– Tarde o temprano, tendréis que ocuparos de lo que hay en el sótano de Martin.
– Ya lo sé. Pero si hablamos, habrá consecuencias para Harriet… Me alegro de no ser yo el que tome la decisión respecto a ese tema.
– Maldita sea, Dirch; no podéis ocultar que Martin era un asesino en serie.
Dirch Frode se calló y se rebulló, incómodo, en la silla. De repente, a Mikael le entró un mal sabor de boca.
– Mikael, me encuentro en una situación… muy incómoda.
– Cuenta.
– Tengo un mensaje de Henrik. Es muy simple. Te da las gracias por el trabajo que has hecho y dice que considera cumplido el contrato. Significa que te libra de las demás obligaciones, que ya no estás obligado a vivir y a trabajar en Hedestad, etcétera, etcétera. O sea, que puedes volver a Estocolmo inmediatamente y dedicarte a tus cosas.
– ¿Quiere que desaparezca de la escena?
– En absoluto. Quiere que le hagas una visita para hablar del futuro. Dice que espera que su compromiso con la junta directiva de Millennium pueda continuar sin restricciones. Pero… -Dirch Frode parecía, si cabía, aún más incómodo-. Pero ya no desea una crónica sobre la familia Vanger.
Dirch Frode asintió con la cabeza. Sacó un cuaderno, lo abrió y se lo acercó a Mikael.
– Te ha escrito esta carta.
Querido Mikael,
Tengo el más profundo respeto por tu persona y no pienso insultarte intentando decirte qué es lo que debes escribir. Puedes escribir y publicar exactamente lo que quieras y no tengo intención de ejercer ningún tipo de presión sobre ti.
Nuestro contrato sigue vigente si quieres acogerte a él. Tienes suficiente material para terminar la crónica sobre la familia Vanger. Mikael, jamás le he suplicado nada a nadie en toda mi vida. Siempre he considerado que una persona debe actuar según su moral y sus convicciones. Sin embargo, en este momento no tengo elección.
Te pido, como amigo y como copropietario de Millennium, que renuncies a revelar la verdad sobre Gottfried y Martin. Sé que está mal, pero no veo otra forma de salir de esta oscuridad. Debo elegir entre dos males y en esta historia no hay más que perdedores.
Te pido que no escribas nada que pueda perjudicar a Harriet. Tú mismo has experimentado lo que significa ser objeto de una campaña mediática. La que se llevó a cabo contra ti fue de proporciones bastante modestas; sin duda, puedes imaginarte lo que representaría para Harriet que se conociera la verdad. Ella ya ha sufrido lo suyo durante cuarenta años y no tiene por qué sufrir también por los actos cometidos por su hermano y su padre. Te pido, igualmente, que reflexiones sobre las posibles consecuencias que esta historia podría tener para miles de empleados del Grupo. Destrozaría a Harriet y nos aniquilaría a nosotros.
HENRIK
– Henrik también dice que si exiges compensación por los daños económicos que se derivarían de renunciar a publicar la historia, está abierto a negociarlo. Puedes poner las condiciones económicas que quieras.
– Henrik Vanger intentando sobornarme… Dile que habría deseado que no me hubiera hecho esa oferta.
– Esta situación le resulta tan dolorosa a Henrik como a ti. Él te quiere mucho y te considera su amigo.
– Henrik Vanger es un cabrón muy listo -espetó Mikael, repentinamente furioso-. Quiere acallar toda la historia. Juega con mis sentimientos, sabe que yo también le tengo mucho aprecio. Y lo que dice significa, en la práctica, que tengo las manos libres para publicar, pero que, si lo hago, se verá obligado a reconsiderar su postura por lo que respecta a Millennium.
– Todo ha cambiado desde que Harriet ha entrado en escena.
– Y ahora Henrik tantea cuál es mi precio. No pienso poner en evidencia a Harriet, pero alguien tiene que decir algo sobre aquellas mujeres que fueron a parar al sótano de Martin. Dirch, no sabemos ni siquiera a cuántas mató. ¿Quién piensa hablar en nombre de ellas?
De repente, Lisbeth Salander levantó la vista de su ordenador. Su voz sonó con una espeluznante suavidad al dirigirse a Dirch Frode.
– ¿No hay nadie en el Grupo Vanger que me quiera sobornar a mí?
Frode se quedó perplejo. Una vez más, él había conseguido ignorar su existencia.
– Si Martin Vanger estuviera vivo en este momento, yo lo habría sacado todo a la luz -prosiguió Lisbeth-. Fuera cual fuese el acuerdo que Mikael tuviera con vosotros, yo habría enviado todos los detalles sobre él al periódico más cercano. Y si hubiera podido, le habría arrastrado hasta su propia madriguera de tortura, le habría atado a la mesa y le habría clavado agujas en los cojones. Pero está muerto. -Se dirigió a Mikael-. Yo estoy satisfecha con el acuerdo. Nada de lo que hagamos puede reparar el daño que Martin Vanger causó a sus víctimas. En cambio, nos hallamos ante una situación interesante. Te encuentras en una posición desde la que puedes seguir infligiendo daño a mujeres inocentes, sobre todo a esa Harriet a la que defendías con tanto ardor en el coche cuando subíamos. Así que la pregunta que te hago es: ¿qué es peor, que Martin Vanger la violara en la cabaña o que tú lo hagas en los titulares? Ahí tienes un interesante dilema. A lo mejor la comisión ética de la Asociación de Periodistas te puede orientar. -Hizo una pausa. En ese momento Mikael no fue capaz de mirarla a los ojos y miró fijamente a la mesa-. Pero, claro, yo no soy periodista -concluyó Lisbeth.
– ¿Qué es lo que quieres? -preguntó Dirch Frode.
– Martin grabó en vídeo a sus víctimas. Quiero que intentéis identificar a las que podáis y que os encarguéis de que las familias reciban una compensación apropiada. Y luego quiero que el Grupo Vanger haga una donación de dos millones de coronas anuales, y para siempre, a la Organización Nacional de Centros de Acogida para Mujeres y Chicas de Suecia.
Dirch Frode sopesó la suma durante uno o dos minutos. Luego asintió con la cabeza.
– ¿Podrás vivir con eso, Mikael? -preguntó Lisbeth.
De repente, Mikael se sintió desesperado. Durante toda su vida profesional se había dedicado a sacar a la luz lo que otras personas intentaban ocultar; su moral le prohibía participar en la ocultación de los atroces crímenes cometidos en el sótano de Martin Vanger. La razón de ser de su labor profesional consistía precisamente en revelar lo que sabía. Siempre criticaba a sus colegas por no decir la verdad. Aun así, aquí estaba, discutiendo el cover up más macabro del que jamás había oído hablar.
Permaneció callado un buen rato. Luego también asintió con la cabeza.
– Vale -dijo Dirch Frode, y dirigiéndose a Mikael, prosiguió-: En cuanto a la compensación económica que Henrik ha ofrecido…
– Que se la meta por el culo -contestó Mikael-. Dirch, quiero que te vayas ahora. Entiendo tu situación, pero en estos momentos estoy tan cabreado contigo, con Henrik y con Harriet que si te quedas más tiempo, vamos a convertirnos en enemigos.
Dirch Frode permaneció sentado junto a la mesa de la cocina sin intención de levantarse.
– Aún no me puedo marchar -respondió Dirch Frode-. No he terminado todavía. Tengo que comunicarte otra cosa que tampoco te va a gustar. Henrik insiste en que te lo cuente esta noche. Mañana podrás ir al hospital y despellejarlo si quieres.
Mikael levantó lentamente la mirada y lo miró a los ojos.
– Esto es sin duda lo más difícil que he hecho en toda mi vida -dijo Dirch Frode-. Pero creo que lo único capaz de salvar la situación ahora mismo es ir con la verdad por delante y poner todas las cartas sobre la mesa.
– ¿Y de qué se trata?
– Cuando en las Navidades pasadas Henrik te convenció para que aceptaras el trabajo, tanto él como yo pensábamos que no te conduciría a nada. Era exactamente lo que él decía: un último intento. Había analizado minuciosamente tu situación basándose, sobre todo, en el informe redactado por la señorita Salander. Jugó con ese aislamiento en el que te encontrabas, te ofreció una buena recompensa económica y utilizó el cebo apropiado.