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En los tres montones volvía a salir lo mismo, el caballero rondador, la viuda influyente y enemiga, el tiñoso, la carta de América, el hombre joven que no manda las prendas, las lágrimas y al final la victoria: total, diez minutos, doscientas cincuenta pesetas de donativo voluntario, la señora Aurelia no cobraba pero admitía lo que le quisieran dar, Betty Boop se quedaba muy contenta cada vez que la visitaba.

– El hombre joven del que me habló seguro que era Pepito.

– ¿El dentón?

– Sí; los demás no sé.

A mi tía Marianita le gustaban mucho las almendras garrapiñadas y las comía en todas partes, en el retrete mientras obraba, y hasta en la novena mientras rezaba el santo rosario, ésa fue su perdición, bueno, su mala pata cuando se le atragantó una; mi tía Marianita era viuda, había tenido dos hijos pero se los mataron en la guerra, uno en la batalla de Brunete y otro en el frente del Ebro, los dos eran alféreces provisionales de infantería; mi tía Marianita no tenía dinero, tampoco podía quejarse, tenía lo suficiente para ir tirando con dignidad y mirando mucho la peseta, lo que sí tenía eran dos cuberterías completas, una de ellas inglesa y muy pesada, y muchas bandejas y fuentes y jarras de plata, restos de pasadas grandezas, el oro lo había dado todo para la Causa cuando empezó la guerra civil, un reloj, la alianza, una medalla de la Virgen del Carmen y quizá algo más, cuando me llegué a su casa ya habían pasado por allí mis primos que arramplaron con todo, ésta es una costumbre familiar muy extendida, en cuanto los parientes ven una peseta se matan por llevársela.

– ¿Y usted lo encuentra mal?

– No, yo no lo encuentro ni mal ni bien, eso es así y no va a cambiar por mucho que quisiéramos, pierda usted cuidado.

Aviso a los navegantes: boya luz roja situada Punta Bestia para balizamiento estrecho Rande se fue a pique.

Uno de los pisos de la casa de Linares Rivas lo alquiló una familia recién llegada de Ferrol, Matty y Betty Boop en seguida se hicieron amigas de los hijos, dos chicos, Tadeíto y Paco, y una chica, Lourdes, el padre era marino de guerra, capitán de corbeta, y se llamaba don Tadeo, la madre, doña Lourdes, era santanderina y estaba muy orgullosa de serlo, seguramente lo encontraba muy afortunado y distinguido, ella no decía santanderina sino montañesa, doña Lourdes era la única medio alta de la familia, los demás se quedaron bajitos; todos eran amables, cariñosos y simpáticos, doña Lourdes también, pero no tanto. La familia estaba muy unida, daba gusto verlos, y cuando el padre volvía a casa del trabajo, trabajaba en la Comandancia de Marina, le cantaban todos a coro una tarantela de la que jamás entendí la letra ni supe lo que quería decir:

Como le pare, como le mare,

sol de sur de la forela

ela ela verigüela

la familia del gogó.

Doña Lourdes era muy aficionada a las echadoras de cartas y en seguida le recomendó a Betty Boop que fuera a ver a la señora Basilisa, la santiña de Caldas.

– Es muy vieja y muy sabia, vas a salir de allí encantada porque acierta mucho.

Betty Boop cogió un día el ferrobús La Coruña-Vigo y se fue a Caldas a visitar a la señora Basilisa, volvió indignada porque apenas estuvo con ella cinco minutos, no le dijo más que dos cositas sin sentido y le cobró trescientas cincuenta pesetas, cien más que la señora Aurelia y además pidiéndoselas de malos modos, nada de donativo voluntario, era una maleducada; Betty Boop se puso furiosa y casi le reclamó el dinero a doña Lourdes, en eso no estuvo prudente, al final tuvo que intervenir Eva para que no se enemistasen las dos familias.

– ¿Usted cree que entre los coruñeses de la Ciudad Vieja hay muchos endemoniados?

– Pues, la verdad, no sabría decirle, yo creo que no, que no hay muchos, vamos, habrá los corrientes.

En Vilatuxe, en la provincia de Pontevedra, la guardia civil mató a tiros en el monte al demonio Astarot Concheiro, que corriendo era como una bala, se conoce que le tiraron a traición y no le dio tiempo de escapar, se dice que al demonio Astarot Concheiro muy bien pudo haberlo denunciado Julián Santiso, el de la Comunidad del Amanecer de Jesucristo, por haberse metido dentro del cuerpo de Eva, aquí sí valen los asperges sobre todo si se dicen bien y el agua está recién bendita, con quienes no vale es con los caracoles de los que se hablará en seguida, tan pronto como se me dé autorización.

– ¿Por qué eres siempre tan respetuosa con los que mandan?

– Porque estoy a punto de llegar a vieja y no quisiera verme en el asilo, yo no quiero morirme en el asilo y sin nadie que me cierre los ojos.

– ¿Por qué tu marido usa eslip y no calzoncillo corriente?

– No lo sé, no se me ocurrió preguntárselo nunca.

El señor subsecretario, presidente nato de la comisión redactora, volvió a utilizar el pertinente tratamiento.

– Bien, prosiga usted con el relato de la crónica.

– Con la venia del señor subsecretario, del señor presidente nato.

El público tosía y medio alborotaba y hubo que llamarlo al orden.

– Silencio, por favor, guarden la debida compostura.

Los caracoles del cementerio de Iskilip pueden contagiar muy raras y peligrosas enfermedades, el sida la primera, no basta con lavarlos con agua bendita porque como son musulmanes y los exorcismos cristianos se les disuelven en la baba, el agua bendita no tiene efecto ninguno, eso es igual que querer pagar a los curas de un entierro con moneda falsa, ahí es donde empieza a chirriar la ley de Frienberg.

– ¿De Freyberg?

– Quizá sí, jamás lo supe.

Ahora me doy cuenta de que he perdido la facultad de improvisar mentiras, ahora tengo que pensarlas, se conoce que voy para vieja, lo vengo diciendo desde que era joven.

Me parece que fue don Ataúlfo Fombuena, el juez de Arzúa, quien me dijo que los joyeros y los aparejadores se suicidan siempre tirándose por la ventana, los boticarios y los funcionarios se envenenan con barbitúricos, las criadas con aguarrás o con lejía, los marineros, los carpinteros y los plomeros se tiran a un pozo, antes se tiraban por un acantilado, los comerciantes y los cocheros de punto se ahorcan, también los taxistas, los militares se pegan un tiro y así sucesivamente, la señora de don Ataúlfo, aunque él no lo supo nunca, había tenido amores con don Calixto Méndez Gil, el marido de Ana María, el joyero que se tiró por la ventana, tuvo un mal momento, le fallaron las potencias del alma, tampoco es necesario que fallen las tres al tiempo, y se tiró por la ventana, se esmagó contra las losas del patio, lo de don Ataúlfo debía ser intuición, no digo los cuernos sino la idea sobre la forma de suicidarse algunos, hay jueces muy intuitivos, a la gente le hizo gracia el suicidio de Méndez Gil, la verdad es que no me lo explico, yo cada vez me explico menos cosas pero tampoco pregunto, se conoce que se me está debilitando la lamparita mágica de la curiosidad, el centillero de las siete luces misteriosas capaces de obrar milagros.

– ¿Por qué las ovejas del matadero mueren sin quejarse? Se limitan a poner los ojos tristes y vidriados, mejor vidriosos, ni suplicantes siquiera, y se les seca la garganta, el matarife las degüella sin quitarse el pitillo de la boca, no conoce la caridad, ¿por qué las ovejas del matadero mueren sin quejarse?

– No lo sé, a lo mejor tampoco tiene explicación porque a nadie le importa saberlo, la gente es muy rutinaria.

A mi marido le dieron un metrallazo en el pecho durante la guerra civil, es amarga la idea de que las guerras civiles no dejen sino huellas hediondas que quizá hubieran podido evitarse, nadie debiera permitir que nadie finja proclamarse salvador de nada, ése es un camino muy ruin.

Matilde Meizoso, mi tocaya, le regaló a su marido un lote de libros. Sociedad Liquidadora Librera. Barcelona. Formidable liquidación en tomos de lujo. La bestia humana, de Emilio Zola, el papel de retrete La Jienense también es de buena calidad para escribir, quizá no tanto para otros usos más íntimos, Los vagabundos, de Máximo Gorki, en Karakasu no hay percebes, ¿cómo va a haberlos si está en el interior de la Anatolia?, en Karakasu y en Kizilkaboluk hay alacranes, escorpiones y víboras, también conejos, codornices y gacelas, El príncipe idiota, de Dostoievski, todo por 268 pesetas, más gastos de envío, los hombres vulgares no son más que nosotras y tampoco tienen historia.

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