. – Sacó una palm de su bolso, y pidió la copia de la carta médica de Eve. -No sabes cuanto tiempo estuviste inconsciente?

– Como demonios podría saberlo? Estaba inconsciente.

– Buen punto. Voy a hacer algunos escaneos, y darte una segunda ronda de vendas frías. Puedo darte algo para la incomodidad.

– No quiero químicos. El trato se acaba si sacas una jeringa.

– Esta bien. Prefiero no darte nada con la conmoción. Vamos a usar bloqueadores externos para aflojar ese enorme dolor de cabeza que debes tener.

Volvió a buscar en su bolsa, respondiendo con un “entre” al llamado a la puerta del dormitorio.

– Discúlpeme. -Sam se paró en el umbral. -Roarke dijo que podía subir si podía ser de alguna ayuda.

– Usted es médico? -preguntó Louise.

– No, no soy médico. Soy Sam, el padre de Delia.

– Estamos bien aquí. -dijo Eve cuidadosamente, y puso a un lado el bol. -Ella está haciendo lo que debe hacer.

– Si, por supuesto. -El retrocedió torpemente.

– Un sanador entonces? -preguntó Louise, estudiándolo con interés.

– Soy un sensitivo. -Su mirada fue atraída por el rostro de Eve, y la pena por el dolor creció en él.

– Empático?

– Un poco. -El desvió sus blandos ojos hacia Louise, sonriendo. -Los médicos raramente tienen algún interés en sensitivos o empaticos.

– Me gusta mantener mi mente y mis opciones abiertas. Louise Dimatto. -Se levantó y bajó de la plataforma y le ofreció la mano. -Encantada de conocerlo, Sam.

– Porque ustedes dos no van a tomar un trago abajo. -dijo Eve secamente. -Para conocerse.

– Infortunadamente… -Louise miró hacia atrás sobre su hombro. -No puedo decir que su rudeza sea el resultado de sus heridas. Ella nació de esa forma. Obviamente un defecto genético más allá del alcance de la ciencia médica.

– Si no puedes ser rudo en tu propio dormitorio, entonces donde? -Eve levantó el bol de nuevo, excavando en él.

– Puedo tener una palabra en privado con ella? -preguntó Sam.

– Seguro. Voy a estar afuera.

Cuando quedaron solos, Sam fue hacia el lecho. -Usted tiene un considerable dolor.

– He estado peor.

– Sí, estoy seguro de que lo ha estado. -Se sentó en el costado de la cama. -Usted no quiere bloqueadores químicos, y aunque estoy seguro de que la Dra. Dimatto puede aliviarle algo del dolor externamente, yo puedo hacer más. No va suceder otra vez, Eve. -dijo antes que ella pudiera hablar. -Porque estoy preparado. Sé que no está segura de que pueda confiar en eso, pero puede hacerlo. No le miento, y no se lo ofrecería si no pudiera asegurarle su privacidad.

Ella empujó la cuchara en el helado. No, él no mentiría. -Puede hacer que me levante más rápido?

– Lo haré, especialmente en conjunción con el médico.

– Okay. Vamos a hacerlo. Tengo que trabajar.

Era mortificante que ni el sanador y la médica se hubieran molestado en mencionar que tenía que desnudarse hasta la piel para el examen y tratamiento. Ellos discutieron su anatomía como si fuera un droide científico en un laboratorio, hasta que finalmente ella cerró los ojos en defensa. Se estremeció ante el primer toque de dedos, ante la propagación de frescura, y luego tibieza a lo largo del corte de la cadera, que había chocado rudamente contra el pavimento dos veces.

La palma de otra mano presionó su mejilla herida, y ella apretó los dientes. Pero el ardor pasó, y se sintió flotando. No como lo hacían los bloqueadores que era como una mareante vuelta en un carrusel, sino como vagar sin peso en una nube.

Podía escucharlos hablando, pero sus voces eran insustanciales.

– Se está durmiendo, -dijo Louise suavemente. -Usted es muy bueno.

– Su cadera le está causando mucho dolor. La mayoría de las personas estarían gritando.

– Ella no es como la mayoría de las personas, no? Si usted se ocupa de eso, yo me encargo del golpe en la cabeza, Creo que podemos reducir la hinchazón un poco más.

– Puedo ayudar en algo?

Roarke. Ante el sonido de su voz, Eve forcejeó para volver a la superficie.

– No, shh. Quédate ahí. -le dijo él. -Estoy aquí.

Porque él estaba, ella se dejó ir otra vez.

Cuando volvió a despertarse, estaba oscuro. Por un terrible momento pensó que se había quedado ciega. Mientras trataba de sentarse, vió moverse una sombra y supo que era él. -Que hora es?

– Tarde. -El se sentó en el costado de la cama. -Tienes que descansar. Luces, diez por ciento.

El leve brillo la inundó de alivio. Lo bastante para no saltar hacia él, cuando se acercó para examinarle las pupilas. -Que día es?

– Depende. Es antes o después de la medianoche?

– Chica lista.

– Sé donde estoy y enn que día. Y que tenemos un aniversario en un par de días. Y, Carlo, yo nunca te amé más que ahora.

– Yo siento exactamente lo mismo, Miranda. -El le tocó la frente con los labios, una delicada forma de controlar si tenía fiebre. -Si te sientes mejor tal vez pueda hacer entrar a los niños. Carlo junior, Robbie, Anna y la pequeña Alice están ansiosos por ver a su mamá.

– Tratando de asustar a una inválida. Eres un bastardo vicioso.

– Vuelve a dormir. -El le tomó la mano y la llevó a su cara, frotándola contra su mejilla.

– Lo haré si tú lo haces. No voy a dormir contigo merodeando alrededor y husmeando sobre mi.

– Quiero que sepas que yo estaba valientemente parado observando a mi amada conmocionada. -Se deslizó junto a ella, y le hizo apoyar la cabeza gentilmente en su hombro. -Duele?

– Un pequeño dolor, tal vez. Nada mayor. Hey, recuerdas? Me golpearon en la cara justo antes de nuestra boda. Ahora es como una tradición.

– Y únicamente nuestra. Quédate quieta ahora, y duerme.

Ella cerró los ojos. -Roarke?

– Hmm?

– Ya casi la tenía.

La siguyiente vez que despertó, la habitación estaba oscura. Perdió los primeros veinte segundos preocupándose por si esta vez se había quedado ciega, luego se imaginó que él había bajado las pantallas de sol en todas las ventanas, incluyendo la claraboya sobre la cama.

Okay, entonces su mente no estaba muy aguda todavía. Se quedó acostada e hizo un inventario mental de los dolores y molestias. No estaba tan mal considerandolo, decidió, y cuando se sentó cautelosamente se alegró no tener violentas palpitaciones o desorientadores mareos.

Se movió pulgada a pulgada hacia el borde de la cama, plantando los pies en el piso. Después de tomar aliento, se puso de pie. La habitación se meció un poco, pero se detuvo rápidamente. Sentía la cabeza como si se la hubieran apretado en un torno, pero al final nadie estaba apretando los tornillos.

Estaba desnuda, por lo que frunció el ceño al mirar hacia abajo, al moretón del tamaño del Arena Ball de sus costillas, la despellejada y maltratada área en su cadera. Ambos moretones eran de miserablemente desteñido gris y amarillo, y eso era un buen signo. Bien por el equipo de sanadores, decidió, y luego testeó su hombro.

Rígido, pero no dolorido. Volvió la cabeza para examinar también el impresionante moretón en esa área.

Roarke salió del elevador. -No tenías que levantarte sin autorización.

– Quien dijo?

– El sentido común, pero cuando has escuchado tú a ese individuo en particular?

– Quiero una ducha.

– Tan pronto como Louise te vea. Va a subir en un minuto. Estaba desayunando.

– Tengo una conferencia a las ocho.

– Reprogramada para las nueve. -El tomó una bata del armario de ella. -Tentativamente.

Ella le arrebató la bata y hubiera pasado los brazos por ella si su hombro hubiera colaborado. En cambio se envolvió en ella. Pero cuando intentó pasarlo, él giró para bloquearla.

– Adonde vas?

– A orinar -chasqueó ella. -Está permitido?

– Incluso recomendado. -Divertido, él vagó hacia el AutoChef mientras ella marchaba hacia el baño adjunto. Contó los segundos, y pensó que podía llegar hasta ocho.

– Santa mierda!

– Siete. -murmuró él. Ella se había movido más rápido de lo que esperaba. -Deberías haberte visto hace unas pocas horas atrás. -Entró detrás de ella y se detuvo mientras se miraba su rostro en el espejo.

La misma deprimente combinación de gris y amarillo con un toque de verde como la que había encontrado en su cadera y costillas, florecía sobre todo el costado derecho de su rostro. Había un estampado jaspeado, un poco endurecido, a lo largo del borde del pómulo y alrededor del ojo donde su piel se había deshinchado y se había aflojado como un balón desinflado. El cabello brincaba en desprolijas puntas, formadas por sudor y sangre, se imaginó.

Su labio inferior parecía sensible, y cuando puso un dedo sobre él, encontró que se sentía en la misma forma.

– Hombre, él realmente me acertó.

– Debe ser porque tenía una mano como un tren bala.

– Era un tipo enorme. -recordó, volviendo la cabeza un poco para estudiarse el perfil. No era mejor que la vista completa. -Odio que me golpeen en la cara. La gente siempre se te queda mirando y haciendo comentarios cretinos: Oh, corriste contra un muro? Wow, diablos, eso duele?

El tuvo que reir. -Sólo tú podrías estar más enojada por eso que por el golpe.

– Era un imbécil. No sabía lo que estaba haciendo. La puta me lo mandó, y luego no tuvo las pelotas para enfrentarme.

– Como tú esperabas.

Sus ojos se encontraron en el espejo. -Cuando la agarre, va a pagar por esto. -Eve tocó levemente con los dedos sobre su mandíbula. -Y no se va ver tan jodidamente bonita cuando la meta en una celda.

– Pelea de chicas? Puedo mirar.

– Pervertido. -Ella fue hacia la ducha, y ordenó los chorros a full a temperatura hirviente.

Porque estaba consciente de que ella podía marearse y caer, y porque lo disfrutaba, Roarke apoyó una cadera en el lavabo y observó la ondulante silueta detrás del vidrio.

Volvió la cabeza cuando Louise entró. -Tu paciente está levantada y rondando.

– Ya lo veo. -Apoyando su bolsa en el mostrador, Louise caminó alrededor de la ducha. -Como te sientes esta mañana?

Eve soltó un gemido, girando con su cabello mojado goteando. En defensa, cruzó un brazo sobre sus pechos. -Jesus, vamos.

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