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El café se había terminado, si no él le hubiera acercado la taza. En su lugar, sacó del armario una botella de grappa . Era el único consuelo que tenía a mano.

– Magnífico -dijo ella-. Primero, café y, ahora, grappa . No podremos dormir en toda la noche.

– ¿Quieres que probemos de mantenernos despiertos el uno al otro? -preguntó él, y su mujer se puso colorada.

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