No andaba descaminado, por cierto, el Ministro de España en esta apreciación; pues el propio secretario particular de Bocanegra la confirma -testimonio irrecusable- cuando en sus memorias se hace eco, según era previsible, de tan sonado asunto. Cuenta ahí Tadeo que, a raíz de él, le preguntó su amo, con voz medio distraída, mientras firmaba unos papeles: «¿Qué te ha parecido el gesto de Mr. Grogg?»
Y como él, según su taimada costumbre, se abstuviera de contestar, todavía agregó, sin mirarlo, Su Excelencia: «¿Tú qué crees? ¿Cuánto podrá costar una bestezuela como ésa?» Y conjeturó luego: «Lo habrá pagado todo la U.S. Treasury [104] , por cierto.» Parece que aún añadió dos o tres cosas más, medio gruñendo, a la vez que emporcaba los papeles con la ceniza de su sempiterno cigarro; hasta que el joven secretario, por decir algo, comentó: «Y lo han traído en una superfortaleza del Army» [105] . A lo cual Bocanegra volvió a insistir sobre el punto: «Un perro no puede costar mucho, ¿verdad?»
En cambio doña Concha estaba encantada; también lo declara Tadeo. A Grogg le discernía ahora el título de «mi amigo»; y cada vez que el pobre tipo iba a Palacio, tenía que recibir los agasajos de la nueva Fanny. «A mí -escribe el secretario- me da no sé qué el verlo al muy pavote, colorado y risueño, hurtándole la cara a aquel bicho estúpido, que se obstina en besuquearlo con su húmedo hociquito de rata.»