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– Como se sintió usted cuando se casó con una mujer tan joven como su hija?

– Divertida. -El primer destello de humor apareció en el rostro de Shelly, y lo hizo bonito y malicioso. Sé que es mezquino, que es poco, pero creo que tengo derecho a un momento o dos de diversión. De que otra forma podría ser? Ella es un pedazo de pelusa tonta, y francamente, no puedo creer que hubieran durado juntos. El estaba deslumbrado con ella, y orgulloso en la forma en que lo hacen los hombres cuando pueden colgar de su brazo algo estupendamente decorativo.

– Muchas mujeres se hubieran sentido avergonzadas, enojadas.

– Sí, y tambíen tan tontas como para medirse a si mismas contra un estúpido adorno? Mi reacción fue la opuesta. De hecho, su relación con ella fue una buena forma de ayudarme a resolver lo que había sucedido entre nosotros. Si su felicidad, aún temporaria, dependía de un hermoso par de pechos y una jovencita sonriente, bueno, él no iba a conseguir eso de mi, no?

Suspiró, dejando su taza en la mesa. -Lo hizo feliz, y a su manera lo amaba. Uno no puede evitar querer a Walt.

– Eso estuve escuchando. Pero alguien no lo quería, Sra. Pettibone.

– Estuve pensando sobre eso. -Todo el humor desapareció de su cara. -Pensé y pensé. No tiene sentido, teniente. Para nada. Bambi? Dios, con ese nombre. Es tonta y despistada, pero no malvada. Se requiere maldad para asesinar, no es así?

– A veces sólo hace falta una razón.

– Si yo pensara, por un instante, que ella hizo esto, haría todo lo que pudiera para ayudarla a usted a probarlo. Para verla pagar. Pero, por Dios, es una idiota inofensiva que si lograra tener dos pensamientos a la vez seguro los escucharía chocar en esa vacía cabeza que tiene.

– No podría haberlo dicho mejor. Pensó Eve.

– Y que razón tendría para hacerlo? -demandó Shelly- Tiene todo lo que quiere. El era increíblemente generoso con ella.

– Era un hombre muy rico.

– Sí, y era de los que compartían su riqueza. El acuerdo de divorcio fue más que justo. Yo nunca hubiera tenido que trabajar de nuevo si no fuera porque amo mi trabajo. Sé porque él me lo dijo que le había regalado a Bambi un fondo sustancial cuando se casaron. Nuestros hijos fueron generosamente provistos y tienen una buena participación en el Mundo de las Flores. La herencia que nosotros, y sí, soy una de las beneficiarias, íbamos a recibir en caso de su muerte, es considerable. Pero ya era considerable lo que teníamos.

– Y que hay de los socios de negocios? Competidores?

– No sé de nadie que deseara dañar a Walt. En cuanto a los negocios, asesinarlo no sería efectivo. La compañía está bien establecida, bien organizada, con nuestros hijos ocupandose más y más de la administración. Asesinarlo no tiene sentido.

Tiene sentido para Julianna, meditó Eve. La mujer no haría nada a menos que tuviera sentido. -Ya que ustedes mantenían una buena relación, porque no acudió a su fiesta?

– Me pareció embarazoso. El me urgió a ir, aunque no demasiado. Se suponía que era una sorpresa, pero por supuesto que él lo supo semanas atrás. Estaba muy excitado. Siempre era como un niño cuando se trataba de ir a fiestas.

Eve hurgó en su bolso, sacando dos fotografías de Julianna Dunne. -Conoce a esta mujer?

Shelly las tomó, poniéndolas lado a lado. -Es muy bonita, con ambos aspectos. Pero no, nunca la había visto antes. Quien es?

– Que estaba haciendo usted la noche de la fiesta de su esposo?

Ella dió un pequeño suspiro, como sabiendo que er un golpe que tenía que enfrentar. -No tengo realmente lo que llamaría una coartada ya que estaba sola. Trabajé afuera en el jardín hasta casi la puesta de sol, y alguno de los vecinos puede haberme visto. Me quedé en casa esa noche. Amigos me habían dicho de cenar en el club, el Westchester Country Club, pero no sentí deseos de salir. Usted debe conocerlos. Jack y Anna Whitney. El es comandante de policía en la ciudad.

Eve sintió que su estómago se hundía. -Si. Conozco al comandante y su esposa.

– Anna estuvo tratando de apoyarme desde el divorcio. Ella no puede entender como puedo ser feliz sin un hombre.

– Y lo es? Si usted pensara que la relación de su marido con su actual esposa fracasaría, si sintiera que eso pasaría, él hubiera regresado con usted?

– Sí. Pensé en eso, lo consideré. Y el hecho es que no creo que él hubiera vuelto conmigo.

Una mariposa, color blanco cremoso, aleteó a través del porche y se estiro para coquetear con las flores de la maceta. Observándola, Shelly suspiró.

– Y sé que no le hubiera hecho a él lo que me hizo a mi. -agregó- Yo lo amé, teniente, y él siempre va a ser una parte vital de mi vida. Aún ahora que se ha ido. Es el hombre con el que viví, dormí, y crié hijos. Tenemos un nieto que ambos adoramos. Hay muchos recuerdos, y son preciosos. Pero no estábamos más enamorados el uno del otro. Y voy a seguir con la vida que me hice por mis propios medios. Disfruto del desafío y de la independencia. Y a pesar de que desconcierta a Anna y algunos de mis otros amigos, no estoy lista para dejar esa independencia. No sé si lo haré por siempre. Walter era un buen hombre, un hombre muy, muy bueno. Pero ya no era mi hombre.

Le devolvió las fotos a Eve. -No me dijo quien era ella.

Puede escucharlo por ahí, pensó Eve, a través de los medios o por su conexión con Anna Whitney. -Es la mujer que le dio a Walter Pettibone el champagne envenenado. Y nuestra principal sospechosa.

– Ella me gustó. -dijo Peabody mientras regresaban a la ciudad.

– También a mi.

– No puedo verla contratando un asesino. Es demasiado directa, y no sé, sensible. Y si el motivo era devolverle lo del divorcio, porque no enfocarse en Bambi, también? Porque debería la reemplazante conseguir el papel de viuda doliente y quedarse con la herencia?

Dado que Eve había sacado las mismas conclusiones, asintió. -Voy a ver si Whitney puede darme un ángulo diferente del divorcio o de su actitud hacia Pettibone. Pero el punto es que la bajamos en la lista.

– Cual es el pròximo paso?

– Si Julianna era una asesina contratada, debe ser costosa. Vamos a empezar con sus finanzas, a ver si hay alguna salida importante de dinero recientemente.

Julianna no estaba necesitada de dinero. Sus esposos, Dios los guarde, habían sido muy generosos con los arreglos. Largo tiempo antes de asesinarlos, ella había abierto seguras cuentas numeradas bajo varios nombres en algunas discretas instituciones financieras.

Se había cubierto bien, y aún durante su odiado tiempo en prisiòn, su dinero había hecho dinero para ella.

Podría haber vivido una vida larga y caprichosa en cualquier lugar del mundo o sus satélites. Pero esa vida nunca hubiera sido completa a menos que pudiera tomar las vidas de otros.

Realmente disfrutaba asesinando. Era un trabajo muy interesante.

El único beneficio de la encarcelación había sido el tiempo, infinito para ella, para considerar como continuar ese trabajo una vez que estuviera libre.

Ella no odiaba a los hombres. Los aborrecía. Sus mentes, sus cuerpos, sus manos tanteando, sudorosas. Más que todo, detestaba su simplicidad. Con los hombres, todo se trataba de sexo. Aunque lo vistieran de romanticismo, lo justificaran, dignificaran, la meta principal era meter su cabeza dentro tuyo.

Y demasiado estúpidos para saber que una vez que lo hacían, te daban todo el poder.

No tenía simpatía por las mujeres que clamaban que habían sido abusadas o violadas o molestadas. Si una mujer era tan estúpida, tan débil, para no saber cual era la medida del poder de un hombre y usarlo contra él, se merecían todo lo que les pasaba.

Julianna nunca había sido estúpida. Y aprendía rápido. Su madre no había sido más que una tonta, que se había dejado montar por un hombre e ido de prisa por otro. Y siempre que ellos la llamaban, siempre aceptaba y se moldeaba.

Ella nunca aprendió. Ni aún cuando Julianna sedujo al idiota de su segundo esposo, lo atrajo a su lecho, y le hizo todas esas despreciables cosas que los hombres se desvivían por hace con su fresco y flexible cuerpo de quince años.

Había sido tán fácil hacer que él la quisiera, convencerlo de que podía salir disimulamente del lecho de su esposa y meterse en el de la hija. Jadeando por ella como si fuera un cachorro ansioso.

Había sido tan fácil usar eso contra él. Todo lo que había hecho era colgarse de su sexo, y él le había dado lo que quisiera. Todo lo que ella había hecho era amenazarlo con exponerlo,y él le dio más.

De esa manera ella se fue a la ciudad a los dieciocho, con un montón de dinero y sin una mirada atrás. Nunca olvidaría el rostro de su madre cuando le dijo lo que había hecho bajo su nariz por tres largos años.

Había sido tan brutalmente satisfactorio ver el shock, el horror, el dolor. Ver que el peso de todo eso la quebraba y aplastaba.

Naturalmente, ella dijo que había sido violada, forzada, amenazada. Siempre servía para protegerse.

Tal vez su madre creyó que era cierto, y tal vez no. No le importaba. Lo que importaba era que en ese momento Julianna descubrió que tenía el poder de destruir.

Y eso hacía ella.

Ahora, años después, estaba parada en el dormitorio de la casa de Madison Avenue que había adquirido más de dos años antes. Bajo otro nombre. Estudiandose a si misma en el espejo, decidió que le gustaba verse morocha. Se veía sensual, particularmente con el tono dorado del polvo que había elegido para su piel.

Prendió un cigarrillo de hierbas, viéndose de costado en el espejo. Pasó una mano sobre su estómago plano. Había aprovechado bien de las instalaciones de salud de la prisión, poniéndose en forma.

De hecho, creía que estaba en mejor forma de lo que había estado antes de entrar. Firme, delgada, endurecida. Tal vez podría asociarse a un club de salud aquí, uno exclusivo. Era una excelente forma de conocer hombres.

Cuando escuchó su nombre, se volvió hacia la pantalla de entretenimiento y el último boletín. Encantada observó su rostro, y el de Julie Dockport en el flash. Admitió que no esperaba que la policía la identificara completamente tan rápido. Eso no la preocupaba, no demasiado.

No, ellos no la preocupaban. Ellos o uno de ellos la desafiaban.

Detective Eve Dallas, ahora teniente.

Ella había regresado por Dallas. Para dar guerra.

Había algo sobre Eve Dallas, pensó, algo frío, algo oscuro había pasado con ella.

Espíritus afines, cavilò, y como la idea la intrigó se había encontrado pasando las horas sin fin de su tiempo en prisión, estudiando a esa particular oponente.

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