Литмир - Электронная Библиотека
A
A

– Lo que me asquea -dice Meyssonnier- es pensar que ha tratado de aprovecharse del impedimento de la chica. Se dijo: es muda, no lo va a contar.

– ¡Como para asistir mañana a su misa -agregó levantando la voz- nada más que para verlo soltar todas esas idioteces sobre el pecado sabiendo lo que yo sé! Vamos, me voy a acostar -agrega al darse cuenta de mi impaciencia.

Se va, cabizbajo. Mientras tanto, mi cara es de piedra para que Thomas se calle. No hago un drama del asunto. Primero, Fulbert no es sacerdote. Y por otra parte, que un sacerdote haga el amor, después de todo ¿por qué no? Y que lo haga ocultándose, pobre diablo, es su estigma.

No le culpo a Fulbert el habernos soplado a Miette a lo largo de una noche. Mañana utilizaré sin vergüenza este incidente contra él, pero por otras razones. Porque es, estoy seguro, un hombre sin bondad y sin justicia, que no quiere bien a Malevil, y contra quien reharé la unidad de Malevil. Esa unidad en la que la cuestión religiosa casi consiguió, esta noche, abrir una brecha.

El candelero apagado, me acuesto, pero como me lo esperaba, sin lograr dormirme. Thomas tampoco lo logra. Lo oigo dar vueltas y vueltas en su canapé. Hace una tentativa de hablarme, pero lo rechazo con violencia. A falta de sueño, quiero tener silencio al menos.

53
{"b":"89353","o":1}