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Toda la atención se centró en Henry.

– Tengo que pensarlo -dijo éste-. Deme tiempo hasta que abra la bolsa.

– De acuerdo. Mañana salgo para Singapur. Mi les y Doug volverán a la fábrica y esperarán su decisión allí, pero no me interprete mal. No necesito su aprobación. Seguiremos adelante con o sin su conformidad. Puede llamarlo fusión, venta u OPA hostil, pero en cuarenta y ocho horas Tartan será propietaria de Knight.

Henry volvió a asentir y se puso en pie. Miró las caras de los presentes como si las viera por primera vez y a continuación miró a su hijo.

Doug, vámonos.

Su hijo no se movió y el anciano, aún más apesadumbrado, se dirigió hacia la puerta.

– Henry, lo mire por donde lo mire, usted se queda fuera -dijo Randall.

Estas palabras pararon en seco a Henry, que al punto enderezó la espalda y salió de la sala.

– Creo que ha funcionado -dijo Miles-. Seguro que mañana ha cambiado de idea.

– Doug, deberías ir con él y convencerle -añadió Randall-. Lo ocurrido en la fábrica no es asunto nuestro. Estamos dispuestos a solucionar los problemas. Si lo consigues, te prometo que nunca lo olvidaré.

Doug no contestó y se limitó a salir de la habitación para cumplir las órdenes.

– Doug es un buen soldado -comentó Randall-, lo bastante estúpido como para obedecer sin rechistar. Bueno, salgamos de aquí, estoy agotado.

Dejando a David de lado a propósito, Randall, Miles y el séquito de Tartan salieron juntos.

David se quedó sentado, sumido en sus pensamientos. Miles, Stout y Randall Craig lo habían preparado todo tal como había salido. Habían ido por lo menos un paso delante de él desde el principio. Y aún más importante, sólo confirmaba que los problemas de la fábrica no les importaban. Estaban al corriente -como Randall había dicho- y seguirían adelante como fuera. Para David la cuestión era qué ocurriría después. Por una parte la OPA hostil solucionaba algunos problemas, ya que no tendría que preocuparse por los documentos de la Comisión de Valores y Cambios y la Comisión Federal de Comercio. En cuanto a lo ocurrido en la fábrica, Henry Knight saldría del apuro y David quedaba fuera del conflicto con la conciencia limpia, aunque ligeramente empañada. Aún quedaban el soborno y las muertes de Miao-shan, Keith Baxter y Xiao Yan. Pero no era trabajo suyo probar la culpabilidad de Sun y no existía la menor prueba de asesinato, sólo la sospecha teórica. Si, efectivamente, habían sido asesinatos, quienquiera que los hubiera cometido podía salir airoso sin que él pudiera impedirlo.

Bajó y encontró a Hu-lan apoyada contra una columna de cara al bar. Ella le tomó la mano e hizo que se situara a sus espaldas. Con una inclinación de cabeza le indicó la penumbra del bar.

El alivio que había sentido minutos antes se evaporó al ver, sentados en una mesa arrimada a la pared, a Pearl Jenner y Guy In, que parecía tan desdichado como siempre, con un traje ancho que le colgaba de los escuálidos hombros. Charlaban con otro hombre.

– Mientras te esperaba he dado una vuelta -dijo Hu-lan-. Pensé en echar un vistazo a las bodas. Sólo por curiosidad, pero…

– Nos han seguido hasta Pekín -dijo David, manifestando lo que era obvio.

– Peor que eso. Están hablando con un periodista del Diario del Pueblo.

– ¿Cómo lo sabes?

– Bi Peng ha escrito los peores artículos sobre mí y mi familia. Cuando él escribe, los demás lo siguen.

David gruñó.

– ¿Sabes de qué están hablando? -preguntó.

– No he entrado, si te refieres a eso.

– ¿Te han visto?

Hu-lan le dedicó una mirada que significaba “¿has olvidado cuál es mi trabajo, tonto?”.

Dentro del bar los tres se levantaron. Bi Peng dejó dinero sobre la mesa. Cuando se dio la vuelta, David y Hu-lan vieron su amplia sonrisa. Mientras el trío avanzaba, David y Hu-lan se ocultaron detrás de la columna. Cuando Pearl pasó por delante dijo:

– Nos alojamos en el Holiday Inn de Beilishi Lu. Si necesitas más información, llámame, estaré encantada de contestar a cualquier pregunta.

David y Hu-lan hablaron poco durante el camino de regreso al Hutong. Hu-lan estaba pálida por el agotamiento y David exhausto por el viaje, los acertijos desconcertantes y el nerviosismo de no saber lo que ocurriría con su vida. Al llegar a casa de Hu-lan lo repasaron todo. No había nada que añadir ni que cambiar. Entraron en el dormitorio, se desnudaron y se deslizaron bajo las sábanas.

Hu-lan abrazó a David mientras él le explicaba lo ocurrido después de que ella y los demás se marcharan. Sabía que algunas partes de la historia, por la forma en que ella había denunciado los actos delictivos de su padre, le serían especialmente dolorosas, pero no tenía sentido protegerla. Estaban juntos en el asunto y tal vez la experiencia de Hu-lan arrojaría un poco de luz a lo sucedido. Al llegar el momento en que Doug vendía a su padre, David notó que Hu-lan lo abrazaba con más fuerza y él, en respuesta, la rodeó con los brazos.

– ¿Por qué lo hizo? -preguntó ella-. ¿Qué conseguía?

– Dinero, supongo.

– ¿Pero hacerle eso a un padre? Es demasiado cruel. Tiene que haber algo más entre ellos que no sabemos, algo del pasado que hizo que Doug quisiera hundir a su padre.

– No lo creo. Son simples norteamericanos de Nueva Jersey. No hay nada siniestro en eso y Henry no me parece uno de esos padres que maltratan a sus hijos.

– ¿Qué crees que hará?

– ¿Respecto a la venta?

– Y con su hijo. Si éste quiere vender a toda costa, ¿lo dejará hacerlo?

– No lo sé.

– Vas a ser padre -dijo ella y David notaba su cuerpo pegado al suyo-. ¿Qué harías si tu hijo intentara arruinarte?

– Eso no pasará -dijo él aparentando seguridad.

– Pero si pasara, ¿qué harías?

La apartó para contemplar su rostro. En la penumbra de la habitación percibía que estaba tensa y angustiada. La acarició y besó.

– Nuestro hijo nunca hará nada que pueda perjudicarnos. Nos dará preocupaciones y nos volverá locos cuando sea adolescente, pero tendrá unos padres que lo quieren y eso nunca cambiará.

– Pero si está en al sangre…

– Incluso si por alguna extraña razón se convierte en un violador y asesino,, seguiré queriéndolos a él y a su madre.

Hu-lan apoyó la cabeza en su pecho y añadió.

– ¿Y quién dice que será niño?

El timbre de la entrada los despertó varias horas más tarde. Hu-lan se levantó y se puso la bata. David se enfundó los vaqueros y unas zapatillas de deporte. Juntos atravesaron los diversos patios, iluminados sólo por la linterna de Hu-lan, que levantó el pestillo de la puerta, abrió una rendija y vio al gobernador Sun de pie en el escalón. Hu-lan miró a ambos lados. El callejón estaba desierto, pero dentro de una hora sus vecinos empezarían a despertar con la luz del alba.

– Pase.

Sun cruzó el antiguo umbral imperial, vio a David con el pecho desnudo y dijo:

Lamento venir a estas horas, espero que me disculpen.

David estrechó la mano del gobernador y ambos siguieron a Hu-lan por los patios hasta el salón principal. Ella le indicó a Sun que tomara asiento y puso agua para el té. Sun observó a Hu-lan y después se inclinó hacia David y murmuró:

– Sería mejor que habláramos a solas. No estoy aquí como invitado, sino como cliente.

Ambos salieron a sentarse en dos taburetes de porcelana, lo bastante cerca de la casa para que les llegara luz por la ventana.

– ¿Ha leído lo que le envié? -preguntó Sun.

– Si -contestó David cauto, preparado para la confesión que no quería escuchar.

– Aparecen depósitos en las cuentas bancarias de varias empresas.

– Lo sé.

– Los documentos fueron enviados a mi despacho de Pekín con una nota recomendando que comprobara mis cuentas personales. Los números coinciden con mis cuentas personales. Creo que alguien intenta hacer creer que acepté dinero de Knight.

– ¿Me está diciendo que no lo hizo?

Sun suspiró.

– No son mis cuentas ni mis documentos. Y desde luego no es mi dinero.

– Es un poco tarde para una negativa tan tajante…

– ¡Tiene que creerme!

David lo miró. Cualquier pretexto por parecer un político honesto había desaparecido, pero podría haber sido una buena actuación.

– Si no son suyas, ¿de quién son?

– Lo que quiero decir es que los números coinciden, pero los extractos no son míos. Ése es el problema. Fui a mi banco local y me puse en contacto con mis bancos americanos. Mis cuentas muestras las cantidades correctas -desplegó varios papeles-. ¿Lo ve? Éstas son mis cuentas y los balances actualizados. Puede utilizarlos para demostrar mi inocencia.

Pero en vez de revisar los papeles, David consultó el reloj. Eran las tres y diez de la madrugada.

– Creí que teníamos una reunión a las diez. ¿No podría haber aplazado esta farsa hasta entonces?

– ¿Farsa? ¿A qué se refiere?

– ¿No me envió los informes para que cuando descubriera que había aceptado sobornos, y no sólo un poco de dinero, sino cientos de miles de dólares, no podría utilizarlo en su contra porque era cliente mío?

– ¿Eso cree?

– ¿No es la verdad?

– No. Eche un vistazo a esto. -Sun le tendió los papeles.

David los cogió de mala gana. A la luz de la ventana vio que los saldos de Sun eran modestos.

– Esto no me demuestra nada. Ha podido trasladar el dinero a…

– Soy un hombre honrado.

– ¿Nunca aceptó dinero de Knight International?

– Nunca.

– ¿Y cómo explica los documentos con membrete de Knight y una lista de empresas con sus números de cuenta? ¿Y cómo explica la existencia de otro juego de documentos con otros depósitos y su nombre codificado?

– Si fuera culpable, ¿acudiría a usted?

David no respondió.

– Cuando llegué aquí y abrí mi bufete -dijo-, me sorprendió al cantidad de impuestos que tuve que pagar como extranjero. ¿Me está diciendo que usted nunca recibió dinero de Henry desde que abrió la fábrica?

Sun le observó atónito.

– Nunca acepté dinero de Henry, excepto… -Una mirada angustiada cruzó su rostro y gimió angustiado-. Pero no era un soborno. Acepté dinero, sí, pero era una cantidad pagada directamente al contratista a través mío. Yo quería que Henry tuviera lo mejor, sin retrasos, y nada de material defectuoso. ¿Cómo iba Henry a encontrar una buena compañía constructora? Así que me entrevisté con gente y conseguí recomendaciones. Visité diversas obras, algunas en construcción, otras ya acabadas. Cuando encontré la adecuada, negocié el contrato y el dinero de Henry fue para el primer pago. Lo hice como amigo. No recibí nada, ni un solo de sus peniques americanos.

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