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El ya mencionado día sábado 18 de abril de 1947, a las 15 horas, los despojos de Francisco Catalino Páez yacían en la fosa común del cementerio de Coronel Vallejos. Sólo quedaba de él su esqueleto y se hallaba cubierto por otros cadáveres en diferentes grados de descomposición, el más reciente de los cuales conservaba todavía el lienzo en que se los envolvía antes de arrojarlos al pozo por la boca de acceso. Ésta se encontraba cubierta por una tapa de madera que los visitantes del cementerio, especialmente los niños, solían quitar para observar el interior. El lienzo se quemaba poco a poco en contacto con la materia putrefacta y al cabo de un tiempo quedaban al descubierto los huesos pelados. La fosa común se hallaba al fondo del cementerio lindando con las más pobres sepulturas de tierra; un cartel de lata indicaba «Osario» y diferentes clases de yuyos crecían a su alrededor. El cementerio, muy alejado del pueblo, estaba trazado en forma de rectángulo y lo bordeaban cipreses en todo su contorno. La higuera más próxima se encontraba en una chacra situada a poco más de un kilómetro, y dada la época del año se encontraba cargada de frutos maduros.

El ya mencionado día sábado 18 de abril de 1947 a las 15 horas, Antonia Josefa Ramírez decidió matar al pollo colorado del gallinero porque el pollo bataraz que ya había separado, con las patas atadas en un rincón del corral, estaba un poco flaco y la clienta se lo había encargado muy carnoso. Le pidió a una niña de siete años, descalza, que lo corriera y agarrara. Era la hija menor del viudo con quien vivía en concubinato desde cerca de dos años, vecino del rancho de su tía. Raba no quería distraer al niño mayor, de doce años, que estaba punteando la tierra en la huerta, y los otros dos niños intermedios, de once y nueve años, se encontraban en el pueblo trabajando como mandaderos de un almacén y una fonda respectivamente. Su propio hijo, Francisco Ramírez, contaba nueve años y se desempeñaba como repartidor de diarios. Raba por lo tanto debía servirse de la niña más pequeña, ya que el embarazo avanzado le impedía correr detrás de los animales del corral.

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