Le fascinaba ella.
John gimió y se dejó ir con todo su cuerpo, sudando y completamente saciado. Le besó el cuello, los hombros y las orejas. La besó en los labios. Ella se aferró a él, como si quisiera tenerlo más cerca y él se deleitó en aquella unión. Aunque Rowan no lo dijera ni le dejara hablar de ello, se habían unido tan profundamente que ni siquiera la muerte podría separarlos.
¿De dónde había salido esa idea? John tuvo un estremecimiento. Rowan percibió que John se ponía tenso después del acto sexual más increíble que jamás había disfrutado. Increíble porque había experimentado algo diferente al acto puramente físico entre los dos, que fue glorioso. Había otra cosa, más profunda, como si se hubieran comprometido a algo sin palabras.
Y él se había puesto tenso.
– ¿Ocurre algo? -La voz de Rowan era apenas un susurro.
Él se giró de costado hasta que ella quedó sobre él y la besó suavemente en los labios.
– No -dijo, y volvió a besarla-. Nos acoplamos bien el uno al otro.
– Sí, supongo que sí -dijo Rowan, sonriendo apenas.
– Nunca he conocido a nadie… con quien me acoplara tan bien. -John miró a Rowan con ojos inquisidores y ella aguantó la respiración. No se había perdido el doble sentido.
– Yo tampoco -dijo ella suavemente, y dejó de sostenerle la mirada.
Él la obligó a mirarlo.
– Rowan, después… Después de que todo haya acabado, quiero…
– John, por favor, no…
Él la silenció con un beso.
– Rowan, esto no va a acabar aquí. Tú y yo no vamos a acabar. No sé qué ha pasado entre nosotros, pero tú formas parte de mí de una manera que no puedo explicar, y no voy a dejar que te vayas.
La punzada que ella sintió en el corazón le dio la certeza de que lo amaba. Lo supo porque la posibilidad de que John muriera era la idea que dominaba su pensamiento. Todas las personas que ella amaba morían.
– John, hablemos de esto más tarde, después de… de que todo haya acabado.
Él se la quedó mirando largo rato y ella era incapaz de descifrar su expresión. ¿Acaso estaba enfadado? ¿Molesto? No quería hacerle daño pero más le dolería perderlo. Sí, su actitud era egoísta. Pero el gran paso que había dado al poner el pasado a sus espaldas no tendría sentido si ella se enamoraba y luego ocurría lo peor. Ningún plan para el futuro, nada que acoger con todo su corazón, ahora no. Quizá nunca. Algo inconsciente, un pensamiento se le insinuó como un murmullo. Es demasiado tarde. Él te importa. Lo amas. Pero a ella le costaba aceptarlo.
– Ya entiendo -dijo él, y la besó.
Ella creía que era verdad.
La puta ésa tendría que estar muerta, pero lo había vencido.
Aquella zorra se había resistido como un gato y ahora él tenía dos ojos ensangrentados para demostrarlo. Le dolían un horror y la visión de su ojo izquierdo era borrosa. Si tenía tiempo, en caso de que no lo hubieran identificado, volvería y acabaría la faena. La golpearía hasta que quedara hecha una masa informe antes de rebanarle el cuello y verla desangrarse como un cerdo empalado.
Pero ahora no podía volver a Dallas. Estaba metido en una mierda de motel en el desierto de Arizona. Tendría que esperar que oscureciera para robar el coche de alguna fulana y volver a Los Ángeles. Allí estaba Lily. Lily lo estaba esperando.
Y esta vez esa estúpida zorra no sobreviviría.