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Jackson tomó unas notas.

– ¿Y qué hay de los estudios cinematográficos? ¿Los actores de la película que están rodando? ¿Alguien ha recibido amenazas, o ha notado algo raro?

– La productora es Annette O'Dell. Su despacho está en los estudios. Yo no trabajo allí, sólo me dedico a la adaptación del guión. -Rowan pensó que de ahí tampoco provenía la amenaza. Annette se lo habría dicho.

– ¿Y qué le parece algún motivo personal? ¿Algún antiguo novio que haya optado por la violencia? ¿Alguien que se haya sentido desairado por su éxito?

– Para serle franca, no he tenido una vida personal muy intensa desde que llegué a California hace dos meses para trabajar en esta película. -Volvió a sentarse y tomó su café, ya tibio. Le cayó como una bola de plomo-. Incluso antes, acabé el guión y comencé a trabajar en mi nuevo libro. Estoy tan ocupada ahora como cuando trabajaba en el FBI.

– Ha publicado ya cuatro libros, ¿no es así? -preguntó Jackson.

Ella asintió con la cabeza.

– Y el quinto sale publicado de aquí a unas semanas.

– ¿Y ésta es su segunda película?

– La tercera. La segunda saldrá dentro de dos semanas. Ésta no estará en cartelera hasta finales del próximo año.

– Le ha ido muy bien desde que dejó el FBI.

– ¿Qué quiere decir? -preguntó Rowan, irritada. Quería colaborar, pero esas preguntas eran irrelevantes. Quería salir a hacer footing como todos los días y luego darse una ducha. Sobre todo, necesitaba tiempo para pensar.

– Intentamos reunir todos los detalles.

Los inspectores intercambiaron una mirada que significaba que habían acabado. Casi pudo oírse el suspiro de alivio de Rowan.

Los acompañó hasta la puerta. El inspector Jackson se giró hacia ella.

– Debería pensar en tomar medidas de seguridad extraordinarias. ¿Tiene instalado un sistema de alarma?

– Sí, inspector, y lo utilizo.

Él asintió para dar su aprobación y le tendió la mano. Rowan la estrechó, y sintió calidez y fuerza.

– Llámeme Ben. Somos del mismo equipo. Jim o yo la llamaremos más tarde para darle noticias. Yo vuelvo a Denver esta tarde. Entretanto, tenga cuidado.

– Gracias, eso haré. -Cerró la puerta, se giró y se apoyó contra la sólida hoja de roble. Se dejó caer lentamente hasta derrumbarse en el suelo frío de baldosas, y ocultó la cara entre las manos.

Un brutal asesinato a mil quinientos kilómetros de distancia había destruido en cuestión de minutos la paz relativa que había forjado con tanta ilusión. La idea de ser cómplice de aquel crimen se le hacía insoportable. Se llevó la mano al vientre con gesto nervioso. ¿Cómo podía vivir consigo misma si su imaginación se había manifestado en un hecho tan cruel? Si bien era otro el que había segado una vida, la fórmula del mal era obra suya, ella la había ideado. Su decisión casual de llamarle Doreen Rodríguez a la primera víctima de Crimen de oportunidad , había tenido como consecuencia la muerte de una Doreen Rodríguez real, de Albuquerque. Aquello era perverso y cruel.

Rowan había aprendido una y otra vez que la muerte era injusta y brutal. Abría un tajo de miseria en los corazones de todos los que tocaba. Y la muerte no era ciega. Veía el dolor, el corazón resentido, y se hacía más fuerte.

Todo había comenzado cuando tenía diez años, y no tenía visos de acabar.


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