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Se comprenderá que, oyendo lo que Loreto me había empezado a contar, yo no respiraba siquiera. Sorbía sus palabras, y temblaba de pensar que, llegada a ese punto, pudiera todavía defraudarme, arrepentirse de la confidencia que me estaba haciendo, quizás sin medir demasiado su alcance. Para impedirlo, arriesgué una pequeña jugada.

– Pero, ¿cómo? -me extrañé-. Pues ¿acaso todo ello no era una farsa preparada por doña Concha para inducir a su amante? Fingiría terror, no digo que no…

– Pinedo, créame -replicó ella-: como que me llamo Loreto, eso estaba muy lejos de ser fingido. Nuestra amistad no databa de ayer; y yo la había visto antes en situaciones difíciles, se lo aseguro. A otro hubiera podido engañar; pero no; no era una comedia el ataque de nervios que tuvo, luego, a solas conmigo, en mi habitación. Ni la insultada feroz que al día siguiente le pegó a la médium, llamándola marrana, como si la infeliz tuviera la culpa del lenguaje usado por Rosales, y amenazándola con policía y cárcel. Naturalmente, nada hizo, porque bien sabía que los difuntos se ríen de celdas y calabozos. Eliminó, sí, a aquella médium, que era excelente; pero de poco le valió: el martes próximo volvía a presentarse el senador para repetir y remachar por labios de otro el encargo dado a Tadeo de librar del tirano al país, si no quería sucumbir él también a sus manos. Desde ese día hasta su muerte horrible, la pobre Concha no hizo ya sino puros desatinos, como quien obra bajo el imperio del terror.

– ¿Y Tadeo? -pregunté yo entonces-. ¿Cuál fue su reacción? ¿Creería el mensaje?

– El hecho de haber terminado asesinando a Bocanegra demuestra que lo creyó, y que lo obedeció, aunque en un principio se resistiera. El muchacho era bastante testarudo, pero cayó en la trampa. Tengo la impresión de que necesitó para rendirse a la evidencia que el otro Rosales, don Luisito, cuyo tránsito estaba muy reciente, pues no hacía mucho más de un mes que se había suicidado, viniera, como en efecto vino, a reforzar con sus frases persuasivas las terribles conminaciones del senador.

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