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¿Su madre lo sabía? ¿Sabía lo que Bobby hacía a sus otros hijos? Tenía que haberlo sabido, pensó Rowan. Recordó las muchas ocasiones en que su madre le decía que llevara a Peter afuera, lejos de Bobby. Recordó todas las veces que Mel los sacaba a comer helados. Aquella mirada hosca de Rachel cada vez que se encontraba con Bobby en la misma habitación.

Su madre lo sabía. Y, aún así, los mantenía a todos juntos en esa casa. Sabiendo que Bobby los aterrorizaba. Aceptando el maltrato del padre y acogiéndolo en su cama. Rowan nunca entendería a su madre. No podía odiarla, aunque era lo que quería. Al fin y al cabo, había muerto. Asesinada por su violento marido.

Estaban todos muertos.

Excepto Bobby y ella. Y Peter, pensó, agradecida. Peter estaba a salvo en Boston.

Si ella moría a manos de Bobby, lo haría sabiendo que él no había ganado. Peter estaba vivo. Y, dado que Bobby pensaba que había muerto, seguiría a salvo.

Las imágenes comenzaron a pasar rápidamente, fotos de Mel y Rachel y Mamá. ¿De dónde habían salido? Mientras miraba, vio que eran las mismas diez fotos que se repetían. Una y otra vez. Le parecían familiares, pero ¿por qué?

Su álbum de fotos. Bobby había encontrado su cabaña en Colorado y robado lo único que ella conservaba de la familia.

De pronto se detuvo en el cuerpo ensangrentado de Mamá.

Rowan dejó escapar un grito y cerró los ojos.

Bobby le dio un latigazo en el cuello y ella hizo una mueca de dolor.

– ¡Ábrelos!

– ¡Venga, dame de latigazos hasta morir! ¡Me da igual! -Intentaba controlar su dolor y su rabia, pero no lo conseguía.

– Ábrelos o tu amante será el próximo.

Rowan abrió los ojos de golpe y le lanzó una mirada indignada.

– No sé de qué me hablas. -Aunque Bobby no lo supiera, John estaba muerto. No habría abandonado a Tess.

Parpadeó y las lágrimas cesaron. Ahora no podía pensar en John. No podría concentrarse en lo que tenía que hacer.

Bobby se reclinó hacia atrás con una mueca de soma en los labios y sosteniendo el látigo sobre las piernas.

– Sí que sabes. Mira esto.

Con el rostro demudado, preparándose para más imágenes sangrientas de la familia que amaba, Rowan miró la pantalla.

Se oyó una música. A todo volumen, rodeada de altavoces en todos los rincones de la sala. Un tema de rap donde aparecía una y otra vez la palabra «matar» y una percusión que a Rowan le vibraba en las entrañas. Le dieron ganas de vomitar.

La foto de su madre aparecía en blanco y negro. Los matices del gris no disimulaban el terror de la escena. La sangre casi negra contra el gris pálido del suelo de linóleo, arcos y salpicaduras por las puertas demasiado blancas del armario, mientras el destello de luz daba a la escena un ambiente irreal, como una mala película de serie B.

A la foto de Mamá seguía una de su padre tomada recientemente. El pelo entrecano, la mirada vacía, hueca. Bobby la debió tomar cuando visitó a Papá. Tenía el mismo aspecto que ella recordaba de su visita la semana anterior.

Y luego, Mel y Rachel juntas, sonriendo a la cámara. Y luego muertas y ensangrentadas en el vestíbulo.

Matar, matar, matar a la puta.

Rowan se estremeció con la letra del tema, y se preguntó de dónde habría sacado Bobby las fotos de la escena del crimen. Casi se echó a reír. Le costaba creer que hubiera escapado de la cárcel y que se hubiera hecho reemplazar por un imbécil. Robar esas fotos habría sido un juego de niños.

Peter a los cinco años, una foto de la guardería. Y luego, Peter muerto. No, muerto no, se recordó Rowan. Peter no estaba muerto.

Una foto mostraba a un policía que llevaba a Peter en brazos. Su pijama de los dinosaurios estaba todo ensangrentado. La sangre de Dani. Pero Peter tenía los ojos cerrados y, con la boca abierta, parecía muerto.

La imagen cambió a Dani. Dani . Un gemido escapó de su boca, pero Rowan se obligó a mirar. Dani, un bebé hermoso. Dani aprendiendo a caminar. A los tres años, jugando a tomar el té con sus animales de peluche.

Y luego el pequeño saco mortuorio. De alguna manera, aquel saco negro era peor que volver a verla muerta. Tan genérico, tan estéril.

No se había dado cuenta de que lloraba hasta que sintió las mejillas calientes y húmedas.

Su verdugo lanzó un gruñido.

– Nunca entendí por qué te gustaba tanto esa cría llorona. ¿Qué le vamos a hacer?, ahora está muerta y enterrada. No pudiste protegerla. ¿Qué hiciste? ¿La usaste como escudo? ¿Para que muriera en tu lugar? -Bobby lanzó una carcajada como un ladrido, y Rowan quiso estrangularlo con sus propias manos. Jamás en su vida había odiado tanto a alguien. Una furia oscura ardía en ella mientras intentaba aflojar las ataduras, cuidándose mucho de que él no se percatara.

La música cambió a una canción de los Beatles: «Paperback Writer», el tema lento y melódico como contraste con las fotos espantosas que seguían.

Un cuerpo ensangrentado y masacrado, cortado en trozos y abandonado en un contenedor de basura. Rowan tardó un momento en entender que se trataba de Doreen Rodríguez. Bobby había tomado fotos de sus crímenes. Rowan sintió que la bilis le subía, y tuvo que tragarla.

La florista, apuñalada, con su bonito pelo rubio empapado en sangre.

Los Harper. La pequeña, cuando todavía tenía sus coletas. La madre que miraba a la cámara con ojos vacíos.

Melissa Jane Acker, una muchacha bonita, violada, estrangulada, con el cuerpo totalmente desarticulado. Era la marca del asesino ficticio de Rowan en su Crimen de corrupción .

– Estás chalado -murmuró.

Bobby rió y ella siguió aflojando la cuerda. ¿Se habían aflojado? Eso creía. Tenía las uñas rotas y sangrando después de buscar con furia los nudos.

Y entonces se detuvo.

Michael.

Estaba medio tendido, medio sentado contra la pared en lo que, supuso Rowan, era su piso, el pecho convertido en una masa sanguinolenta y los ojos desenfocados. Se estaba muriendo.

Dejó escapar un sollozo sin darse cuenta y Bobby dijo:

– Pensé que te lo estabas follando. Pero no, tú eres la princesa de hielo -añadió, con tono burlón-. Fría como el hielo, sin sentimientos. A la prensa no le gustabas. No creo que hayas hecho muchas amistades, ¿me equivoco?

Michael no se merecía eso. Ninguno de ellos se lo merecía.

– Cabrón de mierda -murmuró-. Te mataré.

El látigo volvió a restallar, esta vez en su nuca, y Rowan sintió la sangre caliente que le caía por la espalda.

– No estás en condiciones de amenazarme, Lily.

El vídeo siguió. Imágenes de Tess. De John. Roger. De ella misma. Muchas tomadas desde la casa vecina a la suya. Roger en Washington. Tess entrando en su piso.

Bobby detuvo la cinta.

– Y bien, ahora está convertida en un millón de trozos, achicharrada hasta el tuétano. De una manera u otra, la hermana de tu amante está muerta. Junto con Roger Collins. Gilipollas. Ése se lo merecía. Con su actitud de burla, pensando que era mucho mejor que yo. Pues, me lo he cargado, ¿no? ¿No? -Bobby volvió a lanzar un latigazo, y esta vez le dejó un corte en el brazo-. Ya lo creo que sí.

Oh, Roger. Lo siento mucho.

– Pensaba cargarme a la zorra de su mujer, pero no tuve la oportunidad. Ahora no sería divertido mandarla al otro barrio. Así que supongo que vivirá. -Casi parecía triste.

– De verdad que estás enfermo -dijo ella, con voz queda. Con sólo pensar que tenían los mismos padres y la misma sangre, le venían náuseas.

– No, Lily, no estoy chalado. -Paró la cinta y se volvió hacia ella-. Mírame. Nuestro padre está enfermo -dijo, con una voz de odio amargo-. Débil, patético, enfermo. El muy gilipollas se dejó encoñar por esa mujer que siempre se salió con la suya. El día que finalmente se le enfrentó y le dio una zurra, lloró y pidió perdón. Claro que ella lo perdonaba. ¿Qué importaba una herida si tenía todo lo que quería? Si él le hubiera enseñado quién mandaba, nunca se habría puesto a joder por ahí.

– Eso no es verdad. Es tu lógica retorcida.

– Ay, Lily, eres una ingenua. Papá finalmente se enfrentó a ella esa noche. Estaban en medio de una pelea tremenda cuando entré en la cocina. Papá le estaba pegando y yo pensé que por fin la mataría.

– ¿Qué? -Rowan no estaba segura de haberlo oído bien. ¿Bobby había visto a su padre matar a su madre? Pero ¿acaso no había entrado después?

– Ya me has oído. Le dije que matara a la muy puta. ¿Y sabes lo que hizo el gilipollas? Me pegó -dijo, como sorprendido. Rowan estaba anonadada-. Así que hice lo que él nunca había tenido los huevos de hacer. Cogí el cuchillo más grande de Mamá y le abrí el cuello. Y él se quedó mirando. ¡Imbécil!

– ¿Tú? ¿Tú mataste a Mamá? -Rowan sintió que el estómago se le revolvía. Ella había visto a su padre con el cuchillo. Lo vio arrodillado junto a su madre. Lo vio soltar el cuchillo. Vio cómo entraba Bobby y decía La puta por fin está muerta.

– Claro que fui yo. Él nunca lo hubiera hecho. Lo único que hizo fue zarandearla y lloriquear, pedir perdón y gemir. No paraba. Yo ya estaba harto. También lo habría matado a él, pero él no quería enfrentarse a mí. Se quedó ahí arrodillado, cogió el cuchillo y lo miró. Perdió la chaveta totalmente, al menos eso parecía.

– Estás enfermo.

– ¿Crees que estoy enfermo? ¿Y tú, qué? He leído todos tus libros, Lily. Todos. Te has inventado unos crímenes tan horribles que me has dejado pasmado. -Con los ojos desorbitados, se llevó las manos al pecho, fingiendo sorpresa-. Te lo digo en serio, Lily -siguió-, tienes una mente retorcida. Yo sólo hice lo que tú no podías hacer porque eres débil. Convertí tus fantasías en realidad.

Rowan se giró para no mirarlo, ardiendo de la rabia de no poder pasar a la acción. Volvió a hurgar en las cuerdas. Casi estaba libre. Paciencia, Rowan, paciencia.

Él había matado a su madre. Su padre no era un asesino. Era él, Bobby. Ella no había visto a su padre apuñalando a su madre, pero daba por supuesto que eso había sucedido porque había llegado justo después, y él sostenía el cuchillo ensangrentado.

Pero no, el asesino era Bobby.

Volvió a poner en marcha la cinta y le dijo que mirara.

Ella corriendo por la playa. Tomada desde la casa.

– Nunca entendí por qué corrías en la playa cuando hay un gimnasio perfectamente equipado a sólo tres kilómetros. Hace frío, y ese olor asqueroso a algas y sal. Demasiado ordinario.

Y luego una foto de ella y John en la playa. Y ella y John.

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