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– No hace falta -dije-. Puedo arreglármelas sola.

Y no tenía ningún interés en verle las piernas a Les Sebring.

– Fíjate. Ni siquiera he soltado el bolso -dijo Lula-. Estoy lista para salir.

Lula y yo nos miramos fijamente un instante. Yo iba a perder. Lo veía venir. Lula había decidido venirse conmigo. Probablemente no quería quedarse en el archivo.

– Vale -dije-, pero nada de tiros, nada de empujones y nada de pedirle que se levante la pernera del pantalón.

– Pones demasiadas condiciones -dijo Lula.

Atravesamos la ciudad en el CR-V y aparcamos cerca del edificio de Sebring. La oficina de fianzas estaba en la planta baja y Sebring tenía su despacho encima.

– Igual que Vinnie -dijo Lula mirando con admiración el suelo enmoquetado y las pareces recién pintadas-. Sólo que aquí parece que trabajan seres humanos. Y mira qué sillas para que se siente la gente… ni siquiera tienen manchas. Y su recepcionista tampoco tiene bigote.

Sebring nos acompañó a su despacho privado.

– Stephanie Plum. He oído hablar de ti -dijo.

– El incendio de la funeraria no fue culpa mía -dije-. Y casi nunca disparo a la gente.

– Nosotras también hemos oído hablar de ti -intervino Lula-. Nos han dicho que tienes unas piernas estupendas.

Sebring llevaba un traje gris plata, camisa blanca y corbata de rayas rojas, blancas y azules. Emanaba respetabilidad desde la punta de sus brillantes zapatos negros hasta la coronilla del pelo blanco y bien cortado. Y detrás de su cortés sonrisa de político, tenía pinta de no pasar ni una tontería. Hubo un momento de silencio mientras observaba a Lula. Luego se levantó la pernera de los pantalones.

– Fíjate bien en estos remos -dijo.

– Seguro que vas al gimnasio -dijo Lula-. Tienes unas piernas excelentes.

– Quería hablar contigo de Mabel Markowitz -dije a Sebring-. La has llamado respecto a una fianza de custodia infantil.

Asintió.

– Lo recuerdo. Hoy he mandado a otra persona para que hable con ella. Hasta el momento no ha colaborado mucho.

– Vive al lado de mis padres y no creo que sepa adonde han ido su nieta y su bisnieta.

– Mal asunto -dijo Sebring-. ¿Sabes algo sobre las fianzas de custodia infantil?

– No mucho.

– La AAFP, que como sabes es la Asociación de Agentes de Fianzas Profesionales, colaboró con el Departamento de Niños Desaparecidos y Explotados para poner en marcha una normativa que evitara que los padres secuestraran a sus propios hijos. Es una idea muy sencilla. Si se cree que existe la posibilidad de que uno o ambos padres vayan a llevarse a sus hijos a paradero desconocido, el tribunal puede imponer una fianza en efectivo.

– O sea, que es como una fianza de comparecencia, pero es al niño al que se considera en peligro.

– Con una gran diferencia -continuó Sebring-. Cuando un avalista se hace cargo de la fianza de un delincuente y el acusado no se presenta al juicio, la fianza se paga al tribunal. Luego, el avalista puede perseguir al acusado y entregarlo al tribunal y, con un poco de suerte, éste le reembolsará la fianza. En el caso de la fianza de custodia infantil, el avalista tiene que entregar la fianza al padre o madre engañado. Presuntamente, el dinero se utilizará para buscar al niño.

– De manera que, si la fianza no es suficiente para disuadir a los padres de la idea del secuestro, al menos hay dinero para contratar a un profesional que busque al niño -dije.

– Exactamente. El problema es que, al contrario que en las fianzas de comparecencia, el agente de la custodia infantil no tiene derecho legal de buscar al niño. El único recurso que tiene el agente de fianzas de custodia infantil para recuperar su pérdida es embargar las propiedades o el dinero que se haya puesto como aval de la fianza. En este caso, Evelyn Soder no tenía dinero en efectivo para avalar su fianza. Por eso acudió a nosotros y ofreció la casa de su abuela como garantía de nuestro pago. Nuestra esperanza es que cuando llamemos a la abuela y le digamos que empiece a hacer las maletas, ella revelará el lugar en el que se encuentra la niña desaparecida.

– ¿Le han entregado ya el dinero a Steven Soder?

– Se le hará entrega del dinero dentro de tres semanas.

O sea, que me quedaban tres semanas para encontrar a Annie.

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