Estaba de muy mal genio al volver aquella noche, ya tarde, a Fuente Grove. "Querían dejarme en ridículo", murmuró. "Dejarme en ridículo."
– ¡Leela! -gritó-. Ven, chica, y dame algo de comer. Leela salió, sonriendo burlonamente.
– Pero hombre, si yo creía que estabas cenando con el gobernador.
– Déjate de bromas, oye. He cenado. Pero ahora quiero comer. Se van a enterar -refunfuñó, mientras metía los dedos en el arroz, el dal y el curry -. Se van a enterar.