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John, hablando en español, le respondió:

– No, no te preocupes, está completamente sorda.

– ¿Entonces cómo puede conversar tan bien?

– Porque lee los labios, pero sólo en inglés, no te preocupes. Además, cuando come no conoce a nadie, as(que por favor dime qué te pasa. No hemos tenido tiempo para hablar y la boda será dentro de una semana.

– John, creo que es mejor suspenderla.

– ¿Pero por qué?

– No me hagas decírtelo ahora.

Tita, tratando de que la tía no notara que estaban discutiendo un tema bastante delicado, le sonrió. La tía hizo lo mismo, se veía de lo más feliz y tranquila comiendo su plato de frijoles. Era cierto, verdaderamente no leía los labios en español. Podía hablar con John sin peligro. John insistió en el mismo tema.

– ¿Ya no me quieres?

– No lo sé.

Qué difícil era para Tita seguir hablando después de ver el gesto de dolor que John hizo y que inmediatamente trató de controlar.

– En el tiempo que estuviste fuera tuve relaciones con un hombre del que siempre había estado enamorada y perdí mi virginidad. Por eso ya no puedo casarme contigo.

Después de un largo silencio, John le preguntó:

– ¿Estás más enamorada de él que de mí?

– No te lo puedo contestar, tampoco lo sé: Cuando tú no estas aquí, pienso que es a él a quien quiero, pero cuando te veo, todo cambia. A tu lado me siento tranquila, segura, en paz…, pero no sé, no sé… Discúlpame por decirte todo esto.

Por las mejillas de Tita se deslizaron dos lágrimas. La tía Mary la tomó de la mano y profundamente. enternecida le dijo en inglés:

– Qué bonito es ver a una mujer enamorada que llora de emoción. Yo también lo hice muchas veces cuando estuve a punto de casarme.

John se dio cuenta de que estas palabras podrían provocar que Tita estallara en llanto y que la situación se volviera incontrolable.

Alargó su mano, tomó la de Tita y con una sonrisa en los labios para conformar a la tía le dijo:

– Tita, no me importa lo que hiciste, hay acciones en la vida a las que no hay que darles tanta importancia, si éstas no modifican lo esencial. Lo que me dijiste no cambió mi manera de pensar y te repito que me encantaría ser el compañero de toda tu vida, pero quiero que pienses muy bien si ese hombre soy yo o no. Si tu respuesta es afirmativa, celebraremos la boda dentro de unos días. Si no, yo seré el primero en felicitar a Pedro y pedirle que te dé el lugar que te mereces. '

Tita no se asombró al escuchar las palabras de John: eran congruentes con su personalidad. Pero lo que sí le sorprendió fue que él supiera perfectamente que su rival era Pedro. No había contado con su gran intuición.

Para Tita fue imposible continuar en la mesa. Disculpándose, salió un momento al patio y lloró hasta que se calmó.

Enseguida regresó a tiempo de servir el postre. John se levantó para acercarle la silla y la trató con la misma delicadeza y respeto de siempre. Realmente era un hombre admirable. ¡Cómo creció ante sus ojos! ¡Y cómo crecieron las dudas dentro de su cabeza! El sorbete de jazmín que sirvió como postre, le produjo un gran alivio. Al deglutirlo, le refrescaba el cuerpo y le aclaraba la mente. La tía enloqueció con el postre. Nunca se le había ocurrido que los jazmines sirvieran para comerse. Intrigada quiso conocer todos los pormenores para elaborar en su casa un sorbete igual. Tita, con mucha calma, para que la tía le leyera los labios con claridad, le proporcionó la receta.

– Se machaca un ramo de jazmines y se echa en tres cuartillos de agua con media libra de azúcar, mezclándolo bien. Estando bien disuelto el azúcar se cuela la mezcla por un lienzo tupido y después se echa a helar en la sorbetera.

El resto de la tarde la pasaron de maravilla. Cuando John se retiró, le dio a Tita un beso en la mano y le dijo:

– No te quiero presionar, sólo quiero asegurarte que a mi lado serás feliz.

– Yo lo sé.

Claro que lo sabía. Y claro que lo iba a considerar cuando tomara su decisión, la definitiva, la que determinaría todo su futuro.

Continuar á…

Siguiente receta:

Chiles en nogada

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